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Domingo de descanso y sueño. Me levanto
tarde, con la idea de leer y escuchar algo de música. Felizmente, este ha sido
un día de sol calmado y he bebido miles de litros de agua helada. Y también he
fumado menos, algo que me parecía imposible conseguir, aunque sé que tarde o
temprano me pondré a prueba ante las llegadas de las tembladeras de la
ansiedad.
A eso de las dos de la tarde me llama
una amiga que me pregunta por un asunto muy puntual, por un dato bibliográfico
que viene trabajando una tesis sobre Valdelomar. Obvio que la voy a ayudar,
cuando me haga de tiempo en los próximos días, pero resulta que ubico el dato
que buscaba en uno de los libros que estaba leyendo. Entonces, me conecto al
Face para mandarle un Inbox y así darle las coordenadas de lo que busca.
Mi idea es parar a lo mucho diez minutos
en mi cuenta. Pero no es así. No sé si haberme quedado un rato en el Face fue
bueno o malo, de alguna u otra manera, este post obedece a lo que vi, porque lo
que vi me hizo pensar en lo cagada que está nuestra intelectualidad de
izquierda y sus eclécticos representantes del mundillo literario peruano.
Una bronca virtual entre dos escritores
y un artículo de Jeremías Gamboa llamaron mi atención (no puedo poner el enlace
porque no estoy suscrito a El Comercio). En su artículo, Gamboa nos habla del
racismo. Presto especial atención a una idea que bien puede pasar desapercibida,
más o menos así: los que luchan contra el racismo son los primeros en avivarlo.
Quien esto escribe conoce, ahora sí para
mal, a muchísimos escritores e intelectuales abiertamente de izquierda que
nunca faltan en marchas, manifestaciones, que, además, no titubean al momento
de firmar un documento colectivo, siempre y cuando ese documento venga amparado
por una firma de renombre.
Una de las razones que me llevaron a
alejarme de esta gente fue precisamente la verdadera bestia que llevaba dentro,
que salía a flote en el confesionario estimulado por el alcohol. Lo que me
aterraba era su racismo solapado, en principio, para luego ser abierto y por
demás descarado. Una persona de izquierda en el Perú no
duda en pasarse la coherencia del discurso por los huevos. Les llega altamente.
Eso me consta y ya quiero ver al Kamikaze que salga a desmentir lo que digo.
Para mí, el racismo es el principal
problema que tiene este país. Mucho más jodido que el de la delincuencia, la
falta de cultura, etc. Es pues la gangrena que ha viajado por nuestras generaciones
durante siglos, está prácticamente en nuestro ADN. En parte me parece ideal que
se discuta este tema, pero cada vez soy más partidario de reprimirlo a la mala,
en donde más duele. Pues bien: ¿qué hacer con estas bestias
y pequeñas bestias que dicen buscar el bien común y que son los primeros en marketear
su racismo, bien por chispoteadas no presupuestadas o porque no pudieron
controlar su cólera?
Cuando vi en Face la pelea entre estos dos
escritores peruanos, en donde cada quien soltó lo mejor/peor de su arsenal verbal,
puse atención en lo que decía el hombrecito de izquierda, mostrando a la platea
su fétida esencia, su racismo a flor de piel, su vulgar valentía que solo puede
ser patentizada en un medio virtual, porque en la práctica, en la realidad de
la calle, no es más que un cobarde, un ducho en insultos y bajezas dirigidas a
hombres y mujeres, incapaz de pedir disculpas.
Lo he dicho varias veces, y una vez más
no le hará mal a nadie: si la izquierda de este país fuera normal, o sea, con
sus problemas y demás, pero ante todo normal, como sí lo es en otros países, no
tendría problema alguno en abrigar el discurso de la izquierda local. Mientras
tanto, prefiero que me llamen derechista ultramontano, calificativo que me lo
paso por los huevos.
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