lunes, diciembre 04, 2006

Alta fidelidad

Un texto de Miguel Rivera en La Caverna en torno a un video de Sugarcubes, me lleva a hablar de una de las novelas que más me gustaron en su momento, Alta fidelidad. Lo que pasa es que estoy ordenando mi biblioteca y me topé con esta novela de Nick Hornby. Y como siempre hay pretexto para hablar de los libros que me gustan, no quiero desaprovechar esta oportunidad deparada por el azar.

Alta fidelidad no es una obra maestra –ni hablar-, pero es una novela escrita con mucha honestidad, el autor es de aquellos que solo pueden concebir un proyecto narrativo de acuerdo a sus gustos. Tengamos en cuenta que Hornby es el responsable de la novela Fiebre en las gradas, novela que trata de las vicisitudes del fútbol, en especial, de las frustraciones del mismo Hornby a causa de no ver campeón a su Arsenal durante muchos años. En FELG veladamente se dejan ver los tópicos que con fuerza se desarrollan en Alta fidelidad, para no pocos, la mejor novela de Hornby, quien también llegó a sucumbir a la tentación de las cámaras debido a su fugaz aparición en la película 24 hour party people.

En Alta fidelidad tenemos a un perdedor nato de treinta y seis años llamado Rob Fleming. Rob administra una tienda de discos con la ayuda de un par de snobs amigos: Barry (extraodrinario Jack Black) y Dick. En no pocas páginas de AF Rob repasa su vida amorosa asociando a lasmujeres que lo abandonaron con canciones, por ello, las páginas dedicadas a Bruce Springsteen y Peter Frampton tienen un hálito especial pese a que no necesariamente expresan veneración por estos canta autores.

Sin embargo, una de las escenas que la sigo recordando hasta estos instantes –la cual me lleva a preguntarme el por qué fue suprimida de la versión cinematográfica de Stephen Frears- tiene que ver con una llamada que recibe Rob de una mujer interesada en venderle discos ya que ella acababa de ver un anuncio en un diario en el que Rob paga bien por comprar discos.

Rob acepta ir a la casa de esta mujer, lleva consigo unas quinientas libras esterlinas puesto que a lo mucho tiene la idea de comprar unos ocho o diez discos. Sin embargo, ni bien Rob empieza a hablar con la mujer, esta le cuenta que la colección de discos pertenecen a su esposo, ya para esto Ron queda no menos que embelesado con esa colección, y piensa bien en qué títulos tiene que llevar, aunque dentro de sí desea –si por él fuera y pudiera- llevarse todos esos discos en peso. Y la potencial vendedora no puede aguantar su cólera y le cuenta que su esposo la había abandonado por una jovencita y que había gastado con ella sus ahorros destinado a unas vacaciones en crucero, y que luego de un par de semanas el esposo llama a su mujer y llorando le pide perdón, que jamás se había sentido peor que una cucaracha, pero eso sí, amor, necesito que me mandes dinero para regresar ya que no tengo nada. Y ante esto la mujer le pregunta cuánto dinero tiene Rob, este le dice la cantidad, y ella le ofrece la colección completa a cambio de la exigua cantidad que Rob tiene en su billetara, que con ese dinero regresará mi esposo.

Para mi sorpresa, Rob solo se lleva unos cuantos discos, las razón por las cual él desechó la propuesta de esa mujer despechada tiene, ante todo, un asidero emocional, y estoy de acuerdo con ese razonamiento. Vale la pena leerlo.

La adaptación que Frears hace de la novela no es algo del otro mundo, pero cumple –por lo menos- en rescatar el espíritu de AF. Y si no me equivoco, en la película se presenta el mejor John Cusack que recuerdo en papel alguno; no es para menos, él puso de la suya (dinero) para que se haga la película.

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