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Tuve que salir en la noche, a un
concierto de ballet, que para mí tenía de novedad porque, no me tomó tiempo
saberlo, nunca había asistido a un concierto de ballet. No recordaba que había
pedido una entrada que pagaría la misma noche de presentación. Entonces, con
apuro me puse mi casaca y tomé un taxi a San Isidro. Si bien es cierto que
llegué tarde y no vi el concierto, la idea era pagar la entrada y así colaborar
con la noble causa del concierto: lo recaudado sería invertido a favor de los
niños del sur.
El regreso, obvio, fue mucho más
tranquilo. Caminé por El Olivar, a paso lento, revisando las últimas novedades
en el cel, viendo la furia de los aludidos en un post anterior. No niego que me
causaba gracia la indignación de los aludidos, palteados, dispuestos a todo
pero desagraciados para la ironía e inteligencia.
Me desconecté de la señal de internet.
Se me antojó comer un sanguchón,
entonces tomo un taxi al Centro Comercial Risso, y de allí tiro lata directo a
Mi Carcochita. Esperé la hamburguesa observando a los demás glotones que me
rodeaban, el frío los convertía en seres desarraigados, o esa era mi impresión,
pero ninguno miraba a otro lado que no fuera la parrilla. Solo miraba mi pedido
aunque también miraba la atención de un pata gordo, chato y peculiar, un chino chato,
a quien le caían las gotitas de sudor por las patillas, agucé la mirada y traté
de recordar, porque ese rostro me era conocido, pero no llegué a conclusión
alguna, puesto que recibí la llamada de “Jeremy”, que estaba muy contento por
la lectura de Los viernes en Enrico´s
de Don Carpenter. Me puse a hablar con él lo que recordaba de la novela, también
escucho que me llaman para recoger mi hamburguesa especial. Tomé asiento en el
borde de la vereda y seguí conversando sobre esa novela que funde vida y
literatura, tratando de recordar situaciones específicas, porque lo que sí
mantengo es la impresión, o sensación emocional, de cuando la leí.
Y de la nada me doy cuenta que desde
hace muy buen tiempo, años quizá, no me ponía a comer sentado en el borde una
vereda. Definitivamente, el mundo es distinto desde abajo, hasta era distinta
la manera en que el chino chato gordo devoraba un pobre sanguchón de pavo.
Obviamente, desde abajo sí lo había reconocido, pero no le di importancia,
puesto que comprobaba una vez más que el mundo es más chico de lo que pensaba,
pero había otras cosas en las que ocuparse, como el separar fecha para la
marcha del 13 de agosto. Ya mucha huevada contra el abuso y desprotección con
las mujeres en este país.
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