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Me levanté temprano. Mi idea era
desayunar tranquilo, mientras leía los diarios del día y respondía algunos
mails. En algunas horas, cerca de las 3, me encargaría de la desinstalación del
stand de Selecta en la Feria del Libro de la PUCP. Tenía todo listo para supervisar
la cargada. Los hombres contratados cumplían con las exigencias de seguridad
que viene exigiendo la universidad desde esta edición.
Entre los mails que revisaba, un lector del
blog me comenta, casi extasiado, la película Adaptation de Sipke Jonze. Le respondo, reforzando más su impresión,
porque es una película que me gusta también. Aunque me es imposible no sentir
una desazón, porque hasta la fecha no puedo leer el libro que inspira la
película: El ladrón de orquídeas de
Susan Orlean.
Con este libro de Orlean tengo un
escozor emocional. No lo he leído por huevón, por haber sido lo que más critico
de los demás. Un confiado. Me fastidia pues subestimar las situaciones, peor
cuando hablamos de personas. Durante años buscaba ese libro, aunque el mismo no
estaba dentro de mis prioridades. Cierta noche de agosto del 2013, caminaba por
Camaná rumbo a casa. Tenía algo de tiempo y no me sentía cansado, así es que
ingresé a un galpón de libros y me puse a buscar desconfiadamente. Quizá fue mi
mirada desinteresada la que hizo que me fijara en este libro de Orlean. Tenía dinero
para comprarlo y me dije que la compraría al día siguiente. Total, al menos en
Lima poca gente conoce a Orlean. Y muy poca gente sabía que del libro se hizo
una película. Entonces dejé pasar la oportunidad para comprarlo al día
siguiente. Al día siguiente me acerqué al galpón y el libro seguía allí,
mostrándome la maltratada silueta de su lomo.
Igual que la vez anterior: no lo compré.
En esa actitud estuve durante varios
meses.
Hasta que cierta noche de finales del
2013, me animé a comprar el libro. Cerré la librería con el apuro feliz de los
presos de la ansiedad. Llegué al galpón, sudado, sabiendo que pasaría la
madrugada leyendo ese libro. Pero la cagada. El libro ya no estaba. Lo había
visto dos días antes y ya no estaba. Respiré hondo e intenté sobreponerme.
Todavía busco el libro y le he
pedido a mi amigo El Caminante que me lo consiga. De hacerlo, le pagaré con
tres buenos almuerzos.
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