calles cerradas
Mañana de lunes. Casi listo para las
tres febriles horas de investigación en la BNP. Hoy serán tres, porque me
espera un día lleno de actividades, y para tal jornada, ya estoy preparado, al
menos en lo básico, buena música en la memoria del cel y dos libros que he
empezado a leer con mucho entusiasmo. Por lo leído hasta el momento, todo
apunta a que serán lecturas de provecho, me refiero a la novela El meteorólogo de Oliver Rolin y el
libro de ensayos Escribir, por ejemplo…
de Carlos Monsiváis.
Comencé a leerlos ayer domingo, en la
tarde, mientras me dirigía a la Casa de la Literatura para encontrarme con un
pata. Una vez allí aproveché en ver la exposición sobre la revista Amauta, que recomiendo a todos los
interesados, en especial para aquellos que, como yo, somos fanáticos de las
revistas literarias y culturales.
En verdad, no deja de llamar la atención
la labor que viene desempeñando la Caslit. Todos los días es posible detectar
la nutrida presencia de personas de distintas edades. No es para menos, este
lugar ofrece una variada e interesante oferta de actividades.
Ahora, cuando hablamos de los últimos domingos
de cada mes, las calles del Centro Histórico se convierten en una fiesta
cultural, en la que tenemos a libreros de viejo y artesanos, del mismo modo
pasacalles, espacios gastronómicos y hasta alquiler de bicicletas.
Aunque no se dice, y debería hacerse, lo
que refleja la inutilidad de la Subgerencia de Prensa y Comunicación de la Municipalidad
de Lima, es que esta idea de cerrar las calles del Centro para convertirlas en espacios
culturales es iniciativa de la actual gestión. Claro, sabemos de sobra de las
manías de Castañeda, de lo mucho que tiene que responder ante las acusaciones
de corrupción, pero reconozcamos lo bueno, que no es poco si hablamos de
cultura.
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