Imperdible: Duke Ellington por sí mismo
Estoy seguro de que este post será una delicia para todos aquellos que lean el blog hoy sábado. No es para menos, tenemos al gran pianista y compositor Duke Ellington. No es requisito que te guste el jazz, por cierto.
Tiempo atrás, mientras tomábamos un café, un admirado escritor melómano de jazz me dijo que a los genuinos artistas la genialidad se les desborda no solo en la parcela que cultivan. No niego que dudé de lo escuchado, pero ya no, puesto que acabo de leer un extenso artículo de Juan Carlos Garay en la excelente revista colombiana El malpensante.
En El Duque ante el espejo se reproduce una imperdible autoentrevista de Duke Ellington, todo un rescate publicado en principio en 1972, año y medio después de su paso por la siempre exquisita Bogotá.
…
El 29 de noviembre de 1971 aterrizó en el aeropuerto El Dorado la orquesta de Duke Ellington. De todos los músicos de jazz que han visitado a Colombia, el Duque bien puede ser el más importante. En ese momento tenía 72 años y un lugar trascendental en el lenguaje de las grandes orquestas. El estilo big band había desaparecido prácticamente: la década de los setenta marcaría para el jazz el inicio de experimentos eléctricos y fusiones cada vez más radicales, pero no por eso Duke Ellington era una figura del pasado. Se mantenía vigente, componiendo extensas suites y viajando por el mundo en calidad de embajador musical, siempre atento a escuchar la música tradicional de los países que visitaba y siempre, según un documento que la Embajada de Estados Unidos hizo circular entre los periodistas, “cortés y suave, cuya afabilidad conquista a los públicos”.
Pero lo cierto es que a su llegada a Bogotá, Duke Ellington mostró una faceta diametralmente opuesta. Se bajó del avión malhumorado y, al ver la horda de fotógrafos que le esperaba, pidió en inglés que por favor no le dispararan flashes a la cara. Como nadie le entendió, vino la avalancha de luces y ahí comenzó el desamor. Ellington se cubrió el rostro con su sombrero y con su saco para estropearles todas las fotos. Luego, en una improvisada rueda de prensa que le hicieron en una de las salas del aeropuerto, contestó de mala gana a las preguntas que, sinceramente, dejaban mucho que desear:
–Señor Ellington, ¿qué opina de los Beatles?
–¿Sabe una cosa? Yo no soy crítico de música.
Los periodistas, como de costumbre, se desquitaron después en sus páginas. El Espectador tituló “Duke Ellington: un artista huraño”, mientras que El Tiempo, menos diplomático, se lanzó con esta pulla: “Con un genio del diablo llegó ayer Duke Ellington”. Ninguno publicó luego una reseña del concierto, que se llevó a cabo en el teatro Colombia (hoy teatro Jorge Eliécer Gaitán) esa misma noche.
La visita de Ellington a Bogotá hacía parte de su segunda gira por Latinoamérica. La primera, realizada tres años antes, había incluido únicamente a Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y México, pero había dado dos frutos maravillosos. El primero fue la composición de la Latin American Suite, cuya primera versión se estrenó en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México. El segundo fue el inicio de una profunda insatisfacción con la dinámica de entrevistas que, sin saberlo, daría origen a uno de sus mejores ejercicios no musicales. A su paso por Santiago de Chile, en septiembre de 1968, anotó en su diario: “Tan pronto arribamos al hotel nos están esperando los periodistas. Son las nueve y media de la mañana y no hemos dormido. Por fortuna, las preguntas no abruman severamente mi capital intelectual”.
