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Cerca del mediodía recibo la llamada de
Joe. En mi mente, retumban las imágenes y algunas escenas de Boarding Gate, película que he vuelto a
ver, más que nada por Asia Argento. Joe me pregunta si iré al almuerzo de
celebración. ¿Almuerzo de celebración?, repregunto. Sí, el almuerzo de celebración
por el premio Copé de Juan, dice Joe, a quien percibo feliz a razón de su
cuentario Los Buguis.
Es cierto, una noche antes, por medio de
mensajes de Face me habían contado lo de este almuerzo a celebrarse en un
restaurante del centro. Conozco el Dante, especializado en costillas de cerdo,
además, muy cerca hay muchos bares que serán los destinos a escoger luego del
almuerzo en honor a Juancito.
Joe me dice que también vendrán Eric, o
sea “Mr. Chela”, y “El caminante”.
Me desperezo y me animo a ir. Pero las
nuevas fuerzas son engañosas, he aprendido a no confiar en ese ánimo inicial
que no concretiza nada a medida que pasan los minutos, sucumbiendo al reclamo
corporal de las horas que han succionado hasta mis órganos vitales.
Le digo a Joe que no puedo ir porque me
siento muy cansado y con ganas de seguir metido en el sobre. Este cansancio es
raro, es mayor, mucho más que en años anteriores en los que mi despliegue
físico era saludado por muchos.
Por otro lado, me considero una presencia
extraña para los Zepita Boys, pese a ser el gurú intelectual de este grupo
vitalista y literario. Pues bien, este momento de celebración es solo para
ellos, del triunfo de una poética que no solo lo asocio al premio de “Cachetada”,
sino en especial a una actitud ante la vida y una coherencia moral con el
discurso literario y creativo que sostienen.
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