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Los fines de semana me dedico a ver
películas. Trato de ver todos los días una película diaria, pero son los fines
de semanas en los que intento ver cuatro, por lo menos. Prácticamente no
escribo, solo leo y veo películas. Podría pensarse que ando muy al tanto de las
novedades de la cartelera, pero no, lo que hago es volver a las películas
setenteras y ochenteras que se me antojan, como también llenar los vacíos. Por
más que sigas la trayectoria de un director, y con mayor razón si este es
prolífico, nunca llegas a conocer todo de él. Al menos, ese es mi caso. Admiro
a muchos directores, pero al momento de los tributos emocionales, me doy cuenta
de que me faltan uno que otro título, los cuales quiero ver, pero esas ansias
me sobrepasan y me disminuyen al querer comprarlos y no encontrarlos, tal y
como me sucede, quizá a manera de castigo por no haberlos visto en su momento.
Este domingo no iba a ser distinto a los
otros. Al menos, no quiero repetir lo del domingo pasado, en que me quedé hasta
tarde terminando y revisando un ensayo sobre Miller. Después de mandar ese
ensayo, me propuse no volver a escribir los domingos. Obvio, lo dicho atenta
contra lo que algunos escritores jóvenes y trajinados dicen, que no hay que
postergar la urgencia por escribir. En lo personal, siempre he pensado en lo inútil
que es escribir bajo la urgencia. ¿No sé qué puede salir de la urgencia? Creo
que muy pocas cosas para destacar. Al menos ese es el convencimiento al que
llego luego de leer los libros de los escritores que hablan de la urgencia.
Obviamente, no solo me refiero a lo que escriben los escritores peruanos, también
lo he visto en no pocos autores extranjeros.
Sobre la escritura pueden decirse muchas
cosas, como este rollo barato de la señalada urgencia. En ese sentido, no me
hago muchos problemas porque veo como una total pérdida de tiempo los discursos
que se hacen sobre ella. Para escribir, como señala King en Mientras escribo, no se necesita de un
gran talento, de un don que te diferencie de los demás. Solo hay que tener la
sensibilidad lo menos ahuevada posible y administrar esa urgencia, urgencia que
para mí no es más que un eufemismo de la ociosidad.
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