jueves, abril 21, 2011

Los 8O según Zambra

En los archivos de la revista chilena Qué Pasa, doy con esta entrevista de Antonio Díaz Oliva a Alejandro Zambra, en la que no solo hablan de su última novela FORMAS DE VOLVER A CASA, también de la adaptación cinemetográfica de la celebrada BONSAI (se proyectará en Cannes), entre otras cosas.

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Cosas de la vida: hace unos días Alejandro Zambra (35), el autor chileno que por estos días se apronta a lanzar una novela que lleva por nombre Formas de volver a casa, no podía -justamente- volver a casa. O más bien, entrar a su casa. De vuelta de un viaje a Boston, Zambra (autor de Bonsái y La vida privada de los árboles) regresaba a su casa, cuando se dio cuenta que no podía entrar. La puerta del pasaje donde vive en La Reina, a cuadras del Cine Hoyts, no abría. De hecho, la única forma de ingresar era a través del portón de los autos. "Algo pasó que no se puede abrir esta puerta. Además, los vecinos de acá todos tienen autos, así que no les importa que no se pueda abrir", dice Zambra cuando sale a recibir a su entrevistador. Al final, la entrada tendrá que ser por una reja pequeña que da a un patio interior.
Ya adentro, y aparte de las montañas de libros desparramados, una cosa más resalta en la casa del escritor nacional: una maleta tirada sobre uno de los sillones del living. Eso porque los últimos meses han sido de viajes para Alejandro Zambra. Y hartos. Luego de estar una semana en Estados Unidos, partirá a Lima en los próximos días y luego estará en Francia y España. En este último país, el crítico español Ignacio Echevarría lanzará Formas de volver a casa en Barcelona. En Chile, en tanto, será presentada el 13 de mayo por la escritora Alejandra Costamagna, quien -como otros escritores y poetas- figura como uno de los personajes en esta nueva novela. "Fue muy bueno el proceso de escritura de este libro, lo pasé muy bien. Me siento como en una situación de comienzo, como que Formas de volver a casa vino a abrir algo. Álvaro Enrigue (el escritor mexicano compañero generacional de Zambra) me dijo que era muy coherente con los libros anteriores, pero que abría muchos espacios que no estaban en los predecesores", dice mientras mastica un pan con palta y queso.
Siempre en calma, Zambra responderá las preguntas a la vez que fuma unos puros pequeños y toma relajadamente varias tazas de café. Una calma que, además, se traspasará a las respuestas que dará a lo largo de esta entrevista. Como cuando se le pregunta cómo se siente al haber sido incluido en Granta (lista que agrupa a los mejores narradores jóvenes en español), y Zambra dice que es un privilegio, pero que "esas cosas me provocan una dosis de vergüenza porque son listas y esas listas son arbitrarias y, por tanto, criticables". O como cuando se le pregunta por la vanidad de los escritores, si ha sentido el chaqueteo del gremio, y él ejemplifica con lo que le pasó cuando lanzó Bonsái. Porque para Zambra esa novela no sólo fue su lanzamiento como narrador en una editorial, nada más ni menos, como Anagrama, sino un método de enseñanza de cómo funciona el mundillo literario chileno. "Hubo malas ondas con Bonsái y eso terminó siendo un aprendizaje para mí. Lo pasé mal. Aunque también hubo reacciones muy buenas. O sea, pese a mi pasado como crítico, hubo muchos escritores que yo critiqué mal en su momento, y que dijeron cosas muy malas, pero también hubo otros que fueron muy generosos. Está el caso de Alberto Fuguet, a quien critiqué mal, pero que quería filmar Bonsái". Hoy, la adaptación de esa novela no está en manos del autor de Mala onda: está en manos de Cristián Jiménez (director de Ilusiones ópticas), quien ya presentó una versión en el Festival de Toulouse, en Francia, con éxito y que se encuentra en postproducción. La relación entre Jiménez y Zambra se ha afiatado tanto, que hoy incluso son amigos.
-¿Qué tanto te terminaste involucrando en la película?
