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Llegué a casa. No sé a qué hora. No
tenía sueño y me puse a acomodar algunos libros desperdigados en la sala y en
mi cuarto. Mientras buscaba un lugar para acomodarlos, Onur me perseguía,
mordiendo las suelas de mis zapatillas. Recordé las palabras de mi hermano
sobre el perrito: “la función del perro es cuidar la casa”, y le faltó: joder
como ningún otro animal.
Acomodé los libros en espacios de
anaqueles vacíos de mi nuevo estante de libros. Fui a mi cuarto y cogí la
novela de Robert Coover que estoy leyendo, La
hoguera pública. A la hora de lectura, me percato de varios fólderes manila
al lado de la Lap Top ubicada en el escritorio. Me puse de pie para ponerles en
las cestas de plástico en las que guardo los textos que escribo, como también
mis cuadernos y diarios. En estas dos últimas semanas, he estado ordenando mis
textos y me había olvidado de guardar esos fólderes manila. Cuando abrí la tapa
de la cesta de plástico en donde guardaría los fólderes manila, veo las hojas
sueltas de una novela corta que escribí en tres días, encerrado, a inicios de
año. La novela llevaba el tentativo título de Incitación. La volví a leer, ahora con un lapicero en mano, ante la
atenta mirada del perrito que por su bien sabe cuándo interrumpirme y cuándo
no.
Había mucho sexo en lo que leía. No sé
si tachar, pero vienen en mi ayuda algunas palabras del narrador Gálvez
Ronceros: “cuando escribes de sexo, tienes que ser lo más sucio posible, luego
en calma corriges”. Se las escuché a finales de los noventa en el Taller de
Narrativa de San Marcos. ¿Ayudaron esas palabras? Claro.
Como me acostaría en una hora, me puse a
leer las primeras veinte páginas de esta novela de ánimo sexual. Si metí el
lapicero, no fue para tachar o pulir las palabras u oraciones en cuanto a sexo,
sino más bien a descripciones de lugares y atuendos que usan los personajes,
por ejemplo. La novela fluía y me agradó que fuera así, aunque en la página 12
comencé a detectar algunas digresiones que se alejaban demasiado de lo que iba contando,
como si la novela se abriera a otra historia. Vi también las hojas no
escogidas, la tentación es fuerte, pero las dejé allí.
Busqué un clip y separé las hojas releídas.
Las junté con las no escogidas. Las guarde en la cesta, hasta nuevo aviso. Antes
de dormir, busqué una película para verla por partes, Holy Motors de Leos Carax fue la voz en la madrugada.
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