lunes, abril 11, 2011

Los hilos de la ficción crítica

La edición de la Biblioteca Enrique Vila-Matas por cuenta de Debolsillo es en sí misma uno de los mayores regalos que podemos recibir los lectores de este renombrado escritor. Y además, tenemos la garantía -para los de esta parte del mundo- de no esperar toda una vida para tenerla en manos, ya que Mondadori, a diferencia de otras casas editoriales, tiene una buena distribución. Imagino que la gente de Ibero ya hizo el pedido respectivo.
Los dos primeros volúmenes (EN UN LUGAR SOLITARIO y CHET BAKER PIENSA EN SU ARTE) han sido comentados por j. Ernesto Ayala-Dip en la última edición de Babelia.

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Se publican dos libros de Enrique Vila-Matas, dos antologías de novelas breves y relatos. Se titula el primero En un lugar solitario. Narrativa 1973- 1984 y el segundo Chet Baker piensa en su arte. Relatos selectos. La importancia de estos libros es doble. Por una parte nos permite volver a sus primeras novelas, una década de preparación en toda regla de su futura narrativa de madurez. También se nos da la oportunidad de releer sus relatos (he vuelto a leer 'El hijo del columpio', mezcla genial de folletín y Kafka, y no pude parar de reírme). Pero, además, cada uno de estos libros lleva un texto inédito. Para las novelas breves, el autor escribe uno a manera de prólogo. Es un texto autobiográfico donde se nos consignan aspectos relevantes de la biografía de Vila-Matas, diríamos del joven Vila-Matas, además de algunas consideraciones de naturaleza estrictamente literarias que ayudan a comprender la génesis de su producción narrativa. En el segundo libro hay un relato, 'Chet Baker piensa en su arte', escrito en primera persona y en el cual la voz narradora airea sus dudas metodológicas: es la voz de un crítico que busca en la espesa selva de las teorías literarias su propia idea de la literatura.
Veamos primero Chet Baker piensa en su arte. En principio digamos que su narrador pretende inaugurar un género nuevo: "la ficción crítica". En pos de ese propósito llega a la conclusión de que su dilema está entre lo que él denomina el "hilo Finnegans" (por la última novela de James Joyce Finnegans Wake) y el "hilo Hire" (por la novela de Simenon La prometida de monsieur Hire). A mí me parece que en este texto, Vila-Matas repite el esquema conceptual que expuso en Perder teorías (Seix Barral, 2010). Este ensayito en el fondo no es más (ni menos) que el desarrollo y ampliación de las teorías del editor Samuel Riba en Dublinesca. Aquí Riba afirmaba la importancia (o impotencia) de toda teoría, y mucho más de las teorías literarias. Yo leí Perder teorías como una excelente introducción a la lectura de El mar de las Sirtes de su admirado Julien Gracq. Otro asunto delicado que aborda es la competencia entre trama y estilo. Pues bien, al hilo de esta idea, la de trama y estilo o escritura, en Chet Baker piensa en su arte se expone otra no menos interesante teoría (más en la formulación que en su propio contenido, por su conocida discusión). El narrador de esta ficción crítica se encuentra en una encrucijada: la que forman el hilo Finnegans (la ficción como ente autónomo) y el hilo Hire (la ficción como discurso narrativo). El dilema es interesante. Vila-Matas, además, le agrega todo el drama de un hecho irreversible: el triunfo del hilo Hire: "La literatura Hire nace de no poder aguantar el desorden atolondrado de la vida... Y es así como alcanzamos de vez en cuando, en ráfagas que no llegan ni a momentos, una fugaz felicidad casi tangible". Para el narrador, en cambio, Finnegans significa lo que define Beckett: "No es arte sobre algo, es el arte en sí". La lectura de una novela de Sergio Chejfec (Mis dos mundos) que hace el narrador de este relato-crítico es lo que lo conduce hasta su problemática conclusión. No creo que sea necesario abundar en qué orilla de la cuestión se queda nuestro crítico. Sus reflexiones indican una poética de la incertidumbre, muy en la línea de lo que siempre ha defendido el autor de El mal de Montano. El relato no escatima el tejido intertextual. Tampoco se vislumbra que quiera perderse ninguna teoría. Acude a Bolaño, a Kafka. Se demora en el existencialismo abismal de Céline (aunque el crítico no hace como Vargas Llosa, que cuando cita al francés en Carta a un joven novelista no deja de emitir su repugnancia, cómo no va a repugnar alguien que en 1941 dijo que no entendía que los alemanes no mataran a tiros a los judíos por la calle). Y respecto a la novela de Simenon: bueno, yo todavía recuerdo los saltitos que da el señor Hire cuando camina. No me pareció esa la mejor imagen de ninguna felicidad. El prólogo a su narrativa temprana es una confesión valiente de Vila-Matas: nos habla de su entonces inseguridad, de su falta de cultura literaria a los veinte años y de lo mal que lo pasa si alguien desdeña su esfuerzo creativo. En resumen: el Vila-Matas que conocemos, con el que se debe discutir, el explorador del desorden y las ruinas del paisaje moral.

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