miércoles, febrero 10, 2016

"intimidad"

Hace dos semanas, luego de la conversa que tuve con Carlos Arámbulo, me quedé un rato más en la librería. Miraba los lomos en los anaqueles, como también las portadas en las mesas de exhibición. De entre los muchos títulos uno llamó mi atención, primero porque lo había leído hacía algunos años y segundo porque la edición de ahora era una edición limitada, en tapa dura, edición que habría de calificar de pulcra y bella en todo sentido. 
Intimidad no es la mejor novela del inglés Hanif Kureishi. O siendo más específico, no está entre las que le otorgaron la fama mundial que con toda justicia ostenta, pienso en El buda de los suburbios y El álbum negro. La poética de este escritor siempre ha estado pautada por el conflicto de la identidad cultural, tengamos en cuenta su origen pakistaní, el cual ha sido plasmado en más de un inolvidable personaje de sus novelas, personajes que no dudaban en poner en entredicho ese origen, aferrándose, a manera de cobijo, en las manifestaciones de la cultura popular, como el cine, la música y la moda. 
Al éxito de sus novelas, sumemos también la relevancia que Kureishi ha adquirido como guionista de cine, televisión y teatro. Bien podríamos definirlo como una máquina de escribir, solo le falta escribir poesía para cerrar el círculo de la escritura creativa. 
Pues bien, de alguna u otra manera, la obra narrativa del inglés ha caído en la irregularidad y esto es algo que muy pocos se atreven a afirmarlo como se debe. Una razón que podría explicar esta tibieza valorativa se asocia al enorme cariño que hasta la fecha se guarda por sus dos primeras novelas consagratorias, que bien vistas, han marcado la sensibilidad de un par de generación de lectores, por lo menos. Sin embargo, Intimidad se diferencia y se aleja de la señalada irregularidad de su obra. Esta pequeña novela exhibe los suficientes méritos para diferenciarse como su novela más personal. 
Nos enfrentamos a la decisión de Jay, un escritor y guionista cinematográfico que decide dejar a su esposa e hijos tras seis años de vida familiar. Para sus allegados, Jay ha dado la imagen de ser un hombre realizado y feliz, pero la convivencia con Susan ha experimentado un desgaste del que ya no quiere seguir formando parte. Jay lo tiene todo planeado, se irá a vivir durante un tiempo donde su amigo Victor. No le cuesta nada apurar la decisión, pero Jay comienza a recordar, a intentar en la memoria encontrar el motivo que le explique la razón de su debacle amorosa. Jay y Susan eran una pareja que tenía las cosas claras, a saber: educar bien a sus hijos sin que nada les falte, cada quien podía tener los amantes que quisiera siempre y cuando no se afecte la armonía hogareña y tenían la total libertad de desarrollarse en sus respectivos oficios. 
Intimidad es pues la metáfora de la memoria personal en su perspectiva amorosa. Es la manifestación de un quiebre de compromiso sentimental que el autor hilvana con maestría, sin exagerar pero cuidándose de la cicatería expresiva. Sin duda, en otra voz más efectista, la cosa hubiera sido un recuento detallado de plantones y encuentros hormonales, un muestrario de pequeñeces espirituales. 
¿Cuánto de autobiografía hay en esta novela?, se preguntará algún seguidor de Kureishi. Posiblemente más de lo que se pueda especular, pero de lo que no habría que tener duda es que Intimidad es una pequeña joyita de la novelística contemporánea.

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