huatay
El sentido común, al menos en lo que a
mí respecta, me dice que no debo hacerme tanto barullo con la libertad de
Martha Huatay. Al menos no en teoría: la senderista cumplió condena y debe
estar libre.
Sin embargo, lo que me incomoda es el
silencio, esa falta de disculpas públicas a la ciudadanía peruana, tanto de Huatay
hace unos días y Maritza Garrido Lecca semanas atrás. Uno espera que tras
muchos años de encierro haya aflorado en estas senderistas una autocrítica por
las acciones cometidas. Obviamente, no se pueden comparar ambos casos, lo de GL
no pasaba más allá de la estupidez ideológica juvenil, pero lo de Huatay sí es
más delicado, pues fue la cabecilla de Socorro Popular, facción senderista
dedicada a perpetrar atentados en la capital. Es decir, esta mujer es
responsable directa del derramamiento de sangre inocente, no hablamos de sangre
sucedida en combate con las fuerzas del orden, contrapeso argumental que tanto
gusta traer a colación a la academia zurda local.
Por ello, uno qué puede pensar cuando a
este tipo de gente se las llama luchadoras sociales, como vengo leyendo por
ahí, información a la que accedo en contra de mi voluntad, presenciando, una
vez más, la supremacía de la imbecilidad estimulada por la ceguera ideológica y
las pocas lecturas sobre los años del terror. Porque eso es lo que hay, mucho
efecto y escasa sustancia discursiva asimilada. Es más fácil llamar
luchadora/luchador social a cualquier asesino amparado en una ideología de
izquierda a la que no le interesa diferenciarse de sus bemoles, que informarse
con responsabilidad sobre esta gente que jamás respetó los derechos humanos. La
información está a la mano, en los libros, diarios de época, en la bibliografía
publicada, no en los bares en donde pululan los cantamañanas.
Algunas voces atendibles piden
tolerancia hacia esta gente que, al cumplir sus condenas, están saliendo de las
cárceles. Creo que piden demasiado. Si no han mostrado el más mínimo gesto de
arrepentimiento, no esperen que la población los mire bonito. Además, estos
senderistas tienen suerte y deben estar más que agradecidos, porque a pesar de
los problemas que arrastra esta sociedad, no serán dinamitados ni agredidos.
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