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En las próximas horas tendré un nuevo
sobrino(a).
Yesenia se ha llevado mi celular
Movistar para estar en contacto con la familia y yo he tenido que quedarme en
la librería para terminar de preparar todo el material que se llevará a la
feria de Arequipa. Aún no sé si iré, aunque lo más probable es que sí. No niego
que siento una tensión por la nueva criatura que va a nacer, criatura que no es
mi sangre pero que sin duda con el tiempo me llamará cariñosamente tío.
Salgo un toque a Miraflores a recoger cheques.
Algunos relacionados a los trabajos de la librería y otros en cuanto a mis
actividades alimenticias. En el trayecto percibo de otra manera la ciudad. Sin
duda, más de uno se ha llevado una sorpresa con este invierno que no tiene nada
de tal, sino uno cuasi veraniego, que me obliga a caminar despacio para no sudar,
al menos, eso es lo que me ocurre, suelo sudar más de la cuenta. En el camino
al segundo punto miraflorino me compro una botella de agua mineral sin gas,
además, tengo algo de hambre y voy a La Lucha por un sanguchón de pavo.
Mientras espero que me llamen, releo algunas páginas de esa brutal
autobiografía de Martin Amis, Experiencia.
Cada día este se me hace se me un libro
más abierto, mucho más de lo que pensé cuando lo leí por primera vez. Cuando
regreso a él, lo hago en función al tema que me interesa. En este caso, a las
páginas que Amis le dedica a su madrastra, la escritora Elizabeth Jane Howard,
a la que califica como la mejor de su generación junto a, nada más y nada
menos, Iris Murdoch. Cuando leo o escucho de Murdoch, se activa mi atención.
Quizá Murdoch sea mi narradora predilecta, de la que escribí una reseña hace un
tiempo en Buensalvaje, sobre su novela Henry
y Cato.
Lo que en principio era una lectura para
pasar el rato, se ha convertido en las últimas en una especie de obsesión,
porque me pongo a buscar algún libro de EJH.
*
Actualización: fue mujer. Bienvenida,
Luciana.
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