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No me levanté temprano, como sí otros
días. Tampoco era tarde, solo llevaba hora y media de retraso en las cosas que
pensaba hacer en esta mañana de sábado. Abrí el archivo que vengo escribiendo
sobre uno de los mejores editores en español hoy en día. Leía lo avanzado y
tachaba párrafos para luego mejorar la idea. Por momentos me trababa en el
estilo, como también en el contenido de lo que quería transmitir de este
editor.
Vuelvo entonces a las redes sociales,
porque me acaban de pasar el dato de una buena entrevista a James Ellroy. Tengo
que entrar a las redes sociales para dar con el enlace de la entrevista en
cuestión. Pero me quedo un rato mirando muy al vuelo lo que hacen y suben algunos
contactos, pero ahora sí medido para no tener la mala experiencia de los días
anteriores. Pero me quedo un toque más de lo que debía, puesto que encuentro
las fotos de dos amigas, que son asiduas lectoras de Selecta: Pamela y Karina.
Si los cálculos no me fallan, ambas no
deben pasar del cuarto de siglo, muy jóvenes, sensibles y sumamente salvajes.
No pasan desapercibidas y, al menos en el caso de Pamela, es de armas tomar.
Seguramente lo será también Karina, pero a ella todavía no la veo masacrar a un
tipo con ínfulas de seductor en plena calle, valiéndose de los conocimientos de
las técnicas marciales orientales.
Ambas no se conocían, pero se conocieron
en Selecta. En este lugar también se enteraron de que estudiaban en la misma
universidad aunque en ciclos distintos. De paso, como mujeres buenas de
carácter, exhibían un furioso y romántico izquierdismo. Nunca les he dicho nada
sobre sus posturas políticas, por la sencilla razón de que siempre he visto en
ellas una coherencia, como la que vienen demostrando últimamente contra los
abusos que el estado pretende legitimar contra la mujer. Junto a un grupo de
amigas más, se reúnen y salen a protestar, tal y como hicieron hace unos días
atrás, hecho que testimonian en las fotos que estoy viendo.
Miro las fotos que han subido al Face,
parecen guerreras a las que no les importan las represalias de las fuerzas del
orden, que les lanzan gases lacrimógenos. No retroceden, más bien, alzan más la
voz y meten miedo a los policías, que no creen en la debilidad de las mujeres,
la aparente debilidad, pero sí en su mirada impregnada de fuerza ventral,
producto de la convicción que tienen de sus propósitos. ¿Qué decirles? Por un
momento, me siento tentado en escribirles y así expresarles lo bien que me hace
ser su amigo, pero no, pienso que este gesto será insuficiente, por eso, me
limito a un sencillo y genuino Like.
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