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Llegué muy temprano al Virrey de Lima,
porque debía coordinar la conversa de mañana con María José Caro, de paso,
también debía poner en agenda al escritor invitado del viernes 19.
Estuve no más de veinte minutos y
aproveché, de paso, en ver los nuevos libros que han llegado.
Aún era temprano para abrir la librería
y mi estómago me pedía un desayuno, uno frugal pero también con sustancia.
Prendo un Pall Mall rojo, el primero de
la mañana y el último hasta las cuatro de la tarde, y camino por el Jirón de La
Unión, hasta la Galería Boza. En la entrada de esta galería, que en su momento
conoció tiempos mejores, encontramos un pequeño puesto de comida, en donde se
venden panes con pollos, empanadas de pollo y carne, chicha, chocolate y café.
Me topo con un grupo de turistas que le
dan su aprobación al guía turístico que los llevó allí a comer empanadas. Pido
un pan con pollo, que me gusta porque el pan es ciabatta y le pregunto a la
señorita que le ponga a mi pan generosas dosis mayonesa y ají. Pese a que llevo
un termo con café, pido un café y me quedo allí hasta terminar de comer.
Una de las cosas que siempre señalo del
Centro Histórico, es que puedes encontrarte con muchas personas que no veías en
mucho tiempo. Hoy no es la excepción, porque me cruzo con Fernando, un joven lector,
asiduo visitante de Selecta, que ha venido al centro a hacer un inevitable
trámite en la Sunat.
Intercambiamos algunas palabras y se
compra también un pan con pollo, más su cafecito.
Fernando se está formando como lector y
me hace sentir bien que siempre me pregunte, ahora me pregunta por las novelas
del XIX, si en verdad valen la pena o no en este mundo lector cada vez más
ahuevado por las novedades.
Le digo lo que le diría a un joven que
tiene todas las ansias de leer vorazmente, que anhela recuperar el tiempo
perdido, según él. Para empezar, le digo que no se preocupe en recuperar el
tiempo perdido, sino que lea, que lo haga estudiando el respiro que hay entre
las palabras, descubriendo el secreto de la poética del autor. Para este fin,
las novelas decimonónicas encierran más de un camino a seguir. Nada de lo que
se escribe hoy se justifica si pasas por alto estas novelas. Le sugiero que
pase de los contemporáneos, que se esfuerce y entrene como lector. Fernando me
escucha y le pido que no apunte lo que le digo en el cuadernito que tiene en
manos. Solo le pido que recuerde lo que le sugiero y que se deje de guiar por
el olfato de la intuición. No te va a gustar todo lo que vayas a leer del XIX,
pero recuerda que te va a servir.
Nos despedimos y caminé hacia la
librería.
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