LA VISITA AL MAESTRO
Rara vez el favor del público lector y la anuencia de la crítica van de la mano. Desde hace semanas el nombre de Philip Roth (New Jersey, 1933) viene sonando con fuerza a razón de la publicación de Exit Ghost, novela que pone punto final al ciclo novelístico narrado por Nathan Zuckerman. Este ciclo tiene algunos títulos claves en la novelística del escritor norteamericano, tales como Contravida, Me casé con un comunista, y las monumentales –en todo sentido- La mancha humana y Pastoral Americana (por cierto, el año pasado se cumplieron 10 años de la publicación de Pastoral…, la mejor novela de Roth, y nadie dijo nada, a excepción de Javier Ágreda; lean aquí).
Hace ya varios meses leí en El Dominical un artículo de Peter Elmore, Los espectros de Philip Roth. Entre otras cosas de valía, el narrador y crítico escribe un párrafo que nos da luces de la obra de quien para mí es uno de los mejores novelistas del planeta. Aquí va:
Inagotable y fértil, Philip Roth es no solo un creador prolífico, sino uno de los más agudos e innovadores en la literatura contemporánea de los Estados Unidos. Entre los novelistas norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX y de principios de este, Roth se cuenta entre los indispensables: su escritura es actual y polémica, pero es también canónica y de la posteridad.
Cada vez que puedo, no dudo en hablar de Roth con mis patas. Es que me encanta hablar de los autores que me gustan, de los que consideras que debes leer sí o sí. Se aprende muchísimo leyendo a Roth, con él consigo lo que pocas veces: levantar la mirada en plena lectura, pensando en un merecido “qué buen escritor, carajo”… Y esto se lo dije hace unos días, en un café, a mi amigo Marco García Falcón.
- Para mí, Philip Roth es el novelista. Claro, no todos sus libros pueden calificarse de monumentales, pero aun así, este mantiene un ritmo sostenido de calidad, hay títulos que son mejores que otros, pero ninguno es malo, ni siquiera flojo.
- Sí. En ese aspecto estamos de acuerdo. Roth es el novelista –sentenció Marco.
Cuando leí el artículo de Elmore, apunté los títulos que me faltaban del ciclo Zuckerman, sabía que este tiene nueve títulos, y en mi poder tengo seis (tengo otras fuera de dicho ciclo, como El lamento de Portnoy, Patrimonio, El teatro de Sabbath, La pandilla, La caída de los ídolos y un par más que en estos momentos no recuerdo). Como Elmore no es de los que escriben de un libro sin ofrecer un panorama previo, este le dedica generosos párrafos a la primera novela del ya famoso ciclo novelístico, The Ghost Writer (La visita al maestro), puesto que entre esta y la última hay muchos lazos en común, los cuales no solo se suscriben al personaje Nathan Zuckerman.
En Exit Ghost Nathan Zuckerman es un escritor ya trajinado y reconocido; cosa distinta a lo que se cuenta en La visita al maestro, en la que encontramos a un relativamente inédito Zuckerman, jovencísimo, muy preocupado por su familia ya que esta lo tiene contra la pared a raíz de la publicación en una revista de un cuento suyo en el que se “burla” de las costumbres judías. Por ello, el joven Zuckerman busca apoyo y refugio en un viejo escritor recientemente descubierto por el mundo literario, al punto de que la mejores universidades se disputan la tenencia de sus archivos y manuscritos, llamado Emanuel Isidore Lonoff. El atribulado joven escritor va a buscarlo a su refugio en Massachusetts... Y una de las cosas que Lonoff le dice de arranque es que prefiere que le llame Manny, y de esta manera ambos, por decirlo de alguna manera, entran en "confianza".
Lo primero que llama la atención del desconcertado joven escriba es el choque emocional que le produce el hogar y centro de trabajo de Lonoff. Un ejemplo:
Más allá de los antepechos tapizados en las ventanas y las incoloras cortinas de algodón pulcramente atadas a un lado, alcanzaba a distinguir las extremidades desnudas de un gran arce oscuro y campos de nieve no hollada. Pureza. Serenidad. Sencillez. Aislamiento. Toda la concentración y elocuencia y originalidad de que uno es capaz para la fatigosa, exaltada, trascendental vocación. Miré a mi alrededor y pensé: “Así es como quiero vivir".
Lonoff no vive solo. Con él está su esposa Hope, que es su todo: secretaria, agente literaria, cocinera, lavandera y mujer. Ambos atienden bien al joven narrador, hasta que aparece la manzana de la discordia: Amy Bellette, joven judía admiradora de Lonoff, que está pasando una temporada en su casa a razón de que se encuentra seleccionando los manuscritos del viejo escritor para la universidad de Princeton. Las horas avanzan, y tanto Lonoff como su esposa le piden al visitante que pase la noche con ellos; este acepta, y no tiene la más mínima idea de que el lugar en el que dormirá será el estudio de trabajo de Lonoff.
Me gustaría decir algunas cosas más, pero no soy de la idea relatar paso a paso los argumentos. Lo que sí diré es que la estancia en ese estudio de trabajo llega a ser el sitio idóneo en el que el incipiente joven escritor confronta sus temores y reprime sus inseguridades. Y de a pocos, la figura de Amy empieza a tener protagonismo, hasta volverse central, muy decisiva para Lonoff y para el devenir de quien con el tiempo sería el famoso escritor Nathan Zuckerman.
Para este post he estado buscando algunas cosas que puedan enriquecer aún más la figura de Roth. Él no es para nada un escritor a quien recién se le está descubriendo. En el tomo Críticos y Guionistas de Confesiones de Escritores (Los reportajes de The Paris Review) tenemos una entrevista de Antonio Weiss a Harold Bloom, realizada en 1990. La entrevista gira, principalmente, en torno a la labor del crítico literario. Ambos conversan sobre muchos temas, siendo inevitable de que el renombrado crítico diga algunas palabras sobre Roth. A continuación una muestra:
…Opondría a él (Saul Bellow) un talento absolutamente extraordinario: Philip Roth. Me parece que Philip Roth va de un punto fuerte a otro, y en este momento es alarmantemente poco apreciado. Parece raro decir que Philip no es apreciado, cuando tiene un público tan amplio y una fama tan grande, pero Deception pasó bastante inadvertido, y es un extraordinario tour de force.
Fue considerado como un experimento o como una suerte de remanente de…
De The Counterlife. Bien. The Counterlife, por supuesto, mereció todos los elogios que recibió. Es un libro asombroso, aunque yo lo pondría un poquito más abajo de la trilogía Zuckerman Bound con su maravilloso postludio o coda de la Orgía de Praga. Todavía pienso que Mi vida como hombre y también, por supuesto, El lamento de Portnoy, son libros notables. Está el gran episodio de la puta de Kafka en The Profesor of Desire. He escrito bastante sobre Philip. Después de un libro bastante desafortunado llamado The Facts, que me costó leer, ha escrito un libro sobre su difunto padre llamado Patrimony, que es bello e inmensamente conmovedor, un verdadero logro. Roth es un artista de la prosa de gran talento. Tiene una inmensa exuberancia narrativa y también es un auténtico novelista cómico, y quiero insistir en este punto…ya que es muy difícil, como todos sabemos, escribir con éxito narrativa humorística, aunque la risa que Philip produce es por cierto muy dolorosa. No estoy seguro de que en este momento tengamos algún otro auténtico novelista cómico de primer nivel.
Si me preguntaran qué opino de la obra de Philip Roth, diría exactamente lo mismo que Bloom.
Me hubiera gustado hacer este post meses antes, no sé por qué lo estuve postergando. Hasta la manera como llegué a La visita al maestro tiene muchos ingredientes de la anécdota. Más o menos así fue (en síntesis):
Me encontraba en el centro de Lima, era una calurosa mañana dominguera de febrero. Andaba de boleto. La noche anterior había estado en una reunión en Salamanca y no sé cómo fue que aparecí horas después en la intersección de la Av. Tacna con La Colmena. Eran las diez de la mañana. Y justo cuando pensaba parar un taxi para volver a casa, se me ocurrió volver a visitar la tienda de saldos de la librería La Familia, ubicada frente a la universidad Villarreal. El local estaba abierto, revisé los títulos de Argos Vergara, y cuando ya estaba por irme a desayunar, veo un lomo negro con el número 154 en color mostaza. Philip Roth. La visita al maestro. Seguí indagando y vi otro lomo, pero de color plomo, con el número 157. Philip Roth. La liberación de Zuckerman… Compré ambas novelas... Ya en la calle, recibo la llamada de A., y fui a su casa, y como se me va la resaca cada vez que estoy con A., pues me duché y me puse a leer La visita al maestro mientras se preparaba el almuerzo. La lectura me enganchó, me sedujo su inherente humor corrosivo. Fue como un orgasmo de letra pura. Terminé la novela en cinco horas.
Al llegar a mi casa, ya de noche, recogí de la sala la edición de El Dominical. En las páginas centrales había una fotazo de Philip Roth. El artículo era del ya mencionado Peter Elmore... Ambos sucesos los sentí como una revelación, como una profecía que me impulsaba a indagar todo lo que pudiera de Roth…Como se puede colegir, desde siempre tengo al azar como brújula, para absolutamente todo.
Ya para terminar, pues se me viene una frase que hasta ahora recuerdo del celebrado novelista español Antonio Orejudo, cuando dijo, con mucha convicción ante un grupo reducido de personas, que él no concibe que alguien se dedique a la literatura si es que no ha leído El guardián entre el centeno de Salinger. Me robo su idea para decir casi lo mismo: nadie puede dedicarse a la escritura de la novela si es que ha pasado por alto los libros de Philip Roth.
Imagen, portada de La visita al maestro.
Hace ya varios meses leí en El Dominical un artículo de Peter Elmore, Los espectros de Philip Roth. Entre otras cosas de valía, el narrador y crítico escribe un párrafo que nos da luces de la obra de quien para mí es uno de los mejores novelistas del planeta. Aquí va:
Inagotable y fértil, Philip Roth es no solo un creador prolífico, sino uno de los más agudos e innovadores en la literatura contemporánea de los Estados Unidos. Entre los novelistas norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX y de principios de este, Roth se cuenta entre los indispensables: su escritura es actual y polémica, pero es también canónica y de la posteridad.
Cada vez que puedo, no dudo en hablar de Roth con mis patas. Es que me encanta hablar de los autores que me gustan, de los que consideras que debes leer sí o sí. Se aprende muchísimo leyendo a Roth, con él consigo lo que pocas veces: levantar la mirada en plena lectura, pensando en un merecido “qué buen escritor, carajo”… Y esto se lo dije hace unos días, en un café, a mi amigo Marco García Falcón.
- Para mí, Philip Roth es el novelista. Claro, no todos sus libros pueden calificarse de monumentales, pero aun así, este mantiene un ritmo sostenido de calidad, hay títulos que son mejores que otros, pero ninguno es malo, ni siquiera flojo.
- Sí. En ese aspecto estamos de acuerdo. Roth es el novelista –sentenció Marco.
Cuando leí el artículo de Elmore, apunté los títulos que me faltaban del ciclo Zuckerman, sabía que este tiene nueve títulos, y en mi poder tengo seis (tengo otras fuera de dicho ciclo, como El lamento de Portnoy, Patrimonio, El teatro de Sabbath, La pandilla, La caída de los ídolos y un par más que en estos momentos no recuerdo). Como Elmore no es de los que escriben de un libro sin ofrecer un panorama previo, este le dedica generosos párrafos a la primera novela del ya famoso ciclo novelístico, The Ghost Writer (La visita al maestro), puesto que entre esta y la última hay muchos lazos en común, los cuales no solo se suscriben al personaje Nathan Zuckerman.
En Exit Ghost Nathan Zuckerman es un escritor ya trajinado y reconocido; cosa distinta a lo que se cuenta en La visita al maestro, en la que encontramos a un relativamente inédito Zuckerman, jovencísimo, muy preocupado por su familia ya que esta lo tiene contra la pared a raíz de la publicación en una revista de un cuento suyo en el que se “burla” de las costumbres judías. Por ello, el joven Zuckerman busca apoyo y refugio en un viejo escritor recientemente descubierto por el mundo literario, al punto de que la mejores universidades se disputan la tenencia de sus archivos y manuscritos, llamado Emanuel Isidore Lonoff. El atribulado joven escritor va a buscarlo a su refugio en Massachusetts... Y una de las cosas que Lonoff le dice de arranque es que prefiere que le llame Manny, y de esta manera ambos, por decirlo de alguna manera, entran en "confianza".
Lo primero que llama la atención del desconcertado joven escriba es el choque emocional que le produce el hogar y centro de trabajo de Lonoff. Un ejemplo:
Más allá de los antepechos tapizados en las ventanas y las incoloras cortinas de algodón pulcramente atadas a un lado, alcanzaba a distinguir las extremidades desnudas de un gran arce oscuro y campos de nieve no hollada. Pureza. Serenidad. Sencillez. Aislamiento. Toda la concentración y elocuencia y originalidad de que uno es capaz para la fatigosa, exaltada, trascendental vocación. Miré a mi alrededor y pensé: “Así es como quiero vivir".
Lonoff no vive solo. Con él está su esposa Hope, que es su todo: secretaria, agente literaria, cocinera, lavandera y mujer. Ambos atienden bien al joven narrador, hasta que aparece la manzana de la discordia: Amy Bellette, joven judía admiradora de Lonoff, que está pasando una temporada en su casa a razón de que se encuentra seleccionando los manuscritos del viejo escritor para la universidad de Princeton. Las horas avanzan, y tanto Lonoff como su esposa le piden al visitante que pase la noche con ellos; este acepta, y no tiene la más mínima idea de que el lugar en el que dormirá será el estudio de trabajo de Lonoff.
Me gustaría decir algunas cosas más, pero no soy de la idea relatar paso a paso los argumentos. Lo que sí diré es que la estancia en ese estudio de trabajo llega a ser el sitio idóneo en el que el incipiente joven escritor confronta sus temores y reprime sus inseguridades. Y de a pocos, la figura de Amy empieza a tener protagonismo, hasta volverse central, muy decisiva para Lonoff y para el devenir de quien con el tiempo sería el famoso escritor Nathan Zuckerman.
Para este post he estado buscando algunas cosas que puedan enriquecer aún más la figura de Roth. Él no es para nada un escritor a quien recién se le está descubriendo. En el tomo Críticos y Guionistas de Confesiones de Escritores (Los reportajes de The Paris Review) tenemos una entrevista de Antonio Weiss a Harold Bloom, realizada en 1990. La entrevista gira, principalmente, en torno a la labor del crítico literario. Ambos conversan sobre muchos temas, siendo inevitable de que el renombrado crítico diga algunas palabras sobre Roth. A continuación una muestra:
…Opondría a él (Saul Bellow) un talento absolutamente extraordinario: Philip Roth. Me parece que Philip Roth va de un punto fuerte a otro, y en este momento es alarmantemente poco apreciado. Parece raro decir que Philip no es apreciado, cuando tiene un público tan amplio y una fama tan grande, pero Deception pasó bastante inadvertido, y es un extraordinario tour de force.
Fue considerado como un experimento o como una suerte de remanente de…
De The Counterlife. Bien. The Counterlife, por supuesto, mereció todos los elogios que recibió. Es un libro asombroso, aunque yo lo pondría un poquito más abajo de la trilogía Zuckerman Bound con su maravilloso postludio o coda de la Orgía de Praga. Todavía pienso que Mi vida como hombre y también, por supuesto, El lamento de Portnoy, son libros notables. Está el gran episodio de la puta de Kafka en The Profesor of Desire. He escrito bastante sobre Philip. Después de un libro bastante desafortunado llamado The Facts, que me costó leer, ha escrito un libro sobre su difunto padre llamado Patrimony, que es bello e inmensamente conmovedor, un verdadero logro. Roth es un artista de la prosa de gran talento. Tiene una inmensa exuberancia narrativa y también es un auténtico novelista cómico, y quiero insistir en este punto…ya que es muy difícil, como todos sabemos, escribir con éxito narrativa humorística, aunque la risa que Philip produce es por cierto muy dolorosa. No estoy seguro de que en este momento tengamos algún otro auténtico novelista cómico de primer nivel.
