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Llegará el día en que tendremos que
cambiar a la fuerza nuestro horario laboral, al menos durante el verano.
El calor ha estado insoportable.
Sin duda, no hemos hecho otra cosa que
malograr el clima, asesinarlo y burlarnos de él. Ahora es el clima el que nos
asesina y se burla de nosotros.
De todas las ferias de libro a las que
he ido, esta ha sido la más desalmada. Ya sea por el calor, o la lluvia, como
la del último sábado, casi lograron que abrace la rebeldía y mande todo a la
mierda. No sé cómo terminé la instalación del stand de Selecta en la feria de
La Católica.
Pero misión cumplida a fin de cuentas.
Me la pasé durmiendo, o tratando de
dormir luego de cada duchazo, el último domingo, con la idea de empezar con
todo la Feria del Libro de la PUCP.
Empecé con todo y creo que resistí el
calor. No sé cuántas botellas de agua mineral habré terminado, pero bien que
las botellas de agua mineral me ayudaron a avanzar mi libro de polémicas
literarias, como el hecho de terminar el cronograma de actividades que
realizaré cada quince días en la librería El Virrey de Lima, en donde, según
mis aspiraciones, trataré de mostrar lo mucho o poco que aprendí de las
entrevistas de The Paris Review que devoré y sigo devorando.
A eso de las seis de la tarde, dejé de
hacer lo que estaba haciendo y me puse a leer el último cuento de Reinos de la chilena Romina Reyes. Esta
lectura me hizo pensar, una vez más, en la posibilidad de ver más hacia el sur,
ver más a sus nuevas voces para tratar de hallar el secreto que impulsa
poéticas como la de esta chica.
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