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Ya sea en las horas muertas o en los
minutos adrenalínicos en la librería, nunca falta un lector(a) que pregunte por
algún libro de Jorge Eduardo Eielson. No pocas veces he pensado que esa
inquietud por la obra de este artista integral obedecía a una especie de pose,
de seguimiento del poeta del que todo el mundo habla.
Para bien, uno se ilumina y llega ser
consciente de sus errores, del apuro de sus impresiones. Se ordenan los
caprichos de su oculta posería, porque me resulta saludable que este poeta ya
haya traspasado ese círculo de lectores caletas de entre los lectores de poesía
en Perú.
La razón es muy simple.
Eielson no siempre fue el poeta que
ahora todos quieren leer, no siempre fue el poeta del que tanto se escribe, y
no únicamente de su poesía, también de su narrativa y obra plástica.
¿En qué momento empieza el renacimiento
de Eielson, porque en algún momento tuvo que darse este renacimiento? Para
llegar al punto de quiebre de este asunto, no hay que hurgar tanto. Al menos no
en la perspectiva que uno pensaría.
Me aventuraría a aseverar que la
historia empieza con el proselitismo que llevó a cabo la fenecida revista More
Ferarum, que nació en los predios sanmarquinos a fines de los años noventa.
Empecé a seguir esa revista a razón de
un amigo trabajaba en la imprenta de donde no solo salía esa revista, sino
también varias de las que se publicaban por aquel entonces. La imprenta quedaba
en Caylloma, pero no en las cuadras de putas y travestis, sino en una poblada
de ópticas y restaurantes. Un día este amigo, que sabía de mi gusto por la
literatura, me comentó que en la imprenta donde trabajaba se imprimían revistas,
libros de cuentos y novelas de alumnos y profesores sanmarquinos. “Si te das
una vuelta, pueda que te lleves algunos ejemplares, siempre quedan ejemplares”.
Me animé un día. Fui a la imprenta y me
llevé siete publicaciones, entre las que se encontraba el primer número de More
Ferarum.
Después de un tiempo, me animé y fui
otra vez a la imprenta, en donde arrasé con todas las publicaciones que nacían
en medio de una musicalidad de acero que me aturdía. De esa manera me hice con
la memoria de una parte de la producción literaria peruana. Sin proponérmelo,
comencé a armar el sentido que guiaba cada revista.
Lo que hizo More Ferarum fue nuclear lo
que se escribía de ciertos poetas peruanos, como Moro y Eielson, que a la fecha
son batallas ganadas, y claro, también la revista perdió algunas batallas, como
la de Gastón Fernández, aunque si vemos bien la figura, quizá aún no sea el
tiempo de este peculiar y extraordinario escritor.
Si hoy en día vemos un interés por Moro
y, en especial, por Eielson, se lo debemos, y no en poca medida, a la labor que
cumplió esta revista, que a lo mejor no tuvo el reconocimiento que merecía en
su época, pero el reconocimiento poco importa a estas alturas. Se hizo obra y
eso es lo que vale.
1 Comentarios:
Mérito de sus impulsores como Carlos Estela o Edgar Saavedra
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