jueves, septiembre 22, 2011

Juan Bonilla: "En un país donde el escritor nacional es Camilo José Cela ya está casi todo dicho"


En la siempre actualizada web Jot Down Cultural Magazine acabo de leer esta muy buena entrevista de José Antonio Narbona Valle a Juan Bonilla.
Para los que no lo saben aún, dos libros suyos, en edición peruana de Revuelta Editores, pueden encontrarse en librerías limeñas. Poemas simplistas es una antología sobre el genial y corrosivo Alberto Hidalgo. A Hidalgo lo conocemos muy bien y por lo tanto es una publicación que no necesita de mucha promoción. Sin embargo el cuentario Tanta gente sola merece ser leído. Cuando lo leas te darás cuenta del por qué de su justo reconocimiento literario.

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Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966) es uno de esos autores difíciles de catalogar. Viviendo entre el periodismo y la literatura, cautiva a sus lectores con una poesía desgarrada de sus propios miedos y pasiones, novelas que han traspasado fronteras dando el salto a la gran pantalla, libros de relatos galardonados con reconocidos premios, jugosas colaboraciones en la prensa nacional y viajes, muchos viajes narrados en su obra. Su último libro de relatos, Tanta gente sola (Seix Barral, 2009), contiene guiños a Borges y Perec entre otras sorpresas. El autor nos cita en un pintoresco bar de Sevilla durante una soleada tarde de julio, como si de un nuevo cuento se tratase.
Resulta difícil concretar qué género literario predomina en el conjunto de tu obra compuesta por poemas, relatos, artículos de opinión y novelas. En ese sentido, y si me permites parodiar a Jonathan Franzen, ¿quién es Juan Bonilla?
Empezamos fuerte (risas)… Estaría bien cambiarle el tiempo verbal a la pregunta, situarnos en el año 2055 y preguntarnos quién fue Juan Bonilla. Seguramente seré un escritor menor, por el que se interesaron cuatro profesores de Houston o de una ciudad parecida, apenas reeditado y al que alguien, asiduo a las librerías de viejo, a lo mejor alguna vez descubre, se lleva una grata sorpresa y empieza a investigar. Con que le alegre unas cuantas tardes, unas cuantas veladas, unas cuantas noches, con un poema que le diga algo, que le resulte potente o algún cuento que se le quede en la memoria estaré satisfecho.
En muchas de tus obras hay referencias a autores que de alguna manera te inspiraron y nos han servido a tus lectores para descubrirlos, como por ejemplo Georges Perec. ¿Cuáles son tus autores clásicos favoritos o que te han inspirado más?
Tengo una especie de faro al que me prohíbo releer demasiado porque noto que su influencia es excesiva y me hace escribir como él. A mi edad uno debería tener una voz propia, buena o mala, pero propia. Hablo de Nabokov; siempre que lo releo me deslumbra, creo que realmente no se puede escribir mejor, que no se puede llegar más lejos y con tanta potencia. Y luego tengo temporadas. Tuve una temporada de ser borgiano acérrimo y de repente, supongo que porque empezó a interesarme más la vida que la literatura, Borges empezó a decirme menos cosas, aunque sigo reconociendo que tiene una prosa muy personal y que puede ser muy perjudicial con ciertos soniquetes que te acaban viciando. En el terreno de la poesía me gustan mucho más aquellos poetas que se dedican a decir cosas que aquellos que se dedican a decir cosas bonitas. Pessoa, por ejemplo, me parece un poeta inmenso, de ésos que te bloquean. Y últimamente esta autora polaca a la que le han dado el Nobel, Wisława Szymborska; tiene poemas impresionantes. Me doy cuenta de que la poesía es justo lo memorable, que uno diga “esto no lo he encontrado en otra parte y este autor ha dicho algo que yo de alguna manera necesitaba que fuera dicho”. Luego hay autores que me gustan mucho aunque no han dejado huella y autores que sin gustarme tanto seguramente sí han dejado huella en mi obra. Inevitablemente uno es hijo de quien fue, del adolescente que fue, y autores que hoy no me dicen nada como Herman Hesse o Martín Vigil, por decir un disparate, van mentando quién eres. Ese estilo de Herman Hesse de contar cosas importantes para el alma y el espíritu seguramente creó un poso en mí que me impide dedicarme sólo y puramente a frivolizar. Y no digo que eso sea bueno, digo que es así.