-No sé si tanto. Opiné bastante sobre el guión, que cambiaba muchísimas cosas de la historia y era, al final, como una interpretación de la novela, que me parece muy bien. Lo peor que podría pasar es que la película busque parecerse al libro. Igual no sé si fueron opiniones gravitantes. Creo que Cristián tiene claro lo que quiere hacer. No tiene esas ansiedades taquilleras de otros directores. Me parece muy bien, por ejemplo, que Julio (el protagonista) no sea Benjamín Vicuña. Y de hecho, Cristián quería que yo saliera cantando en una escena, pero me dio un miedo atroz.
-¿En serio?, ¿en qué escena?
-Una escena cuando el personaje está en Valdivia. Y aparece un tipo cantando a Silvio Rodríguez y el personaje dice algo como "qué lata esos huevones". Y luego aparece Pánico tocando y dice "ahora sí". Se supone que yo iba a ser ese hippie que canta "Óleo de una mujer con sombrero" de Rodríguez, pero preferí el decoro.
Actores secundarios
Una aclaración: como primer acercamiento, debemos decir que Formas de volver a casa es la historia de un niño de nueve años quien, en dictadura, recorre los pasajes de Maipú, donde vive. Al niño, cierto día, una amiga le pide que vigile a un hombre de una casa vecina. Una tarea que, claro, lo terminará involucrando más de la cuenta en una historia de exilios y padres ausentes. Pero no sólo en los 80 sucede Formas de volver a casa, hay capítulos ambientados en la actualidad, cuando el narrador -o sea, el niño que ya creció- indaga sobre su infancia. Y se da cuenta de que el hombre a quien vigilaba estaba vinculado con su amiga. De esa manera, esparcidas por las páginas, hay referencias a lo que sucedía en esos años. Pero siempre desde un ángulo entre infantil y tierno: "En cuanto a Pinochet, para mí era un personaje de la televisión que conducía un programa sin horario fijo, y lo odiaba por eso, por las aburridas cadenas nacionales que interrumpían la programación en las mejores partes", se lee en un momento.
Con frases como ésas, es inevitable preguntarse si estamos o no frente a una novela política. Un término que a Zambra, en todo caso, no le acomoda. "No es una novela política, es una novela nada más. Prefiero una literatura sin etiquetas", dice. Y luego comenta que el terremoto del año pasado terminó convirtiéndose en un antes y, después en el proceso de escritura: "... me hizo escribirla de nuevo, y me hizo entender que debía en alguna medida deshacer la ficción. La novela ya estaba más o menos lista y el terremoto la reescribió muchísimo. Porque había estado escribiendo sobre el terremoto del 85, que sale en la historia, uno que me marcó mucho, que fue muy pequeño comparado con éste. Por eso inevitablemente empecé a pensar en eso y cambiaron muchas cosas. Bueno, cambió el final. Incluso te diría que la novela es muy distinta de la primera".
- En una parte de la novela, el narrador dice: "Sé que Sebastián Piñera ganará la primera vuelta y seguro que también la segunda. Me parece horrible". ¿Estaba esa referencia antes del terremoto o la incluiste después?
- A mí me impresionó mucho el triunfo de Piñera. Muchísimo. Me parece que tiene una carga simbólica muy evidente. Y no me gusta, no me gusta que alguien que está ligado a lo peor de Chile gobierne mi país. Me parece que sí hay un Chile conservador y un Chile clasista que lo infecta todo, y que impide que las cosas sean mejores. Todo eso son cosas que estaban en las versiones anteriores de la novela.
Así, más bien Formas de volver a casa termina siendo una novela política sin quererlo. O una historia sobre la generación de los 80 y que, de paso, tira luces sobre la política de ese entonces y la del Chile actual. Además, es una buena excusa para preguntarle al autor de La vida privada de los árboles sobre sus recuerdos de esos años. Cuando iba al Instituto Nacional y era alumno del séptimo O, el último de los diecisiete numerosos niveles. Era en esos tiempos cuando Zambra, con perfil de líder, era el presidente de Alcin (Academia de Letras Castellanas del Instituto Nacional), y juntaba a los alumnos que estaban interesados en compartir lecturas y escritos. Hoy, cuando se le pregunta sobre eso, Zambra se sorprende:
- Ja, eso sale en Wikipedia. No sé quién cresta puso eso. Ésa es la prueba de cuando uno se burla de la gente que escribe sus propias biografías en Wikipedia: en esta ocasión no aplica, porque no escribí la mía. No pondría eso.
- Tal vez lo puso alguno de tus compañeros a modo de venganza...
-No, yo tengo buena onda con mis compañeros. Igual cuando era chico fui presidente de curso y después presidí la Alcin. Ahí en el colegio había un espacio literario: uno jugaba a ser escritor. Me gusta mucho leer y lo pasábamos muy bien. Nos íbamos, camuflando el uniforme, a tomar al Indianápolis. Nos creíamos más o menos inmortales. Y la literatura dejó de ser un juego como a los 20, 21 años, cuando se convirtió en un hábito. Pero, sí, mucho tiempo jugábamos al deporte más extremo que hay en Chile, que es ser poeta. El único deporte -además- en que hemos ganado campeonatos mundiales.
La literatura de los padres
Otra aclaración: Formas de volver a casa, a la vez, es una novela sobre padres e hijos. Sobre los hijos que crecieron en los 80 y cómo éstos se relacionaban entonces y cómo se relacionaron luego de que la democracia llegó al país, con sus progenitores. De ahí que no sea difícil vincularla con la serie Los 80 que, de alguna manera, intentaba construir una historia en la misma senda. Para Zambra, todo se debe a una revisión de la nostalgia ochentera. No las fiestas o la estética, sino a un sentimiento que circunda en su generación. "Y me gustaría estar en contra de esa nostalgia, pero también me gustaría reconstruir ese mundo con una mirada que no cayera en los alardes de culpa y de inocencia. Porque los niños que crecimos en dictadura lo pasábamos mal. Crecimos en un mundo muy gris. En un mundo controlado por Pinochet y Don Francisco. Y a la vez crecimos demasiado dependientes de la historia de nuestros padres. De lo que ellos hubieran hecho o no hubieran hecho". Mucho material de la novela, reconoce Zambra, lo sacó de un diario que lleva hace 4 años, lo que, por supuesto, nos lleva a la conclusión de que mucho de lo que se lee, le sucedió a Zambra. Y que él, además, usó la novela para poder rastrear en su historia personal, en su relación con sus padres y su infancia en Maipú. "La literatura te da la oportunidad de poner entre paréntesis la realidad para verla mejor. O, más que eso, ponerla en pausa y mirar el cuadro a cuadro de cómo han sucedido las cosas. Uno de los retos de esta novela fue imaginarme las cosas como si yo hubiese tenido los 35 años que tengo, pero en 1985. Ponerme en el lugar de los padres. Y eso es dificilísimo. Por eso pienso que no es una novela en contra de los padres, ni tampoco para ellos".
- Es inevitable pensar en Los 80 cuando uno lee algunas partes. ¿Viste la serie?
- Me gusta. No vi la última temporada porque estaba en México, de viaje, en una residencia de escritores por cuatro meses. Pero la encuentro buena. No sé, ¿qué más puedo decir?, ¿que Loreto Aravena es muy linda?
- Totalmente de acuerdo. Igual la serie tiene hartos puntos de encuentro con tu libro. ¿No te parece?
-O sea, claro, son familias de clase media. Y está eso que es muy habitual en Chile: que no se podía hablar, que era peligroso. Yo creo que tienen alguna cercanía, pero son cosas muy distintas.
-Hagamos un ejercicio de ficción especulativa: pensemos que si tú tuvieses hijos, y uno de ellos escribiera algo como Formas de volver a casa. Luego de leerla, ¿qué le dirías?
-Aprovecho la instancia y le digo a los lectores de Qué Pasa, que hagan todo para que sus hijos no sean escritores.
-Ya, pero a ti tampoco te ha ido tan mal ¿no?
-No, claro. Lo que pasa es que si tu hijo es escritor, probablemente termine escribiendo sobre ti.

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