sábado, octubre 28, 2017

violadores

Tras algunos días de investigación salvaje en la BNP, me pongo al día en algunas cosas. A veces es mejor no enterarse de mucho, evitar la espontánea estupidez de las redes sociales, es decir, el comentario apurado y por ello poco pensado. A esta realidad, dice mucho de nosotros la importancia concedida al caso Pizarro, de si es o no convocado por Gareca a un mundial que todavía no clasificamos. Tema menor, sin duda, con mayor razón cuando hay otro tema mucho más sensible que debe combatirse como política de Estado, y como manifestación ética.
No lo niego, porque negarlo no solo te posiciona como esforzado idiota, y eso que estamos siendo suaves en la definición. Entiendo la molestia que pueda estar generando el viral Perú país de violadores. Por algunos miserables no nos vamos a mancillar la mayoría y son válidos todos los reclamos que he estado viendo al respecto, sin embargo, ese viral tiene una legitimidad, basada en la atrocidad como acto a condenar en el verbo pero no en la coherencia que este demanda. En este país no solo las mujeres son violadas, también los niños. Ante estos hechos, poco o nada se hace desde las instancias jurídicas, menos desde las políticas. Condenar la violación es paja siempre y cuando no pase del discurso. Es que en el discurso todos pueden ser alguien respetado, qué fácil es pues condenar una violación, lo haces y tienes Likes como cancha.
Entiendo el viral como una crítica justa y letal contra la (involuntaria) aceptación que los hombres muestran hacia la violación. Si condenamos la violación de mujeres y niños, hay que portarse en coherencia con ese principio moral. ¿De qué me sirve condenar la violación si me junto con un violador, que se muestra como tal en borracheras, o cuando está sazonado de pasta y cloro, alardeando de sus hazañas? 
Si tanto incomoda ese viral, si tan injusto asumimos que es, pues comencemos a cambiar la situación, condenando mediante acciones al violador amigo, al violador conocido, al amigo y chupe del violador o, sencillamente, al violador que sabemos que es violador. No hay otra, huevón.

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