Dicen que un artista es más creativo cuanto más atormentado se encuentra, ¿tiene mucho que ver el insomnio en tu producción poética?
Hombre… a ver, el insomnio es medio protagonista de mi primer libro de relatos, El que apaga la luz, y era más bien una metáfora: el insomnio como esa incapacidad para olvidarse uno de quién es, de que la realidad y la vida no nos da una tregua, una posibilidad de privarnos de nosotros, de descansar de nosotros mismos, de esa conciencia permanente. Luego el insomnio como anécdota biográfica para mí es un gran problema que me obliga a empastillarme, quiero decir, no estoy contento y no me parece que sea algo para alardear. Cuando alguien me dice que duerme a pierna suelta diez horas me dan ganas de matarlo. A nivel físico el insomnio es un castigo y me cambiaría por cualquiera que durmiese sin ningún tipo de problemas.
A lo largo de toda tu poesía se pueden entresacar algunos motivos y elementos comunes que aparecen con cierta regularidad. Uno que nos llama particularmente la atención es el motivo del espejo. ¿Qué o quién es el espejo en tus poemas?
Hay un tema fundamental en mis libros de poemas que es la pregunta sobre la identidad, o sea, quién soy yo. Y claro, eso donde mejor se contempla, nunca mejor dicho, es en la superficie de la realidad de lo que se es. Luego me interesa mucho esa especie de guerra entre la identidad entendida como aquello que eres por obligación, definido por la propia realidad de lo que te hacen ser: en mi caso un tipo de 44 años que vive en Sevilla y se dedica a escribir en contraste con la intimidad, es decir, aquello que sólo tú sabes de ti y nadie más que tú sabe. Ese combate está mejor expresado en un espejo que en cualquier otro sitio. Ahí están los dos: el que eres por fuera y el que eres por dentro. Y como elemento poético me parece muy moderno; aunque tiene un prestigio evidente desde el Barroco me sigue pareciendo una fuente de alimentación con mucho potencial.
En tu poema Balada baladí encontramos un verso que dice “la poesía es un arte marcial”. ¿De qué o de quién se defiende Juan Bonilla?
Bueno, hay un juego de palabras, evidentemente, entre lo que representa el arte marcial en cuanto a lucha, a pugna, a combate… y también es un homenaje a un poeta que me gusta mucho, como es Marcial, que venía a decir que utilizaba la poesía para poner en entredicho la sociedad de su tiempo, la hipocresía, la mentira; incluso con epigramas muy personales y muy determinados.
[EXTRAÑA MÚSICA…]
Extraña música:
los pájaros son notas
sobre los cables
El Viajero
Allí de donde vengo nadie me detenía
Sé que nadie me espera donde voy.
Por la ventana inmóviles desfilan los paisajes
Sería hermoso no llegar a ningún sitio.
Permanecer así:
viajando de un lugar que ya no existe
a otro que jamás existirá.
Muchos de tus poemas hablan de la muerte, de la falta de sentido del día a día, el amor perdido o la guerra. ¿Hasta qué punto el lector interpreta acertadamente lo que quieres comunicar con tus poemas quedándose con este pesimismo?
Sería bastante injusto si obviara elementos fundamentales que se dan en muchos de los poemas: el humor y la ironía. Soy un nihilista, pero un nihilista con buen humor, no de los que te dicen “te vas a morir, nada merece la pena” sino justo lo contrario. Mi propuesta es decir “te vas a morir, nada tiene sentido, pásalo lo mejor que puedas”. Si al hablar de lo que yo he escrito se pasa por alto la importancia del humor y de la ironía, del sarcasmo incluso, sería una injusticia. No me considero un autor lúgubre.
En el existencialismo, que tuvo a Nietzsche como uno de sus precursores, se habla de un hombre libre y responsable de sus actos, determinando así el significado de su vida. ¿Consideras que hay bastante de existencialismo en tu poesía? ¿Ser escritor te hace ser más un superhombre?
A la segunda pregunta te respondo que no. Sin lugar a dudas ser escritor no te hace para nada ser un superhombre, en todo caso te puede llevar a lo contrario. En cuanto a la primera pregunta, considero que sí hay bastante existencialismo en mi poesía. Si hay un filósofo cuyo sistema de pensamiento de alguna manera se refleja en mi propio pensamiento, en mi manera de ver el mundo, es sin lugar a dudas Nietzsche. Además de crear esa especie de personaje fantástico que es Supermán, nos traza un itinerario que a mí particularmente me encanta: primero tienes que ser un león y ganar un territorio, después ser un camello y retener agua para cruzar el desierto y luego llegar al punto máximo de esplendor humano que es ser un niño. Reconvertirse en un niño después de haber sido un león, de haber ganado un territorio y de haber cruzado un desierto siendo un camello para después llegar a ser un superhombre, sólo como ficción, me parece mejor que el cuento de Caperucita. Me parece uno de los grandes cuentos. Nietzsche entra en la filosofía como un elefante en una cacharrería, aconseja que con la túnica de Platón nos hagamos una sábana para acostarnos con quien queramos, con la toga de Tomás de Aquino un mantel para la casa y así con muchos otros. Se lo carga todo, es el último gran filósofo. Los que han llegado después de Nietzsche son grandes comentaristas. En mi opinión ninguno ha planteado un nuevo paradigma tan revolucionario como el que hizo él.
En muchas de las reseñas biográficas sobre tu persona que aparecen en la red o en tus libros se menciona al Juan Bonilla viajero. De hecho, uno de tus títulos, Academia Zaratustra, podría definirse como un libro de viajes poco convencional. Te planteamos una doble pregunta: ¿qué busca Juan Bonilla el escritor cuando viaja? ¿Tienes razones concretas para evitar escribir un libro de viajes convencional?
Pues sí, tengo razones concretas porque nunca me ha gustado la literatura de viajes que me cuenta lo que hay allí, donde yo mismo podría ir a ver lo que hay. Si no hay algo más no me interesa. No estoy entre los lectores de los libros de viajes, sobre todo cuando la literatura de viajes se propone ser sólo una guía bien escrita. Yo necesito algo más, necesito encontrar una columna vertebral al libro. Hace un mes estaba en Senegal, había ido a hacer un reportaje sobre la lucha senegalesa y he reflexionado sobre qué sentido tiene, para descubrir que ninguno. El redactor jefe del periódico en lugar de enviarme a mí podría haber localizado a alguien realmente involucrado en lo que ocurre allí. Ahora estoy terminando el reportaje tras darle una vuelta de tuerca al planteamiento inicial. Me he centrado en un solo luchador, en contar la historia de un tipo, es decir, he llegado allí para descubrir a ese tipo y contar su historia. Esto sí lo considero como algo mío, algo propio, algo que se me ha ocurrido a mí, que nadie hubiera contado si yo no hubiera estado allí.
Si en un viaje haces demasiados preparativos, no hay viaje: lo que hay es una excursión. Y si no haces ningún preparativo y te vas directamente, tampoco hay viaje: hay una huida. El viaje está entre la excursión y la huida. El éxito del mismo creo que está en hallar el punto medio, en no hacer demasiados preparativos.
Con La literatura nazi en América de Bolaño ocurre lo mismo que con tu Academia Zaratustra, fantasía y realidad se engarzan en la narración de tal manera que es imposible escapar de su embrujo sin acudir a Internet para comprobar qué es lo que pasa. ¿Te viene a la mente algún autor con un título en esa línea? ¿Tal vez Haruki Murakami?
Apenas he leído a Murakami, la única novela que leí no me pareció nada excepcional, quizá tenga que leerlo más para apreciarlo. Sin embargo, lo que hace Bolaño en ese libro suyo o lo que hago yo y otros muchos en el fondo es muy borgiano, digamos que de la mejor parte de Borges es la que ha envejecido mejor y seguramente es la parte en la que Borges ha sido juguetón. Borges se divertía con las colaboraciones, cuando escribía junto con Bioy [Casares] era un punki total. Tiene un libro que a mí me parece maravilloso llamado Crónicas, firmado por Borges y por Bioy, en el que hace la literatura nazi de Bolaño. Es un libro maravilloso, muy poco conocido, en el que habla de arquitectos, de poetas vanguardistas y de músicos que se inventa. Es un libro verdaderamente delicioso. G.K. Chesterton en su libro de ficción Tipos diversos inventa biografías y en esa misma línea también es recomendable Vidas imaginarias de Marcel Schwob.
