El nido de la serpiente
Cuando hablamos de realismo sucio pensamos en los padres de las irreverencias que han forjado toda esta onda narrativa que ha sabido captar muchos adeptos, estos letraheridos forajidos vienen a formar un triángulo nominal, y dejo al criterio del lector la preferencia que pueda tener: Henry Miller, Charles Bukowski y John Fante. En Latinoamérica y España tenemos ejemplos que nos dan luces de que el realismo no sucio sigue más fresco que nunca. Vale decir que esta vertiente narrativa ha sido muy atacada, pero muchos de estos ataques no han logrado salir del terreno del prejuicio y la estolidez.
Pedro Juan Gutiérrez nació en Matanzas, Cuba, en 1950. Desde que tenemos conocimiento de su producción hemos sido testigos del torrente verbal con el que nos ha sabido envolver en sus historias. Este escritor tropical nos ha dado una imagen clara y desgarradora de lo que para muchos es el verdadero rostro de la Habana. La pobreza, la corrupción, el trago y el sexo han sido los motores temáticos que lo han terminado ubicando como el mejor representante del realismo sucio hoy en día en las letras castellanas.
Su obra referencial es Trilogía sucia de la Habana, la misma que lleva más de ocho ediciones. Es a partir de la lectura de los relatos que conforman este volumen lo que nos permite buscar y hurgar en la obra de Gutiérrez. Sin embargo, su última novela, El nido de la serpiente, sirve como extraordinario prólogo al Ciclo de Centro Habana, conformado por Animal tropical, El insaciable hombre araña, la ya citada Trilogía sucia de La Habana, Carne de perro y El Rey de La Habana.
Ni bien empezamos a recorrer las páginas de esta novela nos topamos con un Pedro Juan Gutiérrez que tiene quince años pero que debido a su talla y físico desarrollado, da la apariencia de tener veinte años. Vemos a un joven que busca hacer algo con su vida, o darle un sentido en medio de un ambiente marcado por la pobreza. Esto se hace patente desde la primera frase de la novela: “ Yo quería ser alguien en la vida y no pasármela vendiendo helados” La vida de este personaje es marcada desde el momento que conoce a Dinorah, una vieja puta que marcará la vida del joven Pedro Juan, quien descubre el sexo y no duda en entregarse a él en plenas eclosiones hormonales que salpican semen en casi todas las páginas de esta novela. Pero esta historia narrada en un tono desgarrador y parco es también una crítica rotunda a los acontecimientos políticos que se estaban dando en la isla en la década del sesenta del siglo pasado. Ni bien el protagonista recibe la noticia de enrolarse al servicio militar obligatorio, lo cual es visto con excesiva preocupación por la madre de este, pero que el ya anárquico Pedro Juan lo toma como algo que ni le va ni le viene, es el conducto por el cual el narrador nos da una imagen pocas veces leída de lo que acaeció políticamente en Cuba. Vale anotar una de las escenas que está llena de humor, que indudablemente quedará en la memoria de la legión de lectores de este autor, en la que el protagonista, ayudado por un personaje secundario a quien se le llama el Gomo, fingen un caso de sonambulismo. Pero el Nido de la serpiente es más que una novela de aventuras picarescas, es también una novela de aprendizaje, y es a mi entender la búsqueda de una vocación la que nos permitirá entender el crisol en el que este referente narrador ha esgrimido una obra a la que siempre se tiene que seguir con atención. Nombres de escritores que son devorados por el joven protagonista, a quienes admira con desborde y compromiso, y que lleva en contubernio con el silencio, como muy bien lo podemos leer en esta conmovedora declaración: “La vida que me apasionaba era territorio oculto y prohibido para los demás. Era mi vida secreta”.
Es menester mencionar las influencias estilísticas que están presente en esta novela. No es nada raro afirmar que el escritor Pedro Juan Gutiérrez sigue siendo tributario de sus maestros Hemingway y Capote, la precisión para las frases proviene de la parcela del periodismo. Y el mérito de este cubano está en haber asimilado dicha influencia para crear una propia, como tiene que ser.
En una entrevista realizada para este medio, Pedro Juan Gutiérrez declaró que le deja indiferente que lo cataloguen como el Bukowski tropical, y no puedo dejar de expresar mi extrañeza al ver que El nido de la serpiente arranca con un epígrafe del autor de La senda del perdedor. Pero seamos justos y claros, no caigamos en temores, hay que reconocer lo que es bueno siempre, y en mi caso personal, luego de haber leído casi toda la obra de Gutiérrez y Bukowski, puedo decir con conocimiento de causa de que el cubano se sitúa por encima del entrañable narrador norteamericano.
