martes, marzo 24, 2015

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Llegará el día en que tendremos que cambiar a la fuerza nuestro horario laboral, al menos durante el verano. 
El calor ha estado insoportable. 
Sin duda, no hemos hecho otra cosa que malograr el clima, asesinarlo y burlarnos de él. Ahora es el clima el que nos asesina y se burla de nosotros. 
De todas las ferias de libro a las que he ido, esta ha sido la más desalmada. Ya sea por el calor, o la lluvia, como la del último sábado, casi lograron que abrace la rebeldía y mande todo a la mierda. No sé cómo terminé la instalación del stand de Selecta en la feria de La Católica. 
Pero misión cumplida a fin de cuentas. 
Me la pasé durmiendo, o tratando de dormir luego de cada duchazo, el último domingo, con la idea de empezar con todo la Feria del Libro de la PUCP. 
Empecé con todo y creo que resistí el calor. No sé cuántas botellas de agua mineral habré terminado, pero bien que las botellas de agua mineral me ayudaron a avanzar mi libro de polémicas literarias, como el hecho de terminar el cronograma de actividades que realizaré cada quince días en la librería El Virrey de Lima, en donde, según mis aspiraciones, trataré de mostrar lo mucho o poco que aprendí de las entrevistas de The Paris Review que devoré y sigo devorando. 
A eso de las seis de la tarde, dejé de hacer lo que estaba haciendo y me puse a leer el último cuento de Reinos de la chilena Romina Reyes. Esta lectura me hizo pensar, una vez más, en la posibilidad de ver más hacia el sur, ver más a sus nuevas voces para tratar de hallar el secreto que impulsa poéticas como la de esta chica.

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