Si me preguntaran qué opino de la obra de Philip Roth, diría exactamente lo mismo que Bloom.
Me hubiera gustado hacer este post meses antes, no sé por qué lo estuve postergando. Hasta la manera como llegué a La visita al maestro tiene muchos ingredientes de la anécdota. Más o menos así fue (en síntesis):
Me encontraba en el centro de Lima, era una calurosa mañana dominguera de febrero. Andaba de boleto. La noche anterior había estado en una reunión en Salamanca y no sé cómo fue que aparecí horas después en la intersección de la Av. Tacna con La Colmena. Eran las diez de la mañana. Y justo cuando pensaba parar un taxi para volver a casa, se me ocurrió volver a visitar la tienda de saldos de la librería La Familia, ubicada frente a la universidad Villarreal. El local estaba abierto, revisé los títulos de Argos Vergara, y cuando ya estaba por irme a desayunar, veo un lomo negro con el número 154 en color mostaza. Philip Roth. La visita al maestro. Seguí indagando y vi otro lomo, pero de color plomo, con el número 157. Philip Roth. La liberación de Zuckerman… Compré ambas novelas... Ya en la calle, recibo la llamada de A., y fui a su casa, y como se me va la resaca cada vez que estoy con A., pues me duché y me puse a leer La visita al maestro mientras se preparaba el almuerzo. La lectura me enganchó, me sedujo su inherente humor corrosivo. Fue como un orgasmo de letra pura. Terminé la novela en cinco horas.
Al llegar a mi casa, ya de noche, recogí de la sala la edición de El Dominical. En las páginas centrales había una fotazo de Philip Roth. El artículo era del ya mencionado Peter Elmore... Ambos sucesos los sentí como una revelación, como una profecía que me impulsaba a indagar todo lo que pudiera de Roth…Como se puede colegir, desde siempre tengo al azar como brújula, para absolutamente todo.
Ya para terminar, pues se me viene una frase que hasta ahora recuerdo del celebrado novelista español Antonio Orejudo, cuando dijo, con mucha convicción ante un grupo reducido de personas, que él no concibe que alguien se dedique a la literatura si es que no ha leído El guardián entre el centeno de Salinger. Me robo su idea para decir casi lo mismo: nadie puede dedicarse a la escritura de la novela si es que ha pasado por alto los libros de Philip Roth.
Imagen, portada de La visita al maestro.
4 Comentarios:
Philip Roth es excelente. Pastoral Americana es una crítica al tan voceado american dream.
Hece unos días encontré "La visita al maestro" (una mala traducción, pues lo correcto sería "El escritor fantasma"), con el cual hago mi entrada el universo Roth. También encontré un libro de Manuel Scorza, cuenta pendiente entre mis lecturas latinoamericanas. Saludos desde Santiago del estero, Argentina.
Es que es una traducción literaria, no literal. Además, por el desarrollo de la historia, la traducción calza muy bien. Esta novela, sin estar a la altura de las mejores, es muy buena, es el inicio de la saga Nathan Zuckerman y Roth lo hizo bien.
Gabriel
Estimado Gabriel, a más de uno nos ha atrapado el deseo de saber más allá de lo que deberíamos de Roth y de su literatura misma haciendo de éste un proceso de aprendizaje sumamente enriquecedor. Hace tiempo pasé por el mismo proceso al que llamé "la lectura de los Roth" (Zuckerman, Tarnopol y Roth) y encontré en ello el deseo de seguir leyendo sobre la literatura que inspiró al mismo. Un gran Post y espero que sigamos en contacto. Saludos desde Berlín. David
Te recomiendo "La mesa Limón" de Julian Barnes.
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