El Séptimo Círculo (Saldo)
Pensaba que no iba a postear nada de nada hasta después de las fiestas, pero tampoco puedo quedarme de brazos cruzados cuando sé que hay muchos que pueden darse el gustazo que tengo desde el sábado.
A mediados de esta semana, un buen amigo me pasó un dato por demás tentador, en principio no le creí nada porque consideraba imposible que algo así aún pueda existir: me refiero a una tienda de muy buenos libros de saldo, que al parecer pertenece a la librería La Familia.
Con mucho entusiasmo, mi amigo me dijo que en la tienda se podían encontrar lomos tentadores de títulos seductores, autores como Reinaldo Arenas, Ricardo Piglia, Julien Gracg, Andreu Martin, Lovecraft, Julian Barnes, Vonnegut, Roth, Amis (padre e hijo), etc. …Y por supuesto, un autor a quien estoy leyendo con creciente admiración: el judío norteamericano Bernard Malamud.
Con el dato en la cabeza, me dirigí a la tienda el sábado en la mañana. Estaba prácticamente de boleto, con aroma a naranja con Vodka con remanentes de Cusqueña, y un tanto stone, pero con la lucidez de sobra como para buscar los títulos que me faltaban de Malamud.
Esta tienda se encuentra al frente de la universidad Federico Villarreal, y como el centro de Lima no deja de destilar su hechizo mágico, fui recibido en la puerta por tres putas que amablemente ofrecían sus servicios a todo aquel que pasara por allí.
El local tenía la apariencia de haber albergado hasta hace no mucho una gran cantidad de títulos, era notoria la desigualdad de las columnas de libros, todas muy cercanas a la extinción porque lo que estaba viendo no era nada en comparación con lo que había hace unos meses.
- Aún quedan buenas cosas –me dijo el encargado, a quien ni siquiera pregunté su nombre.
De hecho que aún quedaban buenas cosas. Había poco espacio para el “hueso” (palabrita con la que los libreros designan a los libros “no interesantes”). La clave, como siempre, es saber buscar, tener la paciencia necesaria para dar con un libro que te alegre la mañana, o como era mi caso, que me engañe la resaca.
Es así que encontré dos novelas de Malamud. Varios best sellers en Grijalbo. Me acerqué a la caja. ¿Cuánto pagué? …
La cabeza ya no aguantaba. El cuerpo pedía un imperante descanso. Y como siempre trae buena suerte hacer caso a los instintos, decidí quedarme unos minutos más. Por la ventana ya se dejaba ver el mar de gente que poblaba La Colmena. Las putas ya se habían retirado.
Miré someramente los anaqueles que contenían los títulos de Alianza Editorial. No me fue difícil deducir que esos anaqueles fueron los primeros en ser “saqueados”. Al rato, fui a la sección que contenían los libros publicados por Argos Vergara. Muy por debajo de la columna del libro de J. J. Armas Marcelo (la más alta de todas de las columnas) supe bien por qué es que vale la pena buscar sin esperar encontrar algo.
Como muchos saben, El Séptimo Círculo es la colección de literatura policial que dirigió la dupla conformada por Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Y pueda que suene hasta caprichoso, pero pienso que todo aquel que quiera escribir policiales, pues tiene que leer los títulos de esta colección, si no se puede leer toda, que sería lo ideal por una cuestión de respeto vocacional, pues las que se encuentren.
( ¿Cómo es la vida, no? Me pregunté.
Hace mucho tiempo tuve ante mí diez títulos de esta colección, me los estaba ofreciendo el gordo Padilla, legendario librero de a pie que vendía a sus anchas inhallables libros. El gordo Padilla tenía una clientela fiel, yo solía encontrarlo en la Av. Wilson, a la salida de las proyecciones de la Filmoteca, cuando ésta era parte del Museo de Arte. Aquella vez no pude comprarle nada porque se me había agotado el dinero, pero le dije que me esperara porque al día siguiente se los compraría de todos modos.
- Normal, flaco, normal. Aquí siempre estoy –me dijo el gordo mientras se llevaba a la boca el tosco pico de una chatita de ron.
