de espaldas a la realidad
Si nos aunamos a la opinión común,
podemos decir que la narrativa peruana comienza a vivir un buen momento. De lo
que viene escribiéndose en estos años, tenemos para todos los gustos, lo cual
es bueno y edificante, pero lo que sí me causa sorpresa es la poca disposición
de nuestros escritores para acercarse a la realidad en todo el paisaje de su
crudeza. No, no hablo en función a la práctica de una ideología plasmada en la
obra literaria, o como sustento de la misma, sino a un desinterés por un género
que nos permita entender mejor nuestro contexto, el de hoy, teñido de sangre, violencia
y corrupción.
Sé que tenemos voces narrativas que
vienen escribiendo de la violencia, no necesariamente política, sino de la
violencia en un sentido más amplio, una violencia cotidiana y social. De alguna
manera, la violencia de la que escriben yace en los terrenos de la más absoluta
estética literaria. Pues bien, cuando líneas arriba me refería a nuestro
contexto teñido de sangre, violencia y corrupción, lo hacía en relación a la
carencia de un género que la represente, al hecho de que no estamos
aprovechando un género idóneo, un género que el mercado editorial ha convertido
en plástico, pero que nuestra realidad bien podría regresarlo a su estado de
pureza, cosa que podríamos forjar una tradición fuerte en el género policial.
Eso es lo que viene pasando. Con todo lo
que vemos, hasta en sus lados más circenses, el contexto peruano está llamado a
cimentar una tradición en narrativa policial. Cuando me refiero a tradición en
narrativa policial, no cuento con las incursiones de ciertos autores en este
género, como Alonso Cueto, Mirko Lauer, Peter Elmore, Fernando Ampuero, Vargas
Llosa y el recordado Carlos Calderón Fajardo, que a lo mejor han incursionado
en él bajo el ánimo de la curiosidad y la experimentación temática.
No hay que negarlo, el género policial
es llamativo, en donde no solo podemos encontrar divertimento, sino también
cimas literarias. Por esta razón, la inquietud se asienta más, porque se está
dejando pasar una oportunidad única para comenzar a sacarle el jugo a este
género que más temprano que tarde nos podría ofrecer novelas que podamos
calificar de maestras. Entonces, ¿a qué se debe el desinterés de los escritores
peruanos actuales por este género rico en posibilidades? Las respuestas podrían
ser variadas y en busca de una me lancé en algunas especulaciones, quizá más de
una chocante, pero son especulaciones en buena onda.
Todas mis especulaciones yacen en un
estado por demás vergonzoso. El estado: la experiencia de la lectura en muchos
escritores peruanos ha empezado tarde. No me refiero a que no lean. Ese no es
el punto. Me explico mejor: la mayoría ha empezado a leer en los años formativos
ni bien terminaron el colegio. En esos años las lecturas son más canónicas en
todo sentido, no solo de autores nacionales, sino también de los foráneos. Esto
no me sorprende, conozco a narradores y narradoras que se resisten a leer a
Dumas, Salgari y Verne por considerarlas lecturas para adolescentes; o peor:
cuando les hablo de Conan Doyle y Agatha Christie, piensan en amas de casa y en
lectores limitados.
Bien sabemos que el género policial ha
sido por décadas desdeñado por la academia y por la llamada comunidad de
lectores cultos, que consideraban al género policial como un subgénero, una
literatura de divertimento pasajero. Con los años, el policial ha ido quebrando
barreras. Hoy en día habría que ser una bestia o un subnormal para no reconocer
los ecos perdurables de un Dashiell Hammett y un Raymond Chandler, por ejemplo.
En el caso peruano, percibo que el interés viene creciendo, pero crece gracias
a los grandes del género, por cuenta de lectores diletantes y, felizmente, ahora
desprejuiciados. Sin embargo, apunto a los narradores, a la nueva hornada
bañada en fama virtual y a los que anhelan estar en ella. ¿Qué pasa? ¿Por qué
el género les es tan esquivo? No creo que esta situación obedezca a un
desinterés, sino más bien a las lagunas que arrastran desde la adolescencia,
porque en esta etapa es cuando se lee a los grandes maestros del divertimento,
en donde el buen divertimento literario se cuela en la formación lectora que ni
las más ineludibles lecturas de textos canónicos va a poder desaparecer, sino enriquecer.
El policial seduce y gusta a muchos
escritores peruanos, pero el problema es que no saben cómo escribirlo. No
conocen la tradición, se sienten achibolados, traicionados, menos, por leer a los
mencionados Conan Doyle y Agatha Christie, igual con George Simenon, Manuel
Vásquez Montalbán, P.D. James, Patricia Highsmith, Juan Madrid, Leonardo
Sciascia y demás referentes ubicables. Echemos un vistazo a otras tradiciones,
como la chilena y argentina, que sí tienen una tradición en el género policial,
que pueden jactarse de tener genuinas obras maestras. No lo pienso mucho. Sus
escritores leían desde la adolescencia y leían el policial para pasarla bien.
Pensemos en la colección El séptimo
círculo de Borges y Bioy Casares, conformado por novelas policiales
inglesas. Esta colección no iba dirigida exclusivamente al llamado lector
culto, al lector de rarezas, sino al público en general.
