"marienbad eléctrico"
En una primera impresión, podría sonar
exagerado, pero si pensamos en calma, llegaríamos a una conclusión por demás
iluminadora: en la poética de Enrique Vila-Matas yace el camino, seguramente el
paradigma, o en todo una caso una vía de asimilación de aprendizaje, de la
narrativa escrita en español, para su presente/futuro del presente siglo.
Nos referimos a una poética que ha ido
ganando legitimidad, que se ha mantenido fiel a sus postulados desde los
inicios de su construcción. No es poca cosa, si es que tenemos en cuenta que no
pocas voces forjan trayectoria de acuerdo a cómo se mueven los vientos de las
modas y tendencias literarias, de las que la industria sabe sacar provecho en
relación al tiempo-espacio histórico en que suceden.
La obra del autor catalán ha sabido
distanciarse de esta especie de tentación, adentrándose en los recovecos que
depara la búsqueda del estilo conducido y alimentado por el humor, marca de
agua que podemos ver en absolutamente todos sus títulos, y no solo me refiero a
los de ficción, sino también a los que conforman su obra ensayística, que
haríamos bien en prestar mucho más atención porque sin en esta nos resultaría
muy difícil apreciar en su justa magnitud aquello que proyecta su poética.
Entre sus no pocos títulos, tenemos un
par de satélites que nos ayudan a enfrentar la actualidad de la escritura de
Vila-Matas. Uno sobre la apertura en la experiencia de la escritura, Dietario voluble (2008), y otro de corte
político, Perder teorías (2010).
Hablamos de libros que transitan entre la no ficción y el ensayo, pero que a la
vez pasan revista a los troncos de la tradición literaria, no necesariamente
ligada a la escrita en español, y que ante todo plasman una postura hacia la
escritura y hacia la actitud creativa que descansa en la poesía del espíritu
cuestionador. La suma de estas inquietudes la pudimos apreciar en la novela Kassel no invita a la lógica (2014) y
ahora, en la entrega que nos reúne, en el extraño e iluminador Marienbad eléctrico (Caja Negra, 2016).
Libro extraño, porque perderíamos el
tiempo intentando descubrir la esencia de su registro, que tiene mucho del
diario de escritor, el ensayo y cuya estructura es hija de la novela. He aquí
la extrañeza como genuina virtud narrativa que se impone como tal, siendo esta
la vía idónea por la que canaliza sus conversaciones con la artista francesa
Dominique Gonzalez-Foerster, con la que comparte una recíproca inquietud: el
desarrollo de sus procesos creativos, que por ser distintos en sus medios,
comparten más de un punto común, como el afán de transgresión.
Nos enfrentamos a una transgresión
compartida. En lo personal, no conozco la obra de la artista francesa, pero a
medida que avanzamos en la lectura, entendemos que esta dialoga con la del
autor en dirección a una apuesta por la imaginación, hacia un frente amplio de
posibilidades expresivas; sin embargo, este diálogo no descansa en la nada,
sino en aquello que conocemos como tradición, en lo que puede hacerse por medio
del conocimiento de esta en pos de lo “nuevo”. Vila-Matas parte de los gestos,
los conceptos, la poética visual de DGF y así forja un discurso no sobre el
proceso de su escritura, sino sobre las moléculas de la complejidad del acto
creativo y de la ética que encierra, la ética creativa que diferencia a los
“fabricantes” de los artistas. En esta no enunciada ética creativa, se nos
presenta un recorrido fascinante por las influencias que han alimentado la obra
del autor, que erróneamente muchos han calificado como nueva, cuando lo cierto
es que nueva no es, sino más bien innovadora en lo que ya se ha escrito,
mostrando matices distintos en esos senderos ya construidos, matices que, como
indicamos líneas atrás, ya son parte del sello Vila-Matas.
Pese a su brevedad (quizá ese sea el
único reparo, con cincuenta páginas más la reveladora sobredosis era
asegurada), ME, en una lectura
simbólica, se lee como el manifiesto ético de un autor que ha hecho obra
pautada por la coherencia, obra que ha crecido desde el margen hasta ubicarse
en la actualidad como lo más honesto en la literatura en castellano, pero no
solo hablamos de una honestidad creativa en cuanto a sus propios circuitos,
sino que en ME accedemos un magisterio creativo que haríamos bien en seguir
como actitud, no importa si las poéticas de los interesados sintonicen o no con
el autor.
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