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Hace algunos días un joven lector me
preguntó si releía libros de ficción. No sé a cuenta de qué me vino su
pregunta, pero no me hice problemas al respecto, puesto que desde hace mucho
tiempo lo que hago es releer las novelas y cuentarios que han contribuido en mi
experiencia lectora, aquellos que se me hacen perdurables por una o varias
razones, todas ellas emocionales.
De la misma manera también leo y releo
no pocos títulos sobre la experiencia de la lectura, sobre el proceso de
escritura, como La novela de una novela de
Thomas Mann. Me interesa mucho el punto de vista, la opinión, la prosa en la
que se canaliza esa opinión. Soy pues enemigo de lo descriptivo, busco ante
todo la iluminación de lo que me puedan decir de un libro, así concuerde o no
con lo que se me dice.
No me considero fan de Alejandro Zambra,
pero sí reconozco que el lugar que ocupa en el imaginario de la narrativa
latinoamericana actual es más que justo. Zambra es un escritor serio. Está a
años luz de ser un paquete, de esos que a cada cambio de estación las grandes
editoriales nos quieren vender. Y aunque todavía no lo leo en su faceta de
poeta, apostaría a que es uno bueno, o en su defecto interesante. Es por ello
que este nuevo acercamiento a su título No
leer (Ediciones Universidad Diego Portales, 2010), en donde reúne sus
reseñas, ensayos, crónicas y artículos literarios publicados en diferentes
medios escritos chilenos y latinoamericanos, me ha deparado una experiencia
gratificante. Pese a los años transcurridos, esta publicación sigue fresca y
radiante, sin señales de canas y arrugas, que nos pone en el tapete la visión
que su autor tiene de la literatura y de cómo él se presenta ante ella.
Soy un convencido de que la mejor relación
que los escritores podemos tener con la literatura es comprometiéndonos con los
libros que más nos gustan. Resulta más fácil criticar y encontrar falencias en los textos poéticos,
ensayísticos y narrativos. En realidad, cualquiera puede encontrar falencias,
caídas, chapucerías. Lo difícil es resaltar virtudes, hallar caminos ocultos e
influencias.
Zambra, en la primera sección del libro, no es
para nada ajeno a esta intención. Hasta pienso que los textos fueron escritos
en casi total estado de gracia, otorgándoles una mirada distinta a libros ya
instaurados en el imaginario del lector, tal y como puede apreciarse en
“Lecturas obligatorias”, “Borrador”, “Que vuelva Cortázar”, “La literatura de
los hijos”, “Al servicio de los fantasmas”, “La larga noche de ‘Lumpérica’”,
“La memoria de Borges”, “Kafka, el uruguayo”, “La sobremesa de ultratumba”, “El
tiempo de Natalia Ginzburg” y “Contra los poetas I y II”.
Confieso que Zambra me ha convencido en
aspectos en los que me consideraba reacio, al extremo que le daré una nueva
oportunidad a Lumpérica de Diamela
Eltit (y pensar que ya tenía suficiente con las Diamelitas del sur). Y claro,
también he reafirmado mi apego por ciertas poéticas de la evasión, como la de
Mario Levrero. En más de un tramo Zambra suena íntimo, pero cuidándose siempre
de no caer en el lugar común y la cursilería, por ello lo notamos sumamente
cerebral, cauteloso…
En la segunda y tercera sección
encontramos textos más extensos, a lo mejor publicados en revistas, como “La
poesía de Roberto Bolaño”, “Algunos rostros de Nicanor Parra” y “Ribeyro en su
telaraña”. Los seguidores de Ribeyro ahora están en la obligación moral de
conocer lo que piensa este muy buen escritor chileno sobre el renombrado
cuentista, a saber, hay más de una interpretación que no se ha desarrollado
como se debe entre los ribeyrólogos peruanos. Y en la tercera, “Árboles
cerrados” y “De novela, ni hablar” nos manifiestan la poética del autor,
nutrida de una tradición que poco o nada le debe a la que, en teoría,
pertenece.
Líneas arriba consigné que no había
leído a Zambra en su calidad de poeta. Cuando terminé la lectura de No leer, tuve la certeza de que sí me
había acercado a su poesía; es posible detectarla en el ritmo cadencioso de los
silencios, en el código escondido entrelíneas, como también en la cualidad de
transmitir mucho en pocas palabras, sin necesidad de tanto regodeo, dueño de una
envidiable claridad reñida de la simpleza.
…
Publicado en Siglo XXI
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