Para el gran pianista, compositor y director de orquesta, las entrevistas parecían ser la parte más tediosa de su oficio. O bien siempre le preguntaban lo mismo o, lo que es igualmente frustrante, nunca le preguntaban lo que él quería. Por eso, cotejando fechas, tal vez podamos concluir con relativo orgullo que su paso por Colombia fue el detalle detonante: un artista activo desde finales de los años veinte, responsable de algunas de las melodías más populares de la historia del jazz, evolucionador del lenguaje orquestal, artífice de piezas tan dulces como “Mood Indigo” o de obras tan profundamente espirituales como los Conciertos sacros, se enfrenta de repente a un reportero que le pregunta sobre los Beatles, un grupo que, dicho sea de paso, ya no existía en 1971. ¿Qué hacer?
La respuesta parece ser la autoentrevista, que aparecería publicada un año y medio después de su breve visita a Bogotá. Aquí, Duke Ellington se desdobla y por fin se da gusto tratando en detalle los temas que verdaderamente le interesan. Es algo así como la conversación ideal, casi al final de su vida, tocando aspectos relevantes del oficio de compositor, una involuntaria enumeración de las que podrían ser sus obras favoritas (incluyendo “Caravan”, “Sophisticated Lady” y la Latin American Suite) y varias reflexiones que se alejan de lo puramente técnico para ofrecernos un asomo de su vida, su crianza, su rectitud de principios y su religiosidad. En algunas ocasiones pareciera que estamos leyendo una auténtica conversación entre dos personas y en otras la pregunta es apenas un pretexto para contar alguna anécdota.
En suma, un ejercicio de escritura creativa que por instantes parece una partitura ellingtoniana, con temas recurrentes, variaciones, momentos disonantes y momentos plácidos. Un extenso viaje por numerosos y variadísimos puntos, como aquella gira latinoamericana de 1971 que había comenzado en Brasil para después llevarlo a Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Ecuador. Luego vino su único concierto en Colombia y la gira continuó con presentaciones en Venezuela, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, México y El Salvador. No es difícil imaginar a Duke Ellington, en todos esos aviones, haciendo a un lado de vez en cuando las hojas pentagramadas para trazar los esbozos de éste, el retrato que los reporteros jamás pudieron lograr.
¿Se considera usted un precursor de todas las avanzadas tendencias musicales que se derivan del jazz?
Hubo muchos músicos maravillosos que consagraron la palabra “jazz”, y a sí mismos, varios años antes de que yo llegara. “Jazz” es solo una palabra y en realidad no tiene significado. Dejamos de usarla en 1943. Para dejar las cosas claras de una vez, yo no creo en ningún tipo de categorías.
Para usted, ¿cuál es el sonido más cacofónico?
Podría ofrecerle numerosos ejemplos, pero la cacofonía que hay en Damasco las derrota a todas. En un instante se oye al sacerdote llamando a la gente al rezo y al minuto siguiente, en contraste con la serenidad y el silencio que se procuraba, se levanta el rugido tremendo del tráfico. A las seis de la mañana de cada día, parecía que cada automóvil que ha existido convergiera en la esquina justo afuera de mi ventana. Estoy acostumbrado a dormir de día en todas partes del mundo, pero ese desbocamiento de motores y pitos hacía imposible el sueño.
Usted es conocido por trabajar bajo condiciones extraordinarias, con la televisión encendida, gente hablando, luces de neón zumbando y teléfonos timbrando. ¿Necesita esa semiconfusión, o simplemente está acostumbrado? ¿Puede abstraerse a voluntad?
En las viejas casas editoriales de música podía haber hasta diez pianos sonando al tiempo, y uno tenía que aprender a escribir una partitura bajo esas circunstancias. Si yo estaba escribiendo una partitura para recibir un adelanto, no podía darme el lujo de dejar que esos ruidos interfirieran con el ruido que estaba tratando de anotar en el papel. Desde luego no me publican por coincidencias como las mencionadas, pero si llegan a suceder, rara vez siento la urgencia de la disciplina. Tampoco tengo la impudicia de ser rudo ni el descaro de exigir orden.
¿Cree que llegarán los tiempos en que un compositor pueda resolver matemáticamente lo que quiere expresar, ingresar los datos en una computadora y hacer que la máquina componga?
Hace años tuvimos la pianola.
¿Cómo es su aproximación cuando le piden musicalizar una película o una obra teatral? ¿Predominan sus sentimientos o la interpretación que hace el director de la historia?
Usualmente el compositor tiene sus propias ideas, pero éstas pueden alterarse a discreción del director. Esta música se escribe primordialmente para sonar de fondo y no puede nunca superar en poderío a la acción o al diálogo que haya en el escenario o en la pantalla.
¿Qué piensa de la música de la gente joven?
No pienso que la edad del intérprete deba ser considerada de ninguna manera. Si suena bien es buena música y si no suena bien es de la otra. La pregunta acerca de la música nueva y vieja, o de los músicos jóvenes y viejos, parece estar siempre destinada a frustrarme. Usualmente me lo pregunta alguien que no está enterado de lo que sucede hoy y seguramente tiene en mente a esos muchachos del Top 40 que son quienes acaparan la publicidad como los más rebeldes, los que fuman hierba, los que se entregan a placeres por fuera de la ley. En otras palabras, los chicos malos siempre salen en televisión, periódicos y revistas. Los jóvenes constructivos que hacen cosas normales y se comportan como individuos limpios y progresistas, preparándose para posiciones respetables en la sociedad del mañana, ésos nunca son mencionados.
No obstante, ¿no piensa que la corriente actual de la música es todo menos conservadora?
“Conservador” es una palabra y una categoría. Cuando un buen músico compromete su meta en la música y desciende a lo que esperan las masas de cerebros lavados, no está siendo honesto consigo mismo. Un artista tiene que ser fiel a sí mismo. Si el dinero le resulta más importante que su música, entonces está prostituyéndose. No digo que todo aquel que oiga música o la use como fondo atmosférico sepa o le importe qué es lo que están tocando, pero un verdadero músico no puede dejarse desviar de su ritmo natural por aquellos que creen que los listados del Top 40 son los que indican los mejores sonidos. En cualquier caso, si el oyente es quien toma las decisiones, estamos en una situación bastante mala. Con excepción de la música para cine, teatro y televisión, la consonancia es lo deseable porque se considera agradable para el oído normal. Pero existen, por supuesto, artistas que recurren al shock y la desesperación. Existen aquellos que realmente disfrutan la distorsión. Una disonancia en una sinfonía no es menos mala que una disonancia en el jazz o en el rock. Entonces, de nuevo, ¿por qué la categoría?
En términos de importancia, ¿cómo clasificaría usted la composición, la escritura de arreglos y la interpretación?
Todas son interdependientes. La composición depende mucho del arreglo que se le haga, pero ni la composición ni el arreglo deben ser una carga para los intérpretes. Porque si la interpretación falla entonces todo se pierde.
¿Hay alguna razón especial por la que decidió desarrollar una mano izquierda particularmente fuerte en la interpretación del piano?
Cuando yo empecé en esto, la mano izquierda era considerada el primer paso hacia el reconocimiento.
¿Cómo hace un músico para sintonizar con una audiencia particular? ¿Cómo se logran la receptividad, la reacción, el ambiente? El público de un lado del país puede querer escuchar algo completamente distinto al público del otro lado.
No existe una escala geográfica para evaluar auditorios. Cuando el artista encuentra a un público sensible, ¡bingo! Pero si el músico toca de acuerdo con la geografía, la nacionalidad, la raza o el credo del espectador, está condescendiendo. Y ésa es la peor ofensa social que hay en el mundo.
¿Puede dejar de escribir música? ¿Escribe a pesar de sí mismo?
No sé qué tan fuertes sean las cadenas y los barrotes. Nunca he tratado de escapar.
¿Escribe para alguna persona, es decir, pensando en alguien en especial?
Mantengo a los músicos de mi banda como una base estable, 52 semanas al año. Siempre sé para quién estoy escribiendo.
¿Compone en su cabeza o en el piano? ¿Puede ver la pieza musical? ¿Tiene forma?
No existe un formato determinado para la actividad del cerebro. Pero si no sucede en la mente primero, no sucede.
Si usted se viera encerrado durante todo un mes en una cabaña en lo alto de una montaña y sin un piano cerca, ¿podría seguir componiendo?
Naturalmente.
Cuando viaja a otros países en representación del suyo, ¿qué les lleva y, a su vez, qué recibe de ellos?
No soy un turista ni un visitante de monumentos, así que lo que observo es fácilmente digerible. Me encanta escuchar siempre la música de mis anfitriones, y espero que haya un acomodamiento mutuo y total para que al final del concierto ambas partes digamos: “¡otra, otra!”
¿La inspiración viene de dolores, frustraciones y desengaños? Se dice que las grandes canciones de amor siguen a las rupturas amorosas. ¿Afectan la composición emociones como el amor, la rabia, la soledad o la alegría?
Pienso que la verdadera posición del artista debe ser la de un observador. Las emociones personales pueden estropear la firmeza de su obra.
¿Hay algún lugar en el que viva permanentemente?
Sí, en Nueva York, pero hace unas semanas dormí en mi propia cama por primera vez en seis meses. Después de tocar allí cinco semanas, fuimos a Las Vegas por un mes; luego estuvimos seis semanas en Europa; de regreso, nos saltamos Nueva York y fuimos a Las Vegas y San Francisco. De allí viajamos a Tokio, Bangkok, Taipei, Australia y Nueva Zelanda. Incluso tocamos en Vientián en Laos.
¿Cómo hace para mantener la buena salud viajando tanto, comiendo toda clase de comidas en tantos lugares diferentes?
No, en realidad no como más que carne. Una vez estaba yo en un restaurante justo sobre el océano en Salem, Massachusets, y pedí pescado. “Caramba, sé que este pescado viene directo del océano”, le dije a la mesera. Y me contestó: “No, nuestro pescado tiene que despacharse desde Boston”. Ésa fue mi última vez con el pescado. Luego tuve un cuñado que te hacía dejar de comer pollo solo por la manera en que él rechazaba el pollo. Quince semanas en el Lejano Oriente te hacen dejar el cordero también. Así que el secreto es decir no a todas las comidas que te ofrecen, y comer solo carne.
Bueno, ¿y nunca se cansa de tocar esos temas clásicos noche tras noche?
No, es una responsabilidad y una deuda con la audiencia. Por ejemplo, alguien se acerca y me dice: “Yo me casé con ‘Caravan’” o “Yo conocí a mi novia en el Blue Note cuando usted tocaba ‘Mood Indigo’ ”. Es importante para ellos. Una noche estábamos tocando en algún lugar de Georgia cuando se me acercaron tres personas. El hombre me presentó a su esposa y me dijo: “La conocí a ella una noche en que usted estaba tocando ‘Sophisticated Lady’ y la saqué a bailar. Es extraño que haya regresado a nuestro pueblo justo el día en que nuestra hija cumple 21 años”. Entonces me presentaron a la hija. Uno tiene que respetar ese tipo de recuerdos. Y por supuesto, cuando en circunstancias así me piden que interprete algún número que no hemos ensayado, simplemente les digo a mis músicos: “Finjamos”.
¿Cambiaría perceptiblemente el sonido de la orquesta de Duke Ellington si cambiara el personal?
Bueno, el sonido se altera con toda la nueva música que sacamos todo el tiempo, así como también con interpretaciones cambiadas de números viejos. He tenido la fortuna de emplear a varios tipos que con el tiempo se convirtieron en leyendas, y luego vinieron otros músicos que los amaban tanto que los imitaban. Cuando Paul Gonsalves llegó a la banda, ni siquiera necesitó ensayar: amaba tanto a Ben Webster que conocía todas sus partes. Lo mismo sucedió con Russell Procope y la manera de tocar clarinete de Barney Bigard.
¿Piensa que empezar hoy para un músico joven es más fácil o más difícil que en sus tiempos?
El calibre de los músicos es más alto hoy. Tienen que ser mejores que los músicos de antes. En aquellos días el requisito primordial era tener personalidad a través del tono, la identificación. Si tú lograbas eso, ni siquiera tenías que saber leer. Hoy uno ve que los mismos tipos tocan en orquestas sinfónicas, grupos de música bailable y estudios de radio y televisión. No es problema para aquellos que están debidamente capacitados, y puede llegar a ser muy lucrativo si entran en el círculo de estudios de grabación, televisión y cine. Pero desde luego pueden terminar aislándose al punto de no estar disponibles en el momento preciso, y entonces la oportunidad se les escapa. Yo sé que cuando salí de Washington había media docena de tipos que sabían diez veces más música que yo, pero no pudieron irse por una u otra razón. Yo en cambio estaba persiguiendo la melodía y la melodía me llevó hasta Nueva York donde, un mes después, me publicaron la primera canción. Tenía 23 años.
¿Puede llegar un punto en que tocar música se vuelve algo mecánico?
Eso depende de cómo relacione usted la mecánica con la destreza. Se necesita destreza para operar la mecánica. Y también tenemos que considerar los grados de gusto e imaginación, pero ciertamente la destreza y la mecánica son cosas diferentes. El teatro, por ejemplo, es un lugar para la destreza. Hay personas que dicen: “No me explico cómo ese actor puede interpretar esa escena todas las noches sin enloquecerse”. Puede ser una parte salvajemente dramática, pero el actor no necesariamente tiene que arrojar sus emociones ahí porque ha estudiado cómo hacer que la gente crea que él está sufriendo. Es una de las artes, y las artes tienen propiedades similares. Imagine a un hombre esculpiendo la estatua de una mujer llorando. Este hombre se involucra emocionalmente con lo que está haciendo, pierde el control de su cincel y estropea la estatua. Entonces entra un verdadero artista, lo contempla desesperado, lo convierte en su tema y pinta su retrato. Horrible, ¿no es cierto?
¿Cuál de sus canciones es su preferida?
La próxima, la que escribiré esta noche o mañana. El nuevo bebé es siempre el preferido.
¿De dónde saca los títulos?
Uno toca la melodía primero y luego se voltea y le pregunta a la chica cómo se llama. Siempre hay una chica de pie por ahí, cerca al piano.
¿No se siente agotado de hacer lo que hace después de todos estos años?
Usted está hablando desde la perspectiva de alguien que no ama la música o que no se gana la vida haciendo lo que más le gusta. Para serle franco, esa pregunta me molesta, y no solo porque es muy recurrente. Millones y millones son invertidos en construir lugares de vacaciones para que la gente pueda escapar de sus quehaceres diarios, lo cual significa que la gente no disfruta su trabajo. Nadie hace lo que nosotros durante 52 semanas al año, todos los día de la semana. Es lo que nos hace únicos. De hecho nadie hace algo todos los días como nosotros, y nadie lo hace en tantos lugares como nosotros. Doctores, cirujanos, futbolistas, banqueros y siga usted la lista, todos toman vacaciones. Nosotros viajamos a muchos países y volamos más que cualquier piloto profesional. Vivimos en un clima enteramente diferente. Hace tres días cruzábamos el ecuador; ayer pasamos por una tormenta de nieve. Todos se toman un día libre, pero nosotros no. No estamos cautivos, estamos inmersos.
¿Le queda tiempo para pintar hoy día?
No, a pesar de que la pintura era mi talento reconocido. Cuando me gané una beca para estudiar Bellas Artes en el Pratt Institute no la aproveché porque ya me había metido en eso que se estaba empezando a llamar jazz. Me dije a mí mismo que ese tipo de música no iba a durar mucho, que tocaría quizá un año más y luego iría a reclamar mi beca. A veces todavía compro materiales, pinturas, lienzos y cartulinas, pero terminan acumulando polvo en algún rincón. No se puede pintar en aviones, trenes, automóviles ni autobuses.
¿Pero sí puede escribir música en esas condiciones?
Oh, sí, porque cuando llega una idea tengo que escribirla mientras esté fresca. De otro modo la idea se transforma. Las notas cambian de lugar y cuando voy a revisar otra vez la melodía en mi mente, resulta que la tercera nota se ha convertido en la sexta. Eso altera todo su valor y hace que no se parezca en nada a la idea original.
¿Cree en dios?
Claro, ésa es la razón por la cual hago los Conciertos sacros cada año.
¿Qué es el público?
El público es el otro lado del reino que sirve a la misma musa a la que yo sirvo.
Cuando usted está tocando, ¿en qué le insiste a su público?
No le insisto en nada. Toco para ellos y, si estoy de suerte, ellos compartirán mi gusto. Es como la palabra “swing”: cuando dos personas estamos juntas, cuando su pulso y mi pulso están al unísono, entonces tenemos swing.
¿Qué opina de las drogas?
¿Por qué me pregunta? Usted no es médico, detective o drogadicto, ¿o sí?
¿Qué tan importante es la improvisación en el jazz?
La palabra “improvisación” conlleva grandes limitaciones porque, cuando a los músicos les dan la responsabilidad de hacer un solo, tienen de antemano la sugerencia de una melodía escrita, de modo que antes de empezar saben más o menos qué van a tocar. Cualquier músico al que valga la pena escuchar sabe qué es lo que tocará, no importa si lo prepara faltando un día o faltando un compás. Depende de la intención.
¿Cómo es posible que no haya coqueteado con la música comercial?
Aquí es donde la categorización del jazz se desdibuja. Mi orquesta puede tocar una creación propia como la Latin American Suite o la New Orleans Suite, pero a la vez un gran artista como Sidney Bechet tocará “Love for Sale”, o Coleman Hawkins tocará “Body and Soul”. Entonces, ¿dónde termina? Todos hemos trabajado y luchado durante años bajo la bandera del jazz, pero la palabra en realidad no significa nada. ¿Qué relación hay entre Guy Lombardo, Stan Kenton, Count Basie y Louis Armstrong, a quienes la gente considera como intérpretes de jazz? La música es ilimitada.
¿Qué hay del futuro del jazz?
Tendrá que llamarlo música, quiéralo o no. Una promoción se gradúa del conservatorio –digamos Juilliard, Eastman o Berklee– y han estudiado toda la historia, cada gran compositor y cada gran orquestador. Han aprendido todas las técnicas. No puede ponerlos dentro de una pequeña categoría llamada jazz. De esa promoción, una cuarta parte se irá a trabajar en el cine, una cuarta parte a la radio y la televisión, una cuarta parte enseñará música o dirigirá un coro de iglesia, y la otra cuarta parte tocará eso que algunas personas quieren llamar jazz.
¿Cree que no se deben hacer divisiones por gusto sino por necesidad?
Billy Strayhorn y yo hicimos unos arreglos de la suite Peer Gynt. Nos gustó lo que hicimos y nos divertimos haciéndolo, pero nunca pretendimos hacerlo mejor que la gente sinfónica. Había algo de humor en ese arreglo y, desafortunadamente, la Sociedad Grieg de Noruega lo prohibió. No creo que el propio Grieg lo hubiese prohibido.
Una vez que nace una composición, ¿la deja sola?
El marco original se mantiene. A veces llega gente de la orquesta que ve la pieza desde una perspectiva diferente y le agrega un poco de sabor de acuerdo con su personalidad. Uno nunca está satisfecho, por supuesto. Uno piensa: “Debí haber hecho esto acá y esto otro más allá” y sabe que un mejor desarrollo es posible, pero estamos condicionados porque venimos de una época en que estábamos limitados a tres minutos.
¿La época en que los jams no podían ser grabados?
No. Un jam es como un encuentro amable, un intercambio de cumplidos, pero en los viejos tiempos había verdaderas contiendas en las que uno debía defender su honor con su instrumento. Recuerdo una gran noche en el Comedy Club. Llegamos al final de la mañana un domingo, pero Sidney Bechet y Coleman Hawkins se habían conectado y estuvieron allí toda la noche. Sencillamente llevaban sus instrumentos de viento; sin ellos, hubieran sido como caballeros andando por ahí sin espada o sin armadura. Chick Webb solía retar a todo el que llegara al Savoy Ballroom, porque él sabía qué tocar y cuándo durante los bailes. Era como las olimpiadas cada noche. La banda de Mal Hallet retaba a toda banda que alternara con ellos en Nottings, sobre el río Charles.
Si su casa se incendiara, ¿qué sería lo primero que agarraría para salvar?
Agarraría el viejo adagio de Sonny Greer: “Los pies salvan el trasero, el trasero les devolverá el favor algún día”.
¿Cuál es el más grande descubrimiento del hombre?
La electricidad. Y el teléfono es una necesidad.
Aun con la velocidad de los jets hoy día, ¿no se ha cuestionado si esos itinerarios tan rigurosos valen la pena?
¿O si sería mejor simplemente sentarse e ir volviéndose verde, primero por un lado y luego por el otro, hasta llegar a la parálisis?
¿Dónde recuerda haber visto el amanecer y el atardecer más hermosos de su vida?
Unos segundos antes de la alborada en Berkeley Heights, mirando al oeste sobre la bahía de San Francisco. Y también recuerdo un crepúsculo en Bombay: el cielo sobre el mar Arábigo era todo color cereza, desde el horizonte hasta lo más alto.
¿Le tiene miedo a algo así como las alturas, los truenos, los reptiles?
La serpiente atrapa al insecto que hubiera podido inyectarte un veneno mortal. Cualquiera podría salvarte la vida y cualquiera podría matarte.
Si tuviera que confinarse a un lugar en absoluta soledad, ¿qué libros llevaría?
Solo la Biblia, porque todos los demás libros están contenidos en ella.
¿Piensa que los hombres tienden a la poligamia y las mujeres a la monogamia?
Pues sí, pero no depende del sexo sino de la mente.
¿Alguna vez se imaginó ser un genio de la realeza reencarnado?
Cuando era niño, mi mamá me dijo que yo estaba bendito, y desde entonces siempre he creído en sus palabras. Nacer o reencarnar dentro de la realeza no es nada que se compare a estar bendito. La realeza se hereda de otro ser humano, la bendición viene de Dios.
¿Piensa que tiene un grado de anticipación más desarrollado que el de otras personas?
Muchas personas poseen sensibilidad en áreas que nunca han tenido la oportunidad de explorar, principalmente porque se les ha apartado de ellas por razones monetarias. Les sorprendería descubrir lo gratificante que es perseguir las tendencias naturales y convertirse en un número uno para uno mismo, en lugar de ser un número dos para otros. El cielo es el lugar donde tienes la oportunidad de usar el millón de sensibilidades que ni siquiera sabías que tenías.
¿Cómo vive ahora en comparación con etapas más tempranas de su vida?
Desde que adquirí la independencia he llevado una vida relativamente lujosa, pero nunca viviré tan bien como cuando estaba en los brazos de mi madre.
¿Cuántas horas duerme al día?
Intento que sean ocho, pero algunos días tengo mejor suerte que otros.
¿Por qué siempre viaja en primera clase y hace que el resto de su orquesta vuele en el mismo avión en clase económica?
En la mayoría de los vuelos no hay suficiente espacio en primera clase para un grupo de veinte personas. Entonces, ¿cómo y con quiénes hace uno las divisiones? ¿El criterio debe ser la edad o el virtuosismo? ¿O segregaría de acuerdo con la raza, la religión, el color o el credo?
¿Qué hay de su hijo, su propio hijo?
Él es un integrante de la orquesta y es también el mánager. Siempre ha sido mi política que el mánager no debe tener superioridad sobre los músicos. La coda de todo esto es que Cootie Williams no trabajaría para un líder que no viaje en primera clase.
¿El blues es un canto de tristeza?
No, es un canto de fracaso romántico.
¿Y el spiritual qué es?
Es un canto de oración y alabanza.
¿Cómo se siente al enfrentar el piano en un escenario?
¡Asustado! Hay que disfrutar un poco de pánico escénico para lograr ese toque extra.
Usted ha dicho que su orquesta es su instrumento y que escribe pensando en cada uno de sus músicos. Si eso es verdad, ¿cómo se aproxima a la escritura para orquestas sinfónicas?
Para mí un problema o una limitación se convierte en una gran oportunidad. Cuando escribo para un músico cuyo método le permite únicamente siete tonos en su instrumento, ahí hay una oportunidad para idear un arreglo que sea agradable al oído. Con un músico que toca todo el espectro de su instrumento tan rápido o tan lento como sea posible, paradójicamente, parece haber menos oportunidades de creación. En caso de que tenga el lujo de una orquesta sinfónica para la cual escribir, parece a veces que los millones de posibilidades se tragan todas las oportunidades. Entonces me quedo solo con mi cerebro para explorar.
Se dice que usted ha sido influenciado por el compositor inglés Frederick Delius. ¿Alguna vez ha escuchado su música?
En 1933, en Inglaterra. Cuando llegué allá la gente empezó a decir que algo de mi música sonaba como Delius. Cuando les conté que nunca lo había oído, me llevaron de regalo varios discos de Delius interpretados por la Filarmónica de Londres bajo la dirección de sir Thomas Beecham. Me fascinó escucharlo, pero no pude copiar ni una nota.
¿Qué piensa que le depara el futuro a las big bands?
Los costos de transporte y los altos salarios hacen imposibles a las big bands desde el punto de vista comercial.
Usted y su orquesta han sido escogidos como una de las cinco atracciones culturales para representar a los Estados Unidos en la Unión Soviética. ¿Cómo se siente con respecto a realizar una gira allá?
Cuando estuvimos en Checoslovaquia las vibraciones fueron muy buenas. Rusia es el lugar de donde provienen los cinco fabulosos: Tchaikovsky, Rimsky-Korsakov, Borodin, Prokofiev y Shostakovich. Así que comprenderá que quiero respirar algo de ese aire.
¿Cree que el jazz debería ser subsidiado?
No lo creo. Tan pronto como empezara a subsidiarse tendríamos un producto bastardo. El jazz empezó como algo competitivo y si usted le quita ese elemento de competencia, en el cual un tipo tiene que luchar para poder comer, entonces se convierte en algo distinto.
¿Cómo se ganó esa cicatriz en la cara?
Tengo cuatro historias, y todo depende de cuál le guste más. Una es un accidente en un taxi; otra es que me resbalé y caí sobre una botella rota; también está la historia de la mujer celosa; y finalmente está la de Old Heidelberg, donde los hombres solían pararse frente a frente con un sable en cada mano y lanzar tajos. El primero en dar un paso atrás perdía, sin importar cuántas veces hubiera cortado al otro. Escoja.
Basándose en sus observaciones, ¿qué cree que podría destruir a la raza humana?
Una combinación de complacencia y subestimación.
¿Cuándo empezó a vestirse de azul? ¿Hay algún color que le disguste?
Mi madre siempre se preocupó porque mi ropa de domingo fuera azul. El día que ella murió, yo llevaba un traje café.
Si pudiera ser alguien más, ¿quién sería?
El hijo de mi padre y mi madre.
Aparte de dios, ¿qué lo sostiene?
Aparte, nada. ¿Cómo se las arregla uno sin dios?
2 Comentarios:
Estupendo post. ¡Grandísimo Duke!
Un genio.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal