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A las 2 y 30 de la tarde salí de casa y
me dirijo a Miraflores, en la que conversaré con un amigo chileno, Luis, que
para más señas, es también escritor y editor. En el taxi, leo la edición de
Tusquets de La conciencia del límite
último de Carlos Calderón Fajardo, novela que presentaré en unos días en la
FIL, con Francisco y Pablo.
Le pedí al taxista que bajara el volumen
de la música que estaba escuchando. Me pidió disculpas por la música y que
entendía que no me gustara, porque se la había pedido el pasajero que me
antecedió. No me hice problemas, algo de Pink Floyd, el “Dogs” podría sonar muy
bien en esta tarde gris y fría; el frío me embestía con fuerza inusual, misma fuerza
recargada con la firme intención de hacerme partícipe de ese malestar que tanto
temo, con el que sí me dejo de huevadas, ajá, la gripe.
Entonces pienso en las maneras que
podría alejar la gripe, de una vez y para no ausentarme en los próximos días,
de las actividades en las que participaré. Mientras barajo mis cábalas, porque
soy un hombre de cábalas, llego a mi destino. Pago la carrera y me dirijo al
encuentro con Luis, con quien me quedo conversando de todo, en perfecta
sintonía de los temas que abordamos, tanto en narrativa como en ediciones.
Aunque claro, con más de un punto de desencuentro, pero nada del otro mundo, una
conversa pautada por las ideas uniformes, jamás será una conversa.
Pienso en caminar un rato por Miraflores,
pero recibo una llamada. Hay que regresar a casa cuanto antes, porque mañana
será el homenaje de Kloaka a Eduardo Chirinos en Sur. Lo que pensaba que me tomaría
más tiempo, lo resuelvo en pocos minutos. Igual, me alegró volver rápido a casa
y ayudar a mi madre en algunos arreglos de la sala y ponerme a revisar, en
calma, los libros que he recibido en los últimos días.
Dentro de un rato, retomaré la lectura
de la novela de Carlos. No sé cuántas veces la he leído desde que la leí por
primera vez, solo sé que se trata de una pequeña obra maestra que no dudaré en
recomendar cada vez que pueda.
Eso.
1 Comentarios:
Gran libro de Carlos Calderón Fajardo
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