miércoles, febrero 04, 2015

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Ya sea en las horas muertas o en los minutos adrenalínicos en la librería, nunca falta un lector(a) que pregunte por algún libro de Jorge Eduardo Eielson. No pocas veces he pensado que esa inquietud por la obra de este artista integral obedecía a una especie de pose, de seguimiento del poeta del que todo el mundo habla. 
Para bien, uno se ilumina y llega ser consciente de sus errores, del apuro de sus impresiones. Se ordenan los caprichos de su oculta posería, porque me resulta saludable que este poeta ya haya traspasado ese círculo de lectores caletas de entre los lectores de poesía en Perú. 
La razón es muy simple. 
Eielson no siempre fue el poeta que ahora todos quieren leer, no siempre fue el poeta del que tanto se escribe, y no únicamente de su poesía, también de su narrativa y obra plástica. 
¿En qué momento empieza el renacimiento de Eielson, porque en algún momento tuvo que darse este renacimiento? Para llegar al punto de quiebre de este asunto, no hay que hurgar tanto. Al menos no en la perspectiva que uno pensaría. 
Me aventuraría a aseverar que la historia empieza con el proselitismo que llevó a cabo la fenecida revista More Ferarum, que nació en los predios sanmarquinos a fines de los años noventa. 
Empecé a seguir esa revista a razón de un amigo trabajaba en la imprenta de donde no solo salía esa revista, sino también varias de las que se publicaban por aquel entonces. La imprenta quedaba en Caylloma, pero no en las cuadras de putas y travestis, sino en una poblada de ópticas y restaurantes. Un día este amigo, que sabía de mi gusto por la literatura, me comentó que en la imprenta donde trabajaba se imprimían revistas, libros de cuentos y novelas de alumnos y profesores sanmarquinos. “Si te das una vuelta, pueda que te lleves algunos ejemplares, siempre quedan ejemplares”. 
Me animé un día. Fui a la imprenta y me llevé siete publicaciones, entre las que se encontraba el primer número de More Ferarum. 
Después de un tiempo, me animé y fui otra vez a la imprenta, en donde arrasé con todas las publicaciones que nacían en medio de una musicalidad de acero que me aturdía. De esa manera me hice con la memoria de una parte de la producción literaria peruana. Sin proponérmelo, comencé a armar el sentido que guiaba cada revista. 
Lo que hizo More Ferarum fue nuclear lo que se escribía de ciertos poetas peruanos, como Moro y Eielson, que a la fecha son batallas ganadas, y claro, también la revista perdió algunas batallas, como la de Gastón Fernández, aunque si vemos bien la figura, quizá aún no sea el tiempo de este peculiar y extraordinario escritor. 
Si hoy en día vemos un interés por Moro y, en especial, por Eielson, se lo debemos, y no en poca medida, a la labor que cumplió esta revista, que a lo mejor no tuvo el reconocimiento que merecía en su época, pero el reconocimiento poco importa a estas alturas. Se hizo obra y eso es lo que vale.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Mérito de sus impulsores como Carlos Estela o Edgar Saavedra

3:47 p.m.  

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