jueves, octubre 20, 2016

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Me despierto, no sé a qué hora de la mañana, solo sé que me despierto. Estiro el brazo y la cajetilla está vacía. Entonces respiro hondo y me conecto a Spotify, en donde busco algo con el suficiente nervio musical que me permita afrontar esta mañana sin hora. No hay que pensarlo mucho, llevo días con la necesidad de volver a The Fall.
La decisión no pudo ser mejor. La música de The Fall es necesaria para esta clase de desahuevamientos mañaneros. Me pongo en onda, con la ayuda de un jugo de frutas y un café cargado. Un texto sobre la migración es lo que me espera en las próximas horas, más o menos sé cómo acabarlo, y pienso contactarme con el autor del libro en el que se basa este texto sobre la migración.
Busco su número en la memoria del celular su número. El pata, un escritor que no duda en hacerle ascos a los afeites amanerados de más de un escriba local, me responde con voz aguardientosa. Me dice que está en la chamba, de boleto, puesto que el día de ayer se mandó una bombaza en el cóctel del Hay Festival.
Al respecto, días atrás recibí una invitación para asistir a este cóctel, pero no confirmé mi asistencia, no porque no me interesara, sino porque llevo tiempo evitando este tipo de saraos en los que te topas con seres inimaginables que te hablan de lo mismo, de sus pequeños logros sobredimensionados, en pleno uso de sus facultades histriónicas que tienen que manifestarse en su máxima expresión, es decir, quedar bien con todo el mundo.
Mi pata no podía ser ajeno a su voz aguardientosa, y en lo que pude, pude entender a lo que se refería cuando me hablaba de migración, o sea, necesitaba su versión para el texto, que como tal no era una reseña, sino una suerte de crónica impresionista sobre su novela a la que le sobra exceso vital y que de a pocos viene construyendo lectoría. 
Después me puse a revisar algunos artículos en la web, como ese que me pasó Jeremy, en donde Vargas Llosa cuestiona el Nobel a Dylan, pero que no me hizo reír, aunque sí reí con el otro que me pasó, de Sánchez Dragó. Puta que ese tío es un caso.

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