Eres licenciado en periodismo. ¿Te hubiera gustado ser corresponsal de guerra como en su día lo fuera Arturo Pérez-Reverte?
No, para nada. El que te está contestando hoy te dice claramente que no. Cuando me licencié hubiera dado la vida, en fin, lo hubiera dado todo porque me mandaran a una guerra a cubrirla, lo consideraba el súmmum de la profesión, para lo que uno había nacido. Ahora no me interesa, me parece que es de esas profesiones que se han perdido, que tenían sentido en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día lo que tienes que hacer en una guerra es ponerte en contacto con quien la está padeciendo, con la gente que está allí, ponerle el micrófono o dejar que sus cámaras y sus voces digan todo lo que hay que decir. También es cierto que a mi edad uno ya tiene bastante experiencia en la profesión y ha visto modos de trabajar que no le gustan. Por ejemplo: cuando un periódico manda a un corresponsal a un conflicto cualquiera; para que sea rentable ese corresponsal tiene que permanecer en ese lugar un tiempo determinado, de tal manera que en ocasiones tiene que estar informando de cosas que a lo mejor no han sucedido o no tienen ninguna importancia.
En uno de tus artículos titulado La Firma de La holandesa errante y con la ayuda de Cy Twombly, nos das tu opinión sobre cierto arte vanguardista. Algunos pensamos que no hace falta irse a Houston para hablar del tema. ¿Qué opinión te merece el “calcetín” de Tàpies?
Es que debo haberlo dicho en alguna parte, creo que en un artículo de El arte del yo-yo. El “calcetín” de Tàpies me parece exactamente lo mismo que a vosotros y que al camarero de este bar, e incluso lo mismo que a los grandes comentaristas de Tàpies aunque no lo reconozcan en público. Es una tomadura de pelo y nada más, no merece ningún comentario.
Es difícil pensar que obras de ensayo como En defensa de la intolerancia de Žižek o Tiempos líquidos de Zygmunt Bauman puedan convertirse en éxitos de ventas, sin embargo Indignaos de Stephan Hessel lo ha conseguido. ¿A qué crees que se debe el éxito mediático de esta obra?
En mi opinión, ni los mismos que se dedican al negocio editorial saben decir por qué una obra funciona y otra no. Žižek es un gran personaje pero es muy difícil de leer, no es un autor que esté al alcance de cualquiera. Es medio raro que sus libros lleguen a la cuarta o quinta edición, sin embargo, llegan. Es decir, aquí, ¿qué es lo que funciona? Obviamente funciona cierto tipo de curiosidad elemental que tienen los cultos de decir: “voy a asomarme a ver si” y eso suma muchos lectores. El Indignaos es un panfletillo donde se dicen doscientas cincuenta y siete obviedades y sin embargo se ha convertido un poco en el gran testimonio de nuestro tiempo, aunque dice poco en favor de nuestro tiempo.
En la literatura juvenil actual, novelas como las que forman la saga Crepúsculo hacen furor entre el público adolescente. ¿En qué momento se han desenamorado de Helena?
¿Estuvieron enamorados alguna vez? Cuando iba al instituto, en los años 80, no había literatura juvenil, no había literatura adolescente. El primer gran golpetazo de la literatura juvenil fue La historia interminable. La literatura juvenil como la conocemos hoy es un invento comercial, los jóvenes son una gran masa de población y se hacen productos diseñados expresamente para ellos. Otro gran éxito que se debe seguramente a los “malos bachilleratos” es El mundo de Sofía, una especie de colección de solapas sobre filósofos que fue un gran éxito de taquilla. De repente estas modas comerciales triunfan, eso no significa más que se ha etiquetado a la juventud en una serie de productos. De la misma manera que nosotros ya no vamos en monopatín porque sería un poco grotesco, podría resultar grotesco que todos leyésemos novelas sobre zombis o vampiros, porque eso es lo que pega en el mundo juvenil. Son productos para apartados muy concretos del mercado. Cuando yo era adolescente nos hacían leer La fontana de oro de Benito Pérez Galdós o La Regenta de Clarín y uno buscaba por sus medios. De repente veía a alguien leyendo a Bukowski y me preguntaba: “¿Quién coño es Bukowski?” Y entrabas en ese mundo. De alguna manera Bukowski es un autor juvenil, sin embargo el mercado no le reconoce esa categoría. Quienes sí pueden disfrutar hoy a Bukowski son los jóvenes. A una persona de cuarenta no le dice nada, pero a un chaval de dieciocho años todavía tiene veneno que meterle en el cuerpo. Prefiero con mucho el sistema antiguo donde los chavales se buscaban la vida ellos solos, cuando no había en las librerías una sección para ellos.
