martes, agosto 10, 2010

The girl with the dragon tattoo

De las reseñas que he leído sobre la adaptación cinematográfica de LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES, primera novela de la trilogía Millennium del buen Stieg Larsson, la de Eunice Hernández, The girl with the dragon tattoo, para el Blog de cine de Letras Libres, es la más lúcida y completa.
Es justo decir, y con las disculpas anticipadas para los que aún no hayan visto las adaptaciones de la trilogía, que esta de Niels Arden Oplev es la mejor. Las otras dos, hechas por otro director, son flojas y hasta podría decirse que indignas, están a años luz de lo que podría esperarse de películas que respeten como mínimo la esencia de los estupendos ladrillos en los que supuestamente se basan. Obviamente, no es una tarea fácil, tengamos en cuenta que la trilogía despliega una riqueza temática compleja, pero ello no es excusa para que se nos presenten películas poco trabajadas, aseguradas por el éxito arrollador de la primera adaptación.
A lo mejor estoy siendo injusto con las otras dos adaptaciones, pero si quieren salirse de dudas, las pueden comprar en Polvos Azules.


Siempre hay una excepción a la regla. Harry Potter, The lord of the rings y Twilight son bestsellers convertidos en éxitos taquilleros que demuestran una verdad evidente: Hollywood y la industria editorial anglosajona son máquinas de hacer dinero que producen fenómenos mediáticos de alcance mundial. ¿La excepción? Una trilogía que se forjó en tierras nórdicas, a cargo de un periodista ya fallecido que ni siquiera logró ver sus escritos publicados.
Violenta, intrigante, revolucionaria, cuento de hadas para adultos; feminista, misógina y reveladora, Los hombres que no amaban a las mujeres (en inglés titulada The girl with the dragon tattoo), la obra de Stieg Larsson que da inicio a la serie Millenium, es un fenómeno cuya manufactura —desde los libros hasta la versión cinematográfica—es “100% Sueca”.
Aunque sorprendente, el éxito de la saga no es producto de la casualidad. Al contrario, forma parte de dos procesos más amplios que se vienen fraguando en este país desde tiempo atrás. Por un lado, el auge de la novela negra escandinava, presente desde los años sesenta y, por otro, el surgimiento de una nueva industria cinematográfica, cuyo centro, Trollywood, ha realizado películas como Dancer in the dark (2000) y Dogville (2003), ambas del director danés Lars von Trier o Fucking Åmål (1998) de Lukas Moodysson, que narra el amor de dos adolescentes lesbianas y que, simbólicamente, da inicio a esta renovación de la filmografía sueca.
Es decir, los ingredientes para el fenómeno mediático ya estaban ahí. Sólo faltaba que alguien los mezclara. Y quién mejor que el productor Søren Stærmose —dirigente de la productora Yellow Bird— quien ya había explorado con anterioridad la combinación del género negro y el séptimo arte, para llevar a la pantalla chica, tanto en su versión británica como sueca, la serie policiaca Wallander, basada en la obra de otro célebre exponente de la novela negra, el escritor Henning Mankell.
“We turn bestsellers into blockbusters”. Tras su estreno en Estados Unidos, España y Francia, el lema de Yellow Bird amenaza con volverse realidad. Para ello, Stærmose conjuntó a varios talentos del cine sueco, entre ellos, el director Niels Arden Oplev —cuya obra We shall overcome (2006) fue premiada en la Berlinale—, el consolidado actor Michael Nyqvist quien interpreta al periodista Mikael Blomkvist y a la desconocida, pero talentosa Noomi Rapace, quien encarna a la protagonista de esta historia, la enigmática Lisbeth Salander.
Con tatuajes y piercings, Salander es una joven hacker inteligente, introvertida, huraña y bisexual que, a pesar de ser socialmente inadaptada, trabaja en una empresa de seguridad informática. Por órdenes de su jefe, investiga al periodista Mikael Blomkvist quien ha sido acusado de difamación por una corporación trasnacional, situación que los llevará a relacionarse y finalmente, a resolver la misteriosa desaparición de la joven Harriet Vanger, sucedida 36 años antes.
Inspirada fielmente en el bestseller, la película resalta dos aspectos claves del libro: la presencia nazi en Suecia y, sobre todo, la violencia en contra de las mujeres. Un tema que Larsson, además de abordar como parte de la ficción, denuncia abiertamente con cifras concretas —por ejemplo, 46% de las mujeres suecas han sido victimas de actos de violencia y un 13% han sufrido violencia sexual extrema— que no dejan de sorprender y revelar otro rostro, menos idílico y más áspero, del país de Ikea, dejando entrever que los crímenes de una sociedad también ocultan sus más vergonzosas contradicciones.
El resultado es una película entretenida e inquietante, con una denuncia sociopolítica como telón de fondo y algunas escenas crudas pero bien logradas como el encuentro de Lisbeth con su depravado tutor. Destaca la interpretación de Noomi Rapace, quien logra adentrarse a la complejidad del personaje y no defraudar a millones de seguidores que ven en Lisbeth Salander al ejemplo más puro de una heroína posmoderna.
Millones de copias vendidas, éxito taquillero, fenómeno mediático, la saga Millenium es una tentación demasiado seductora para una industria como Hollywood que, a lo largo de su historia, se ha alimentado de películas extranjeras. De tal manera que el remake de Los hombres que no amaban a las mujeres ya tiene fecha de lanzamiento —finales del 2011— aun cuando la versión sueca apenas está por estrenarse en países como México.
La experiencia —con ejemplos tan desastrosos como City of Angels (1998) o K-Pax (2001)— nos recuerda que los remakes suelen ser decepcionantes, sobre todo cuando el reto principal es definir quién interpretará a un ícono de la literatura actual, como ya lo es el personaje de Salander. No obstante, la versión hollywoodense —que por lo pronto será protagonizada por el James Bond más reciente, el actor Daniel Craig como Blomkvist— tiene un punto a su favor: será dirigida por David Fincher, el creador de Se7en (1995), Fight Club (1999) y The Curious Case of Benjamin Button (2008). Un director que, sin duda, tiene la capacidad visual y narrativa para llevar a la pantalla grande a la película que —sin ser una joya cinematográfica— ha logrado sacar del anonimato al cine sueco, del cual poco se escuchaba desde que el gran Ingmar Bergman nos cautivó con su mirada intimista hace más de medio siglo.

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