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Ya la vi. El día que veamos por
televisión a Toledo, esposado, bajando del avión, en el Jorge Chávez, ese día
más de uno llorará. Al menos, esta es la impresión que he podido recoger sobre
el tema en los últimos días. Si recibió lo que la fiscalía dice que recibió
como coima, y según los indicios parece que fue así, pues que pague por sus
faltas. Pero también sé, como persona informada, que su coima no afecta la
imagen de su buen gobierno, como tampoco la gesta que lideró en el 2000 contra
la dictadura fujimontesinista. Claro, de esta situación hacen eco los
becerriles de la política naranja, que últimamente vienen ejerciendo una
abierta campaña moralista que a los pensantes nos impulsa a la risa, pero ello
no quiere decir que esta resonancia no tenga eco en su feligresía, entregada a
los recuerdos del asistencialismo. Basta escuchar sus discursos, la poca
capacidad argumentativa que los mismos exhiben con orgullo.
Toledo se ha convertido en el chivo
expiatorio de la bomba Odebrecht. Hasta el momento no pasa nada con García, ni
los Humala, como tampoco pasa nada con Kenji Fujimori. Hablamos de sujetos
políticos que en un país normal ya estarían bajo una investigación, sea por
tráfico de influencias, lavado de activos y narcotráfico.
Por ello, se hace necesario que
aparezcan nuevas voces políticas, porque solo estas nos podrán evitar el tufazo
de la catástrofe que será la guerra electoral de las elecciones presidenciales
del 2021. Así de hasta las huevas estamos, porque estos destapes de Odebrecht
han beneficiado a los seguidores naranjas. Esta percepción la podemos ver todos
los días en las calles, percepción que no encuentra su contrapeso en otras
alternativas, peor cuando los llamados moralizadores también van maculados de
esta corrupción importada.
Urge, pues, la aparición de nuevos
sujetos políticos.
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