José Pancorvo
No niego que en su momento solía juerguearme con poetas, dentro de todas las carencias intelectuales, culturales y literarias que encontraba en ellos, la pasaba bien. Pero una de las personas que sí sumo –y suma- en mi apreciación por el oficio literario, el mismo que es llevado con una pasión a la par de su sencillez, es el poeta y amigo José Pancorvo.
Como dije, paraba con poetas, y digamos que conozco bien las carencias que en dicho mundillo se mueve –ojo, no generalizo- pero el conocer a Pancorvo fue para mí una de las experiencias más gratificantes que he podido tener puesto que siempre me llamará la atención el intelecto, la formación, el talento, y lo más importante, la dimensión humana. Todas estas cualidades no las he dicho en un tono elogioso, por el contrario, he tratado de ser lo más justo posible en su descripción.
Pancorvo es el responsable de una poesía de temática mística que se alimenta de diversos crisoles culturales, crisoles que hoy en día están olvidados por los vates herederos de la noche, las putas –con pepeo incluido- y el trago, es que para estos hijos de la inspiración barata la sensación lo es todo y el plagio también –de esto hablaré más adelante-.
Los poemas de Pancorvo son difíciles, crípticos, y es en esta “dificultad” donde encontramos el alcance de su fuerza lírica, la trascendencia de su voz; puesto que en esta descansa un buen maridaje entre el contenido y la forma, un diálogo intercultural que va del poética del Siglo de Oro español a los laberintos de la vanguardia poética del siglo XX, de lo fatua que es la vida contemporánea a las oportunidades que ofrecen los nuevos medios virtuales; todos estos recursos yacen en una inquietud que está presente en la totalidad de sus libros: Dios. Pero la persona de Dios no es vista desde la mirada de la contemplación, sino que esta mirada rota entre la reflexión y el cuestionamiento hacia la divinidad, como se sabe, si uno no cuestiona su creencia o convicción se es ligero; y cuando no se reflexiona, todo acto de fe no tarda en desaparecer; principios aparentemente contradictorios pero que en el fondo de los mismos se complementan.
Los versos largos, de aliento, recogidos de los libros bíblicos del Antiguo Testamento son los canales por los que él ha expresado todo el acervo cosechado en años de estudio, lecturas y vida. Pero digamos lo justo, este uso de los versos largos ha sido utilizado por varios poetas de los noventa –la generación más laxa en la historia de la literatura peruana, de lejos-, lo cual está muy bien, pero es sumamente mezquino cuando no se reconoce –o por lo menos declara- la voz de la que han asimilado, llegando a niveles de sinvergüencería cada vez que afirman que dicha forma es producto de una búsqueda personal, de la tradición libresca (no puedo decir la procedencia porque siempre se quedan en “tradición libresca”) X, y esto sí es a todas luces una muestra tajante de la hipocresía que le suelen ofrecer, y de las que Pancorvo siempre se ha dado cuenta.
Ocurre que José Pancorvo es una persona que no se muere por el reconocimiento, no le interesa el aplauso vacuo de algún premio, y mucho menos intenta quedar como leyenda urbana haciendo payasada y media; quizá por ello, por su renuencia a formar parte de los “grupetes” es que este gran amigo ha sabido cuidar su imagen, y lo más importante, el cuidar su poesía, puesto que el compromiso de Pancorvo con ella está anclado en la genuina comunión espiritual.
Como dije, paraba con poetas, y digamos que conozco bien las carencias que en dicho mundillo se mueve –ojo, no generalizo- pero el conocer a Pancorvo fue para mí una de las experiencias más gratificantes que he podido tener puesto que siempre me llamará la atención el intelecto, la formación, el talento, y lo más importante, la dimensión humana. Todas estas cualidades no las he dicho en un tono elogioso, por el contrario, he tratado de ser lo más justo posible en su descripción.
Pancorvo es el responsable de una poesía de temática mística que se alimenta de diversos crisoles culturales, crisoles que hoy en día están olvidados por los vates herederos de la noche, las putas –con pepeo incluido- y el trago, es que para estos hijos de la inspiración barata la sensación lo es todo y el plagio también –de esto hablaré más adelante-.
Los poemas de Pancorvo son difíciles, crípticos, y es en esta “dificultad” donde encontramos el alcance de su fuerza lírica, la trascendencia de su voz; puesto que en esta descansa un buen maridaje entre el contenido y la forma, un diálogo intercultural que va del poética del Siglo de Oro español a los laberintos de la vanguardia poética del siglo XX, de lo fatua que es la vida contemporánea a las oportunidades que ofrecen los nuevos medios virtuales; todos estos recursos yacen en una inquietud que está presente en la totalidad de sus libros: Dios. Pero la persona de Dios no es vista desde la mirada de la contemplación, sino que esta mirada rota entre la reflexión y el cuestionamiento hacia la divinidad, como se sabe, si uno no cuestiona su creencia o convicción se es ligero; y cuando no se reflexiona, todo acto de fe no tarda en desaparecer; principios aparentemente contradictorios pero que en el fondo de los mismos se complementan.
Los versos largos, de aliento, recogidos de los libros bíblicos del Antiguo Testamento son los canales por los que él ha expresado todo el acervo cosechado en años de estudio, lecturas y vida. Pero digamos lo justo, este uso de los versos largos ha sido utilizado por varios poetas de los noventa –la generación más laxa en la historia de la literatura peruana, de lejos-, lo cual está muy bien, pero es sumamente mezquino cuando no se reconoce –o por lo menos declara- la voz de la que han asimilado, llegando a niveles de sinvergüencería cada vez que afirman que dicha forma es producto de una búsqueda personal, de la tradición libresca (no puedo decir la procedencia porque siempre se quedan en “tradición libresca”) X, y esto sí es a todas luces una muestra tajante de la hipocresía que le suelen ofrecer, y de las que Pancorvo siempre se ha dado cuenta.
Ocurre que José Pancorvo es una persona que no se muere por el reconocimiento, no le interesa el aplauso vacuo de algún premio, y mucho menos intenta quedar como leyenda urbana haciendo payasada y media; quizá por ello, por su renuencia a formar parte de los “grupetes” es que este gran amigo ha sabido cuidar su imagen, y lo más importante, el cuidar su poesía, puesto que el compromiso de Pancorvo con ella está anclado en la genuina comunión espiritual.
1 Comentarios:
creo que las putas y la noche,
están bien para un poemario de adolescencia o primera juventud, como que hay que vivirlo y dejarlo ir, pienso eso. Quedarse en eso si debe ser algo triste.
Admiro la obra de Pancorvo, llegué a ella porque otros poetas me la comentaban, todos, con admiración.
Me parece que el párrafo final:
"mucho menos intenta quedar como leyenda urbana haciendo payasada y media; quizá por ello, por su renuencia a formar parte de los “grupetes” "
es preciso. Al parecer hay poetas que más que difundir su obra o no, quieren difundir sus patéticas payasadas en bares y donde puedan
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal