viernes, agosto 07, 2015

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Alguna vez he dicho que soy muy sensible al sol. Ahora que estamos con esporádicas manifestaciones solares en pleno invierno, y si estas manifestaciones me cogen en plena calle, no tengo otra opción que buscar un lugar con sombra, de paso que me alisto una nueva dosis de cremoso bloqueador. 
Me encontraba caminando por Javier Prado, pero el sol salió y debí encontrar un lugar, sentía la quemadura y el olor creciente de la piel que se tuesta. Fui pues en busca de este lugar, que fue finalmente un café ubicado entre Aviación y Javier Prado. Pedí un jugo de granadilla con mandarina, más un café que me servirían después. Puse el bloqueador sobre la mesa, pero al sacarlo me encontré con el ejemplar de la novela Qué fue de Sophie Wilder (Libros del Asteroide, 2013) del narrador gringo Christopher R. Beha. 
Esta novela la terminé hace un par de semanas y no sé por qué aún la tenía en la mochila. Al cabo de un rato supe que la tenía allí porque dejé esa mochila por otra durante los días de la FIL. La sorpresa era benéfica, ya que me puse a releer la novela, una novela que es muy buena en su sencillez narrativa. Beha es también un estilista, pero ante todo una pluma de narrar historias. Recuerdo que la leí en cuestión de dos días, en las horas y minutos muertos que siempre hay en toda jornada laboral. 
Más de una vez amigos y conocidos me preguntan en qué tiempo leer con todo lo que se tiene que hacer durante el día. Al respecto no me hago problemas, yo tengo libros para leer en casa y los que me sirven para leer durante el día. Es solo agarrarle la maña y explotar el libro en todo lo que se pueda. Pues bien, Qué fue de Sophie Wilder es estupenda, no solo en la experiencia de la lectura, sino que se ajusta para ser picada en los tiempos muertos. 
Quizá para algunos el argumento no sea del todo atractivo, aunque para mí sí lo es: Charlie Blakeman es un escritor frustrado que recuerda a su ex novia de la universidad, Sophie, que sí ha tenido éxito como escritora, y quien reaparece en la vida de Charlie después de muchos años. Charlie retorna emocionalmente a los fantasmas de sus años universitarios a razón de este reencuentro, pero Sophie vuelve a irse, sin previo aviso, de la misma manera en que reapareció. Entonces Charlie decide escribir la vida de la mujer que aún ama. De eso va, Beha nos ofrece un mosaico de lo que pudo ser y de lo que no fue de las vidas de Sophie y Charlie. Sophie se nos revela en estas páginas como una mujer de armas tomar, quizá como la más tierna, solidaria, escéptica y suspicaz, como también una devoradora de hombres a los que deja destrozados, porque hay algo oscuro en su mundo emocional, que Beha desmenuza con inteligencia, manteniendo el interés del lector, conectando con él, por la sencilla razón de que todos fuimos alguna vez Charlie o Sophie, sensibilidades que solo aspirábamos a vivir, experimentar, y claro, también cargar con disgusto las consecuencias de aquello que decidimos vivir y experimentar. 
Olvidé usar el bloqueador, el sol se había retirado y sentía el embate del frío. Pedí otro café. Lo pedí por pedir, sin pensar en que tenía que tomar un taxi a mi destino de la tarde, pero poco o nada importó ese destino. Estaba nuevamente en la novela y me gustaba esa sensación de regresar a lo ya recorrido. Esto es lo que también debería hacer una buena novela: hacer que pospongamos nuestras responsabilidades, no una, sino más de una vez.

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