lunes, enero 12, 2015

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Ayer, mientras regresaba a casa, me di una vuelta por Polvos Azules. Quería comprar algunas películas, aunque finalmente no compré ninguna. El centro comercial se encontraba atiborrado de gente, por momentos me sentía en el centro de una lavadora, que no dejaba de succionarme y expulsarme. 
Caminaba rumbo al Pasaje 18. No pensaba en nada, mi mente estaba en blanco, lo único que quería era comprar las películas e irme cuanto antes. Pero mis planes se vieron alterados, porque pude distinguir, a no más de treinta metros delante de mí a tres narradores peruanos que, seguramente al igual que yo, iban a la caza de películas. Dos de ellos formaron parte de mis antologías de narrativa peruana última, el otro, felizmente no, puesto que no es más que una mascota literaria, porrista estratégico del escritor peruano de moda, puesto que el par de ex Disidentes, vienen atravesando un gran momento, uno desde hace algunos años, y el otro, aunque su buen momento debió venir desde mucho antes, recién disfruta del reconocimiento que merece. 
Iba a acercármeles y estuve a nada de hacerlo. Pero me detuve, respiré hondo para no ser víctima del atontamiento, la falta de aire puro podía jugarme una mala pasada. Me pregunté para qué acercarme si con el par de ex Ds tengo una relación cordial, además, al igual que yo, a lo mejor estaban apurados y con ganas de salir de aquel sauna de humores. Pero no, ese no fue el motivo. Bien podía acercarme y saludarles, porque me aprecian y respetan, tal y como ocurrió con uno de ellos hace muchos meses en una presentación de un número que ahora no me acuerdo de Buensalvaje. 
Claro, me dije, como si las huevas, voy a saludarlos un toque, pero ocurrió un detalle, el hecho que determinó que me vaya. La mascota literaria sacó su cel e intentó cuatro veces un selfie con los ex Ds mientras caminaban, o sea, un forzado selfie andante, por demás ridículo. Como los tenía a muchos metros delante de mí, no pude ver la reacción de los ex Ds. Me detuve y decidí irme. No era el contexto ideal ni para comprar películas, ni para respirar bien, ni para ser testigo de ridículas fotos históricas. Solo quería respirar aire, un aire libre de humores.

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