Cuando hablamos de realismo sucio pensamos en los padres de las irreverencias que han forjado toda esta onda narrativa que ha sabido captar muchos adeptos, estos letraheridos forajidos vienen a formar un triángulo nominal, y dejo al criterio del lector la preferencia que pueda tener: Henry Miller, Charles Bukowski y John Fante. En Latinoamérica y España tenemos ejemplos que nos dan luces de que el realismo no sucio sigue más fresco que nunca. Vale decir que esta vertiente narrativa ha sido muy atacada, pero muchos de estos ataques no han logrado salir del terreno del prejuicio y la estolidez.
Pedro Juan Gutiérrez nació en Matanzas, Cuba, en 1950. Desde que tenemos conocimiento de su producción hemos sido testigos del torrente verbal con el que nos ha sabido envolver en sus historias. Este escritor tropical nos ha dado una imagen clara y desgarradora de lo que para muchos es el verdadero rostro de la Habana. La pobreza, la corrupción, el trago y el sexo han sido los motores temáticos que lo han terminado ubicando como el mejor representante del realismo sucio hoy en día en las letras castellanas.
Su obra referencial es Trilogía sucia de la Habana, la misma que lleva más de ocho ediciones. Es a partir de la lectura de los relatos que conforman este volumen lo que nos permite buscar y hurgar en la obra de Gutiérrez. Sin embargo, su última novela, El nido de la serpiente, sirve como extraordinario prólogo al Ciclo de Centro Habana, conformado por Animal tropical, El insaciable hombre araña, la ya citada Trilogía sucia de La Habana, Carne de perro y El Rey de La Habana.
Ni bien empezamos a recorrer las páginas de esta novela nos topamos con un Pedro Juan Gutiérrez que tiene quince años pero que debido a su talla y físico desarrollado, da la apariencia de tener veinte años. Vemos a un joven que busca hacer algo con su vida, o darle un sentido en medio de un ambiente marcado por la pobreza. Esto se hace patente desde la primera frase de la novela: “ Yo quería ser alguien en la vida y no pasármela vendiendo helados” La vida de este personaje es marcada desde el momento que conoce a Dinorah, una vieja puta que marcará la vida del joven Pedro Juan, quien descubre el sexo y no duda en entregarse a él en plenas eclosiones hormonales que salpican semen en casi todas las páginas de esta novela. Pero esta historia narrada en un tono desgarrador y parco es también una crítica rotunda a los acontecimientos políticos que se estaban dando en la isla en la década del sesenta del siglo pasado. Ni bien el protagonista recibe la noticia de enrolarse al servicio militar obligatorio, lo cual es visto con excesiva preocupación por la madre de este, pero que el ya anárquico Pedro Juan lo toma como algo que ni le va ni le viene, es el conducto por el cual el narrador nos da una imagen pocas veces leída de lo que acaeció políticamente en Cuba. Vale anotar una de las escenas que está llena de humor, que indudablemente quedará en la memoria de la legión de lectores de este autor, en la que el protagonista, ayudado por un personaje secundario a quien se le llama el Gomo, fingen un caso de sonambulismo. Pero el Nido de la serpiente es más que una novela de aventuras picarescas, es también una novela de aprendizaje, y es a mi entender la búsqueda de una vocación la que nos permitirá entender el crisol en el que este referente narrador ha esgrimido una obra a la que siempre se tiene que seguir con atención. Nombres de escritores que son devorados por el joven protagonista, a quienes admira con desborde y compromiso, y que lleva en contubernio con el silencio, como muy bien lo podemos leer en esta conmovedora declaración: “La vida que me apasionaba era territorio oculto y prohibido para los demás. Era mi vida secreta”.
Es menester mencionar las influencias estilísticas que están presente en esta novela. No es nada raro afirmar que el escritor Pedro Juan Gutiérrez sigue siendo tributario de sus maestros Hemingway y Capote, la precisión para las frases proviene de la parcela del periodismo. Y el mérito de este cubano está en haber asimilado dicha influencia para crear una propia, como tiene que ser.
En una entrevista realizada para este medio, Pedro Juan Gutiérrez declaró que le deja indiferente que lo cataloguen como el Bukowski tropical, y no puedo dejar de expresar mi extrañeza al ver que El nido de la serpiente arranca con un epígrafe del autor de La senda del perdedor. Pero seamos justos y claros, no caigamos en temores, hay que reconocer lo que es bueno siempre, y en mi caso personal, luego de haber leído casi toda la obra de Gutiérrez y Bukowski, puedo decir con conocimiento de causa de que el cubano se sitúa por encima del entrañable narrador norteamericano.
El nido de la serpiente no solo es una precuela del Ciclo de Centro Habana, es a mi entender, junto a El Rey de La Habana, lo mejor que Gutiérrez ha entregado a las imprentas.
(Esta reseña apareció publicada en el diario Siglo XXI de España)
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