opinología
Después del partido, salí a recorrer las
calles de Lima. Un breve paseo por algunas zonas de referencia. Había alegría,
pero esta era calmada. Si había algo que celebrar, se llevaba a cabo en
contenida prudencia. Lo ideal hubiese sido el desborde, la manifestación
excesiva que obedecía a una clasificación directa de la selección al mundial de
Rusia.
La selección no jugó bien. Pero a estas
alturas sabemos que jugar bien no es garantía para conseguir puntos. En este
sentido, la selección hizo lo que pudo y consiguió el repechaje porque las
circunstancias lo hicieron posible. No hay que pedir más.
Hay que estar muy mal de la memoria y
tener una deficiente capacidad de análisis para no reconocer lo mucho que se ha
avanzado en este proceso. Nadie negará que la selección tuvo partidos
memorables, que consiguió puntos en plazas que hasta hace no mucho resultaban imposibles.
Más de uno creyó que los muchachos de
Gareca brindarían sus mejores luces ante Colombia. Pero como indiqué en un post
anterior, los futbolistas colombianos y peruanos comparten más de un lazo, con
la peculiar diferencia en que el pelotero tropical tiene más oficio y
experiencia en esta clase de partidos. Por esa razón dominó el encuentro,
esperó los ataques peruanos, sabiendo que la presión estaba en nosotros, que
necesitábamos ganar y esperar los resultados de otros partidos.
Desde que acabó el partido no había
visto las noticias, ni navegado por las redes sociales. Regresé a casa y me
conecté. No lamento haberme conectado, aunque en vez de molestarme, no podía
dejar de sentir cierta rabia y pena al ver la mezquindad de los opinólogos
virtuales. El problema no es opinar, sino hacerlo sin una mínima reflexión. No
diría nada si fueran unos cuantos, pero cuando te enfrentas a una corriente de
opinión, no tienes otra opción que aceptar lo que vienen deparando las redes
sociales: la democratización de la imbecilidad.
La selección hizo lo que tenía que
hacer. Se sabía que los resultados de las otras selecciones la ubicaban en el
repechaje contra Nueva Zelanda, entonces, se debía optar por cuidar la pelota,
tal y como lo hizo en los últimos tres minutos. No se podía atacar a riesgo de
un contragolpe colombiano, sino, miremos el tercer gol de Brasil, el de Neymar,
que ganó en velocidad al arquero chileno Claudio Bravo, que estaba adelantado.
¿Qué hubiese ocurrido si en la desesperación los chilenos conseguían el gol del
descuento?
La selección peruana es un equipo en
formación. Y lo hecho en esos tres minutos lo he visto en otras selecciones con
más tradición que la nuestra, como España, Alemania, Francia e Italia. Hay que
repasar un poco la historia antes de enarbolar posturas de ética deportiva.
Nos queda por delante un mes de
angustia, pero también de esperanza.
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