viernes, noviembre 28, 2014

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Ayer fue un día muy especial, puesto que sucedieron algunas cosas que hicieron que el día sea más liviano a pesar de las cosas que tenía que hacer, con mayor razón cuando te enteras de que vas a estar solo casi todo el día. Debía mantener la concentración, fumar lo menos posible y ponerle buena onda a la situación. 
En los ratos libres, tiempo muerto que llamo y que debes aprovechar en lugar de estar hueveando, me pongo a perfilar los conceptos, al menos tres, que usaré sobre una novela del escritor boliviano Rodrigo Hasbún, novela que leí hace varios meses y que he vuelto a leer un par de semanas atrás. Le comenté de la novela a un pata atento a la nueva narrativa latinoamericana y su pregunta me sorprendió puesto que él sabe cómo pienso, pero tampoco me hice problemas, porque para eso están los buenos patas, para sorprenderte, no importa si lo que te dicen te genera cierta incomodidad. Lo miré fijamente y le dije que yo leo libros, no personas. Claro, su pregunta no iba por Hasbún, quien no debe tener la más mínima idea de quién es este blogger, sino por sus editores. 
Lo cierto es que cada vez que comento un libro, en lo último que pienso es en los autores y los editores. Si el autor fuera Canebo y si el libro es bueno, pues no tengo problemas en destacar sus alcances narrativos. Si uno de los editores fuera un rehuevonazo que pierde el tiempo hablando sobre mí a mis contactos de Face, igual, comento el libro si es que el libro el merece ser comentado. 
El problema, estimado, le dije a mi pata, es que estamos perdiendo ese primer amor por la literatura, que no es más que el gusto por la lectura limpia que nos lleva a más de una gratificante impresión que nos dejan pues los buenos libros. Al respecto, nunca han dejado de existir lecturas paralelas que alimentan el aliento crítico, así este aliento sea el más impresionista. Por eso, hay que saber detectar esa tara y no prestarse a ese juego sucio que siempre ha existido y que lamentablemente seguirá existiendo. No prestarte a esa tara no te asegura que tu comentario/reseña sea bueno, pero sí honesto, frontal, que garantiza para el futuro el cambio de opinión si es que te has equivocado al momento de comentar. 
Mi pata se retiró y seguí en lo mío. Sentía la tibia generosidad del sol y el raudo viento que vino después, a eso de las seis de la tarde. Cerca de las ocho de la noche, tuve una impresión, como si estuviera a nada de experimentar una epifanía, una sensación capaz de avalar mis últimas acciones. 
Horas después, en casa, sobre mi escritorio había un sobre que mi mamá había encontrado en la tarde. En ese sobre estaban algunos de mis dibujos de cuando era niño. Vi los dibujos y los dibujos estaban muy buenos. Llamó mi atención mi destreza para los trazos, la entrega que reflejaba en lo que dibujaba. Traté de recordar por qué dejé de dibujar y me arrepentí de no haber seguido dibujando.

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