jueves, noviembre 27, 2014

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Lo que me gusta de ser librero es que puedo conocer a mucha gente. Nadie me pidió meterme en este oficio, más bien lo hice con mucho cariño y amor. Entonces, lo que me mueve no es el lucro a lo bestia, sino hacerlo con el suficiente estilo que denote el principio de la recomendación veraz. Meses atrás estuve en Santiago conversando con uno de los libreros más conocidos de la ciudad. Un librero que es un personaje en sí mismo, un librero que cumple con lo que busco de un librero: es pues un lector voraz.
A Sergio le comenté sobre lo que venía haciendo en la librería, sobre lo que esperaba de este oficio de librero. Sentía pues una sensación que a ojos de las demás personas dedicadas al mundo del libro les parecía inconcebible. Es decir, a ser franco con el lector cuando este preguntaba por alguna sugerencia. Se lo iba a comentar a Sergio, pero él me ganó la intención, puesto mirándose fijamente a los ojos, me dijo que había que ser franco siempre, nunca mentirle al lector cuando este te preguntaba por algún libro. O sea, si el lector viene y te pregunta por un libro que has leído, le tienes que decir lo que piensas del libro, si te gustó o no. Del mismo modo con los libros que no has leído. Esa franqueza es el lazo entre el lector y tú. No le dije a Sergio que eso era lo que venía no solo pensando, sino también ejerciendo desde el momento que me hice librero. Y me alegró que esas palabras provinieran de alguien con más experiencia que la mía. Y seguimos hablando, en especial de las amistades peruanas que recordaba con muchísimo cariño.



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