Fui al día siguiente y encontré al gordo Padilla, pero cuando le pregunté por la colección, me clavó un puñal en el corazón.
- Pero si ayer te lo vendí todo. Regresaste a la media hora y me compraste toda la colección.
Estuve a punto de discutir con él. Pero decidí no hacerlo. Y para amainar la cólera, le compré los tres libros de “La crucifixión rosada” de Henry Miller. ¿A cuánto? A diez soles. Así es, así era el bendito gordo Padilla. No sé por dónde andará ahora.)
Empecé a acomodar la columna de los libros de Armas Marcelo. Vi lo que en principio parecía un espejismo. No lo podía creer: cuarenta novelas en formato de bolsillo de la colección El Séptimo Círculo.
No es lo mismo tener “La piedra lunar” de Wilkie Collins en Debolsillo, que tenerlo con El Séptimo Círculo. Así de simple. Sé que los amantes del policial me entenderán a la perfección.
Hasta antes del sábado, sólo había leído, luego de mucho rastreo, ocho novelas de esa colección. Por ello, le pedí al encargado que me ayudara a acomodarlos en el estante donde se factura. Me los iba a llevar todos.
¿Cuánto pagué? … Sólo puedo decir que “a precio de regalo” es poco.
El encargado acomodó las cuarenta novelas de El Séptimo Círculo y las dos novelas de Malamud en seis bolsas negras. Me sentía tan tranquilo, tan despejado, que hasta pensé adelantar la fumada del tronchito de fin de año.
- Dime, ¿hasta que día estarás aquí? –le pregunté, a la vez que buscaba un cigarrillo en mi cajetilla.
- Hasta el sábado 29. Después esto cierra para siempre.
- Buen dato.
- ¿Qué? ¿"Que cerrará para siempre"?
- No. Que estará abierto hasta el sábado 29. De todas maneras me daré otra vuelta por aquí.
A mediados de esta semana, un buen amigo me pasó un dato por demás tentador, en principio no le creí nada porque consideraba imposible que algo así aún pueda existir: me refiero a una tienda de muy buenos libros de saldo, que al parecer pertenece a la librería La Familia.
Con mucho entusiasmo, mi amigo me dijo que en la tienda se podían encontrar lomos tentadores de títulos seductores, autores como Reinaldo Arenas, Ricardo Piglia, Julien Gracg, Andreu Martin, Lovecraft, Julian Barnes, Vonnegut, Roth, Amis (padre e hijo), etc. …Y por supuesto, un autor a quien estoy leyendo con creciente admiración: el judío norteamericano Bernard Malamud.
Con el dato en la cabeza, me dirigí a la tienda el sábado en la mañana. Estaba prácticamente de boleto, con aroma a naranja con Vodka con remanentes de Cusqueña, y un tanto stone, pero con la lucidez de sobra como para buscar los títulos que me faltaban de Malamud.
Esta tienda se encuentra al frente de la universidad Federico Villarreal, y como el centro de Lima no deja de destilar su hechizo mágico, fui recibido en la puerta por tres putas que amablemente ofrecían sus servicios a todo aquel que pasara por allí.
El local tenía la apariencia de haber albergado hasta hace no mucho una gran cantidad de títulos, era notoria la desigualdad de las columnas de libros, todas muy cercanas a la extinción porque lo que estaba viendo no era nada en comparación con lo que había hace unos meses.
- Aún quedan buenas cosas –me dijo el encargado, a quien ni siquiera pregunté su nombre.
De hecho que aún quedaban buenas cosas. Había poco espacio para el “hueso” (palabrita con la que los libreros designan a los libros “no interesantes”). La clave, como siempre, es saber buscar, tener la paciencia necesaria para dar con un libro que te alegre la mañana, o como era mi caso, que me engañe la resaca.
