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Lo más difícil del fin de semana fue la
desinstalación del stand de Selecta de la Feria del Libro de la PUCP. A pesar
de los requerimientos, me di maña para cumplir con todos los requisitos de
seguridad que ahora están pidiendo, aunque lo ideal sería que esos
requerimientos se hagan con la debida anticipación.
Como no tenía que cargar nada, solo
supervisar, aproveché el tiempo en ir leyendo una novela que se pinta de
magistral: El expreso de Tokyo de
Seicho Matsumoto.
No sabía nada de Matsumoto.
Y me alegra saberlo ahora. Y me alegra
más que este libro sea una novela negra en el más puro sentido del término.
Eso es lo paja del olfato lector:
siempre estás a la caza de buenos títulos, llevas a cabo tus cábalas, dejas de
lado las buenas costumbres literarias para convertirte en un hedonista de las
buenas historias. Es que soy un lector que necesita
historias, de nervio, con personajes con los que me pueda identificar, capaces
de sangrar más de lo que yo sería capaz de sangrar, personajes pues más reales
que los poseros con los que inevitablemente te cruzas por el camino.
Si el ritmo no decae, estaré terminando
la novela el martes, y si el tiempo me lo permite, haré una reseña de la
novela, que es lo que deseo finalmente.
Lo bueno, sin duda lo mejor, de este fin
de semana, fue que me di una caminata por La Punta. Cuando bajamos del taxi, la
idea era almorzar algo marino, pero la proliferación de restaurantes y
comensales que deglutían productos marinos hicieron que se me quitaran las
ganas de comer algo marino. Por un momento, barajé la posibilidad de salir de
La Punta y comer algo casero, pero las cosas pasan por algo, ya que vi un
restaurante de pastas, el cual era la primera vez que veía, puesto que venía a
la punta después de varios meses. Me quedé mirando ese restaurante. Su pinta
parecía más el de una casa. Y decidimos entrar allí.
Disfruté lo que pedí: canelones de pulpa
de cangrejo.
Luego caminamos un toque por el malecón
y disfruté como pocas veces de unos picarones. Quienes me conocen, saben que no
soy nada dulcero, entonces, si me gustaron los picarones el día de hoy, es
porque estos estuvieron buenazos.
Necesitaba un domingo así, libre y sin
preocuparme de nada. Sin tener que responder mails, ni Inboxs, alejado sin más
de las pequeñeces de la vida.
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