lunes, agosto 31, 2015

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Desde hace un tiempo me despierto ajeno a las noticias del día. Prefiero saber de estas en el curso de las horas o en todo caso en la noche. En vez de ello, sintonizo Fox Classics o escucho un cd. Hoy preferí lo segundo, puse en la lectora a The Kinks, una compilación personal de sus mejores canciones. No hay mejor manera que empezar un lunes que escuchando a The Kinks. Más de una vez lo he dicho: hay que hacerle justicia a The Kinks, sacarlo de esa parcela para caletas en la que se alaba a las bandas de culto. 
A lo mejor, la aparición de esta banda se dio en un contexto en donde se podía encontrar bandas con mayor arraigo en publicidad, más una exhibición de necesario escándalo. Tampoco digo que The Kinks haya sido una banda de zanahorias. A diferencia de las otras, esta banda hacía sus travesuras detrás de la puerta. Sé que esta impresión poco o nada ayuda en una valoración musical, pero también nos puede ayudar a comprender la situación de una banda que musicalmente sigue fresca, una banda de la que podríamos decir que respeta la pureza del rock. No hablamos de una poética musical anquilosada, ya que ha sabido abrirse a nuevas tendencias, sin abandonar la luz de sus raíces. 
Desde que escucho a The Kinks, mis lunes son mejores. Lo hago segundos después de ver la película diaria, la misma que pongo en la lectora del dvd a las 5 de la madrugada. En este sentido, y sin darme cuenta, he llegado a la conclusión de que me he convertido en un animal de costumbres, extrañando las épocas en las que hacía mis cosas a mi regalada gana. Pero en estas nuevas costumbres, me siento, no lo niego, más productivo. A saber, la lucha contra la depresión se me hace mucho más fácil, ya no me es tan jodida como sí lo era antes. En eso reconozco su valía. Sé también que esta impresión es temporal, lo sé por experiencia, mis estados de ánimo suelen cambiar muy rápido, soy como un río que en una hora puede experimentar cuatro cambios de corriente, es decir, nada más alejado de uno que el odio o la alegría sostenidos. 
Hablando de odios y alegrías. Ni bien llego a la feria de PUCP, me conecto a Internet para revisar mis correos y mi cuenta de Face. Encuentro en ellos alegría y resentimiento a causa del texto de Ampuero sobre narrativa peruana última, publicado ayer en El Dominical. Iba a responderle al más iracundo de todos, pero a los segundos pensé para qué, hice lo mismo con los más felices que se sienten canonizados. Más bien, lo que sí haré será comentar el texto de Ampuero, porque si algo tengo que decir, prefiero dejarlo por escrito y de esta manera me evito tener que responder esta avalancha de mensajes virtuales de los felices y resentidos.

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