miércoles, noviembre 26, 2014

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Desde hace un tiempo me vienen haciendo una pregunta recurrente, sean periodistas, narradores y fugaces interesados. 
El tema, en lo personal, me deja sin cuidado, no me importa en lo más mínimo, a lo mejor por la realidad que me tiene sin publicar desde hace diez años, aunque si publicara con la frecuencia de los otros, a lo mejor tendría esa inquietud que la presencio más en los días de feria, pero sería una inquietud controlada, digamos madura. 
La inquietud sobrepasa el mero entendimiento, no conoce estrato social ni nivel cultural, es una inquietud que tiene que ver con el ego del escritor, con aquello que representa, para mal, el acicate que lo lleva a embarcarse en una empresa literaria que no les asegurará el éxito, ni inmediato ni a largo plazo. 
Antes me molestaba, ahora solo me conmueve. 
Es preferible reírse a llorar. Algo pues anda mal en el chip de muchos escritores peruanos, y pienso que el fenómeno también es el mismo en otros contextos. 
La pregunta/inquietud: “¿se vende mi libro?” 
Formular esa pregunta ablanda hasta al más matón de los literatos locales. Nuestros queridos matasietes son nada ante esta inquietud. 
De cuando en cuando preguntan cómo van las ventas de sus libros, preguntan directamente o mandan a alguien a hacer esa labor, peor si han pagado por su edición. 
Los que han publicado en sellos grandes tampoco se salvan de la inquietud. Quieren saber cómo les va, para ellos la continuidad en el sello está en las ventas y no en la calidad literaria. 
Ambos casos me resultan graciosos. He visto al más pintado sufrir la indiferencia del lector, como también a aquel que empieza en estas lides, cuyo rostro se va endureciendo de rencor a medida que pasan los días, semanas, meses y años. 
Claro, lo más sano es dedicarse a leer, escribir, tirar, escuchar música, beber, ver buen cine, asistir al teatro, en fin, dedicarse a vivir, solo eso, a vivir. 
Conozco escritores, que aprecio, preocupados por las ventas, pero también sé que no se hacen un mundo si sus libros se venden o no. Si hoy no se vende tu libro, mañana sí, quizá en veinte años algún lector sabrá reconocer el talento. Eso es lo paja que tiene la literatura, o mejor dicho, una de las cosas pajas que tiene. 
Lo que sí me jode es la mentira. Me jode en principio pero luego esa cólera se convierte en lo que es: una cólera fugaz. 
Causa ternura ver los ejemplares amontonados, durante años, de aquellos escritores que cada seis meses nos revientan el mail y el Inbox anunciando que han agotado los ejemplares de su libro, cuando lo real es que muchos de esos ejemplares yacen escondidos en cajas y que seguirán escondidos en cajas, reflejando un doble deseo de sus autores: quieren que sigan escondidos en cajas y así sustentar su éxito, como también el deseo de que esos ejemplares no pasen por el ojo de un vendedor malévolo que los coloque en la sección de saldos o los oferte en un 2 X 1.

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