Es así que encontré dos novelas de Malamud. Varios best sellers en Grijalbo. Me acerqué a la caja. ¿Cuánto pagué? …
La cabeza ya no aguantaba. El cuerpo pedía un imperante descanso. Y como siempre trae buena suerte hacer caso a los instintos, decidí quedarme unos minutos más. Por la ventana ya se dejaba ver el mar de gente que poblaba La Colmena. Las putas ya se habían retirado.
Miré someramente los anaqueles que contenían los títulos de Alianza Editorial. No me fue difícil deducir que esos anaqueles fueron los primeros en ser “saqueados”. Al rato, fui a la sección que contenían los libros publicados por Argos Vergara. Muy por debajo de la columna del libro de J. J. Armas Marcelo (la más alta de todas de las columnas) supe bien por qué es que vale la pena buscar sin esperar encontrar algo.
Como muchos saben, El Séptimo Círculo es la colección de literatura policial que dirigió la dupla conformada por Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Y pueda que suene hasta caprichoso, pero pienso que todo aquel que quiera escribir policiales, pues tiene que leer los títulos de esta colección, si no se puede leer toda, que sería lo ideal por una cuestión de respeto vocacional, pues las que se encuentren.
( ¿Cómo es la vida, no? Me pregunté.
Hace mucho tiempo tuve ante mí diez títulos de esta colección, me los estaba ofreciendo el gordo Padilla, legendario librero de a pie que vendía a sus anchas inhallables libros. El gordo Padilla tenía una clientela fiel, yo solía encontrarlo en la Av. Wilson, a la salida de las proyecciones de la Filmoteca, cuando ésta era parte del Museo de Arte. Aquella vez no pude comprarle nada porque se me había agotado el dinero, pero le dije que me esperara porque al día siguiente se los compraría de todos modos.
- Normal, flaco, normal. Aquí siempre estoy –me dijo el gordo mientras se llevaba a la boca el tosco pico de una chatita de ron.
Fui al día siguiente y encontré al gordo Padilla, pero cuando le pregunté por la colección, me clavó un puñal en el corazón.
- Pero si ayer te lo vendí todo. Regresaste a la media hora y me compraste toda la colección.
Estuve a punto de discutir con él. Pero decidí no hacerlo. Y para amainar la cólera, le compré los tres libros de “La crucifixión rosada” de Henry Miller. ¿A cuánto? A diez soles. Así es, así era el bendito gordo Padilla. No sé por dónde andará ahora.)
Empecé a acomodar la columna de los libros de Armas Marcelo. Vi lo que en principio parecía un espejismo. No lo podía creer: cuarenta novelas en formato de bolsillo de la colección El Séptimo Círculo.
No es lo mismo tener “La piedra lunar” de Wilkie Collins en Debolsillo, que tenerlo con El Séptimo Círculo. Así de simple. Sé que los amantes del policial me entenderán a la perfección.
Hasta antes del sábado, sólo había leído, luego de mucho rastreo, ocho novelas de esa colección. Por ello, le pedí al encargado que me ayudara a acomodarlos en el estante donde se factura. Me los iba a llevar todos.
¿Cuánto pagué? … Sólo puedo decir que “a precio de regalo” es poco.
El encargado acomodó las cuarenta novelas de El Séptimo Círculo y las dos novelas de Malamud en seis bolsas negras. Me sentía tan tranquilo, tan despejado, que hasta pensé adelantar la fumada del tronchito de fin de año.
- Dime, ¿hasta que día estarás aquí? –le pregunté, a la vez que buscaba un cigarrillo en mi cajetilla.
- Hasta el sábado 29. Después esto cierra para siempre.
- Buen dato.
- ¿Qué? ¿"Que cerrará para siempre"?
- No. Que estará abierto hasta el sábado 29. De todas maneras me daré otra vuelta por aquí.
4 Comentarios:
Buen post !!!!!!!!!
Ya deja la droga oye
Tienes razón.
Pero nunca he comentado "Disidentes", lo que sí hice fue anunciar su presentación.
Saludos.
G.
Mi comentario anterior debí colocarlo en el post Un artículo de H. Ñ.
En todo caso, todavía estás a tiempo de comentar las antologías, sería interesante conocer tu opinión.
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