Si el policial no ha prosperado en
nuestro país es debido a la carencia de una política cultural preocupada en
democratizar la lectura. El policial es solo un género perjudicado, una extensión
temática más junto a registros como el fantástico y el horror. Estos géneros se
asimilan en la adolescencia, por lo general es así, aunque esta no es una ley,
valgan verdades. Por ejemplo, esta impresión la comparten los narradores suecos
de policiales, que no se cansan en declarar que gracias a las lecturas de las
novelas de divertimento que leyeron en su adolescencia llegaron a ser lo que
son: los mejores hoy en día en el género policial. En apariencia, en Suecia no
pasa nada y de lo poco que ocurre allí, estos narradores saben cómo elevar el
crimen, que si lo comparamos con el crimen que acaece por estos lares, es
absolutamente nada o inocente. Pensemos en un capo del policial, esta vez
gringo, Richard Price, cuya poética es deudora de un híbrido entre Simenon y The Black Mask. Price se formó como lector
en las bibliotecas públicas de su ciudad, su primer amor fue el policial y, por
consecuencia, de adulto se propuso ser un escritor de novelas policiales (ten
en cuenta que fue uno de los guionistas de The
Wire). La llamada lectura de divertimento le reforzó la mirada hacia la
realidad y vaya producto que salió de esa formación, novelas de una brutalidad
tan actual, brutalidad de la que no es necesario conocer a fondo el contexto
que retrata, tan parecido al nuestro.
Ahora, que no pocos escribas locales
hayan empezado a leer tarde y su formación lectora dependa únicamente de textos
canónicos no es justificación para no conocer y leer a los cracks del policial.
Sumergirse en las páginas de las novelitas de Christie y Simenon bien puede
valer un curso intensivo de narratología. Estos maestros enseñan a narrar, son
maestros e hijos del extraordinario Dumas.
Por eso, querido narrador peruano
preocupado en narrar esta realidad privilegiada para los fines literarios, no
te avergüences, ni paltees si no eres sueco, mucho menos si no ha habido una
espectacular biblioteca pública en tu barrio. Nunca es tarde para comenzar. Si
te fascina el policial, si no tienes la más puta idea de cómo escribir una
novela policial sobre lo que, a saber, viene pasando en los puertos, en las
extorsiones a los empresarios, en los anticuchos de los gobiernos regionales y
en la narcopolítica, pues busca a los maestros del divertimento, a las voces
mayores del policial. No tengas roche. Y para animarte en la empresa y así te
vacunes contra las opiniones de los poseros que leen la última mentira
editorial sin haber revisado a Chaucer ni Tolstói, te cuento lo siguiente: en
el imprescindible libro de ensayos Celebración
de la novela, Miguel Gutiérrez cuenta que empezó a leer a los treinta y
cinco años las novelas de aventuras de Salgari, Dumas y Verne.
No digo más y ponte a leer, a recuperar
el tiempo perdido si es que te haces llamar narrador.
…
Publicado en LPG
3 Comentarios:
¿Y para ti cuales son las obras maestras impostergables? Recuerdo un comentario de Gide alabando a "Cosecha Roja" como la mejor del género.
¿Cuál es tu lista?
Un saludo
Gabriel:
Tienes razón, el género policial (o "detectivesca") es una veta importante que ha dado grandes obras literarias. Entre ellos, Conan Doyle y Agatha Christie (ambos ingleses, debo resaltar) son dos de los más grandes escritores. Se me ocurre también que podríamos incluir en la lista a Edgar Allan Poe (quien inauguró el género con el famoso Auguste Dupin) y Leroux (autor, entre otros, de "El misterio del cuarto amarillo") y Maurice Leblanc (autor de "El tapón de cristal"). Dijiste "cimas literarias", con razón: no es fácil contar una buena historia donde el protagonista verdadero sea, precisamente, la historia, y que esta, encima, contenga importantes reflexiones sobre la condición humana (donde se mezclen la historia y la filosofía, por ejemplo). La "densidad" de estas obras recae en las pericipecias de los personajes (los actos) y en las motivaciones (mayormente de índole moral o morboso) que estos tuvieron para hacer y deshacer la realidad según condiciones y deseos: todo está en la forma de contar los actos de la historia (prueba de ello, la facilidad con que a menudo "engancha" a los lectores). Bolaño, por ejemplo, tenía clara la importacia del género y la potencialidad que acarrea contar plantear una detectivesca. Muchos de sus libros consisten precisamente en eso: en búsqueda obsesiva por una, alguna, "verdad". Pensemos en sus novelas 2666 y Los detectives salvajes (por poner dos ejemplos). Regresando: lo de Conan Doye y Christie es no menos que impresionante. No nos olvidemos de "El nombre de la rosa", de Umberto Eco, para mí obra maestra del género policial: su personaje principal (no el narrador, Adso de Melk) es una mezcla entre Sherlock Holmes y Guillermo de Occam que produce un personaje complejo (Guillermo de Baskerville) y no menos oscuro que su antagonista (Jorge de Burgos), modelado a partir de Borges. La historia, además, ocurre durante el Medioevo, en una época crítica de la historia occidental en la que las ideas empezaban a tomar una clara divergencia con respecto de la oficialidad religiosa (católica), que dominaba la mentalidad de los pueblos, y los paradigmas entraban en contrapunto.
Paul
Ya, interesante la especulación. Pero tienes que ir más allá y poner en claro que en el Perú estás lecturas de entretenimiento son ignoradas en general, o sea, no hay un público que las solicite y pueda sostener una carrera dedicada a esta vertiente más comercial. Los suecos que escriben policiales hoy en día obviamente empezaron vendiendo harto en su país y de ahí trascendieron. Aquí alguien intenta algo en ese sentido y de seguro va a vender nada en comparación con un librito metaliterario cuyo autor tenga buenos contactos en la prensa y la argolla. Así qué autor tendría la motivación para seguir perseverando. Por eso tanto libro triste e intimista.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal