viernes, julio 03, 2015

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He venido varias veces a Arequipa, pero en las ocasiones en las que he permanecido más tiempo, se ha debido a mi participación en ferias de libros, experiencia que me permite conocer la ciudad de un modo en que deben conocerse las ciudades, en su día a día y en la interacción con las personas en su desmaquillada expresión. 
Ayer en la tarde, por ejemplo, las cosas en la Plaza de Armas estuvieron a nada de salirse de control. Puedo entender los reclamos y protestas contra la minería, pero también pude ser testigo de lo que al respecto piensa otra facción de la ciudad sobre los proyectos mineros. Me preguntaba, mientras me alistaba para una posible acción a tomar si es que las cosas se calentaban más de lo debido, en cómo era posible que no existiera un diálogo, pero uno que significara un genuino progreso para esta zona del país, eso: un diálogo entre ambas partes, no lo que ahora vemos, partes que no están dispuestas a retroceder en sus intenciones, cada una más bárbara y estúpida que la otra. 
Ver lo que vi ayer, escuchar lo que escuché, cruzar la información necesaria sin buscar cruzarla, daría muy buenas luces a los opinólogos capitalinos sobre la situación que se vive en el sur, o más precisamente, en estas zonas “afectadas” por la minería. Un poco de trabajo de campo no haría mal a los neoliberales brutos, tampoco a los izquierdosos tribuneros.

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