sábado, noviembre 01, 2014

171


Desde hace algunas semanas recibo mensajes de Inbox en Face, como también mails, cuyos contenidos se refuerzan por lo que algunos conocidos y amigos me dicen, compartiendo la misma pregunta/inquietud: ¿Por qué no estoy reseñando libros de actualidad puesto que últimamente me vienen leyendo reseñas de libros publicados en años anteriores?
La pregunta/inquietud me parece válida en todos los sentidos. Me permite pues reafirmar una idea que ya he deslizado en este espacio y que no está demás volver a abordar.
*
Hubo un tiempo en que reseñaba libros, aquellos que se conocen como novedades. Más o menos, en esa onda anduve muy bien tiempo, prácticamente un par de años. Las cosas iban bien, pero a la vez se trataba de una actividad agotadora, que por más capacidad que tenga uno, no podía evitar no repetirme en conceptos y formas al momento de sustentar la reseña.
Entonces, decidí parar y no reseñar. Lo mismo pasó con las entrevistas que realizaba.
Pues bien, después de mucho tiempo, y casi por azar, comencé a revisar esos textos, principalmente las reseñas.
Por más que lo intenté, poco o nada pude hacer cuando quise desaparecer ciertas reseñas que por gracia del inmediatismo valoraba positivamente libros que en relecturas posteriores se me caían de las manos.
Me pregunté también por esa suerte de inmediatismo en el reseñismo. ¿A qué obedecía? ¿Cuál era su fin? ¿Acaso vender?
Ante esto, decidí volver a mis notas y escribir de libros que podrían ser interesantes para el lector, no ciñéndome a su año de publicación. Libros que habían sobrevivido a mi olvido, imponiéndose como una constante puerta abierta a nuevas impresiones. Libros que, en algunos casos, habían pasado desapercibidos, o que en su defecto no habían sido valorados como merecían.
Desconfío de las reseñas inmediatas. No son más que monedas al aire. Claro, a veces se puede acertar, puesto que el libro comentado se resiste a envejecer, pero la mayoría de las veces no son más que propósitos que obedecen al contentamiento de la platea.
Lo peor que le puede pasar a la crítica es que se dedique a contentar. Tal y como lo vemos hoy en día: un contentamiento idiota que nutre el amiguismo/relacionismo que contagia hasta al más radical de la opinión literaria.
No hay distancia entre el crítico y el texto a comentar. Por esta razón, no son pocos, dentro de lo poco que hay, que han minado su credibilidad, y lo más triste es que el lector se da cuenta de esa falta de credibilidad, pero esta falta de credibilidad poco o nada le importa al escritor y al poeta, que utiliza al crítico premiándolo con el Like de rigor o el almuercito a la carta.
Para no ser presa de esta mediocridad, hay que tener suficiente fuerza testicular, ser un idealista en medio de un mundo de intereses y jugársela a riesgo de que te quedes solo en la empresa.
Sin duda, más de un retardado se preguntará por qué escribo de crítica literaria cuando no soy crítico literario, solo un entusiasta de la buena lectura, pero así es la realidad, pues, más de uno me asume como crítico literario, cuando lo único que he hecho en todos estos años es patentizar la verdad emocional que me brinda un libro, así sea bueno o malo.
Servidos con la respuesta.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal