cuando una marcha fracasa
Lo evidente del sábado: la marcha
organizada por el colectivo Conmishijosnotemetas fue un tremendo fracaso. A lo mejor
se pueda culpar al calor -cada día más infernal, peor en una ciudad tan húmeda
como Lima- pero nada podrá refutar la oportunidad que tenían los grupos
religiosos (evangélicos en su mayoría) que conforman este colectivo para hacer
sentir su voz de protesta, porque esa oportunidad tenía que ocurrir el último
sábado. Este fracaso no es más que una radiografía de la desunión de las
iglesias evangélicas en Perú, puesto que no todas apoyan la iniciativa de este
colectivo de tintes fascistas y retrógrados. Y lo digo porque conozco de cerca
el mundo evangélico y bien puedo aseverar que no todos sus feligreses
sintonizan en la forma del discurso del colectivo, menos con la representación,
como es el caso del señor Rodolfo González, a quien Fiscalía investigará por
incitar a la violencia y por homofóbico, características recurrentes que
revelan su esencia natural: sus límites intelectivos para leer contextos y su
intolerancia, que ponen en el tapete su incumplimiento del mensaje que debería
transmitir y no prestarse a las prácticas que exhibió con aberrante orgullo en
la campaña presidencial del 2000, cuando apoyó abiertamente la candidatura
anticonstitucional de Alberto Fujimori. Hablo pues de un hueleguiso del poder
político que abusa del pobre nivel cultural de las decenas de miles de
feligreses de sus iglesias, a los que subyuga con el discurso del miedo. En
este sentido, el fracaso de la marcha del sábado es un claro aviso a los
líderes evangélicos que comandaron la marcha y que presupuestaron un éxito que
se manifestaría en millones. Este fracaso tiene una explicación: de a pocos las
comunidades evangélicas, como también las católicas romanas, han desmenuzado
los puntos en cuestión del Currículo Nacional de Educación y se han dado cuenta
de que lo mejor que pueden hacer por sus hijos es criarlos en sus principios y
en relación al sentido común: la igualdad de oportunidades que demanda el mundo
de hoy.
Pues bien, todo este problema no
proviene de la intolerancia e ignorancia de ciertos segmentos de la población evangélica,
sino de la pésima logística de comunicación del Ministerio de Educación, que no
tuvo en cuenta la tormenta que vendría a razón de los cambios en el Currículo
Nacional de Educación. Pudo existir toda la buena voluntad por parte de este
ministerio, pero queda en evidencia una vez más la desconexión de sus
directores para con la realidad social peruana, como si no supieran que son
parte de un país poblado por hombres y mujeres incultos, cerrados, machistas y
con los que, sí o sí, tienes que agotar todas las instancias de diálogo, al
menos para cumplir el protocolo político. Imperó pues la ley del caballazo
discursivo. Saavedra y Martens no se detuvieron en esta pascana medular. Al
respecto, Martens ha tratado de solucionar este error, puesto que en las
últimas semanas ha estado manteniendo mesas de diálogo con asociaciones de
padres de familia a nivel nacional y ha limado los puntos de desencuentro del
Currículo Nacional de Educación.
Y bueno, imposible no decir nada de las
manifestaciones intolerantes de algunos preclaros representantes de la cultura
peruana. Algunas opiniones las tomo en cuenta, porque conozco a sus hacedores,
y no necesariamente en persona. Pero hay mucho ignorante que opina con tal de
sentirse en la vanguardia, que apela al respeto y a los principios de la
igualdad, cuando en su día a día son más homofóbicos que aquellos “trogloditas”
del sábado a los que critica. Eso es pues lo que he visto ayer domingo, la
incoherencia en estado puro, puesto que estos intelectuales y activistas de
avanzada no se percatan de que la cultura es también ver la vida desde el punto
de vista del otro y, de esta forma,
no caer en burdas generalizaciones. Tenemos harto posero desesperado por ser
parte del primer mundo, cuando en realidad ingresan a él por la ventana del
servicio higiénico. Como bien dice mi pata Rafael Inocente: no solo hay que saber estar,
también hay que saber entrar.
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