un distrito ejemplar
Sábado en la noche.
Me encontraba recorriendo librerías
miraflorinas aprovechando La noche de las librerías. Conseguí algunos títulos
que buscaba, no todo, obviamente.
Cuando se suponía que regresaría a casa,
recordé que desde hacía varios días venía realizándose la Feria del Libro de
Barranco. Entonces, me dirigí a ese
distrito, no con la esperanza de encontrar lo que deseaba, pero sí deseoso de
hallar algo más de variedad.
A medida que me acercaba al recinto
ferial, este parecía un punto negro en medio de las luces sabatinas de los
negocios cerca de la Plaza de Armas. Algo, pues, estaba ocurriendo.
Como ya se indicó en Lima Gris: la
municipalidad barranquina decidió cortar el suministro eléctrico de la feria a
manera de represalia contra los libreros que no decidieron pagar “un extra”,
llámalo coima, a lo que ya habían pagado por participar en los días feriales.
Pude ver la molestia de los libreros,
pero ante todo me percaté de la sorpresa e incomodidad de los vecinos del
distrito, como también de sus no pocos visitantes, impresión que se reforzó
cuando los guardias ediles recibieron la orden de retirar también el grupo
electrógeno alquilado por los libreros ante el corte de luz. Bajo todo punto de
vista, estaba sucediendo una situación bochornosa, vergonzante, precisamente en
uno de los distritos limeños que más se jacta de su legado cultural. No había
necesidad de averiguar más, los hechos eran la mejor muestra de lo que ocurría,
la tácita explicación y revelación de cómo Barranco asume su discurso cultural
a menos que no hablemos de bares, restaurantes y cualquier clase de centro de
diversión.
Me retiré.
Sin embargo, recordé que en la mañana
del domingo tenía una reunión en La Espiga de Oro. Es decir, otra vez en
Barranco.
Acababa la reunión, que resultó por
demás provechosa, me animé a pasar un rato por la feria, creyendo que las cosas
estarían ya un poco más calmadas, pero no fue así, la situación no pudo ser
menos penosa que la noche anterior: los guardias ediles impedían a los libreros
abrir sus puestos. Otra vez el espectáculo vergonzante, ahora bajo el sol: la
cruda manifestación de cómo los poderes políticos de turno actúan ante los bienes culturales, recordemos la pasividad de este municipio ante el abuso
cometido contra la librería La Libre. Claro, el burgomaestre, el docto en
burricie Antonio Mezarina, reaccionaría de otra forma si es que se violenta un
chifa, quizá el suyo.
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