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A partir de hoy comenzaré la relectura
de El fondo del cielo de Rodrigo
Fresán. Venía pensando en qué libro leer luego de ver Arrival de Denis Villeneuve, lo pensaba sin hallar el título del libro
que complementara la elevada sensación que me dejó la película, que por cosas
extrañas de la vida, la tuve que ver en la función de las 11 de la noche,
saliendo de La Rambla de San Borja a la una de la madrugada de hoy.
Caminaba por una ciudad semivacía,
pensando en Amy Adams, en cómo los reparos que tenía hacía ella se deshacían de
a pocos, como pompas de jabón. Refuerzo pues mi idea sobre el destino de
algunas actrices, que las hay no pocas, con envidiable capacidad histriónica,
pero que nunca obtienen el rol con el que puedan exhibir su talento. Adams tuvo
el rol que otras no y lo supo aprovechar.
No interesa cuál sea el futuro de esta
película en su mediático futuro inmediato, y lo digo en relación a la porquería
de los Premios Oscar, porque esta va mucho más de ese estofado de intereses.
Pero esta película también refuerza lo
que vengo pensando de su director, fácil lo mejor en dirección hoy por hoy. De
Villeneuve, sugiero, si aún no la has visto, su obra maestra: Incendies.
Como me acosté tardé, creí que me
levantaría tarde, pero lo hice cuatro horas después. Revisé mis mensajes de
Inbox y encontré el de MJ, que vio Arrival
días antes que yo. Ella me comenta de esta novela de Fresán, sobre la
motivación espiritual de la que también podría nutrirse la película: “una historia
con ciencia ficción no de ciencia ficción”. Dio en el clavo.
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