Parece que se han puesto de moda los duetos conversacionales como los de Dragó y Boadella o los de Houellebecq y Bernard-Henry Lévy. ¿Con quén te gustaría entrar en ese subgénero?
No lo había pensado, de hecho es un formato que me recuerda los diálogos que sostuvieron Umberto Eco y el Obispo de Milán Carlo Maria Martini en la revista italiana Liberal.
¿Tal vez con Arcadi Espada?
No, porque estaría de acuerdo con él en muchas cosas y en las que no estuviéramos de acuerdo no quiero discutir con él. Es un tipo con los argumentos muy bien trenzados.
Dices que no escribes cuentos por encargo, pero ¿te has visto alguna vez tentado a escribir libros por dinero siguiendo determinadas directrices?
A escribir por dinero no es que me haya visto tentado, es que escribo por dinero. Siguiendo directrices nunca; miento, nunca firmando, pero sí que he escrito siguiendo directrices como un “negro” para una estrella de televisión.
Con la gracia que le es innata, Arcadi Espada reseñó un poema tuyo titulado Cuanto sé de mí, en el que de forma sarcástica te describes como un conjunto de usuarios y claves. ¿Por qué no podemos encontrar a Juan Bonilla en Facebook, Twitter y similares?
Porque no estoy. Necesito imponerme a mí mismo una serie de hábitos y que nada los ponga en riesgo. Me da la sensación que me harían perder el tiempo ocupándome de cosas que no me interesan, como saber qué están haciendo mis amigos en todo momento. No quiero ser un hombre tecnológico, aunque utilizo Internet muchísimo para otras cosas como comprar libros y enterarme de cosas que me interesan. En cualquiera de mis sesiones de Internet el piloto soy yo.
¿Te consideras un escritor cercano a tus lectores?
No sé quiénes son mis lectores y no quiero saberlo. No son ellos por los que escribo o publico. Me gusta en cualquier caso no saber quién está al otro lado. Me encanta encontrarme con alguien que ha leído y disfruta mis libros, pero no mucho más.
¿Se pueden leer las Greguerías de Gómez de la Serna o tus LI.PO.TIMIAS en un lector de libros electrónicos?
Supongo que se podrá, en un futuro no habrá más remedio. Si las nuevas generaciones empiezan leyendo en libros electrónicos y no conocen otros medios, les parecerá de lo más natural del mundo. A mí me parece particularmente difícil de creer que alguien pueda leer el Ulysses de Joyce en un medio que no sea papel. Me parece que los lectores electrónicos están más enfocados a los textos breves. En mi opinión el libro en papel es la evolución natural del libro electrónico. El electrónico es el pasado, el libro de papel está mejor hecho. Es como la rueda.
En algunas especialidades terapéuticas se utiliza el lenguaje metafórico de los cuentos para reorganizar emocional y vitalmente a personas. ¿Hasta qué punto consideras que tus cuentos y relatos pueden influir en la vida de tus lectores cuando escribes?La persona como ente general no sé cómo es. Dependerá de la edad, de su vida, de su experiencia la biografía, etc. A ciertas edades ya no encontramos en la literatura verdades absolutas. Leo muchos libros al año y no hacen que me haga preguntas que no me hacía antes. Me cuentan historias, se me quedan en la memoria algunos personajes, me pueden hacer gracia y divertir, pero más allá de eso creo que no tengo edad para estar influenciado. Cuando tenía dieciséis años sí que ansiaba encontrar en los libros grandes preguntas y grandes respuestas. He perdido esa capacidad de buscar aunque no la de emocionarme o divertirme. Mis propios libros no pueden dar aquello que previamente no está en el lector.
Haciendo referencia directa a uno de los relatos publicados en tu libro Tanta gente sola, ¿recitarías poemas tuyos en la boda de uno de tus admiradores?
Es que ese cuento es completamente biográfico del principio al final. La respuesta está en el relato.
Tu novela Nadie conoce a nadie fue llevada al cine por Mateo Gil en 1999. ¿Te gustaría ser guionista de tus propias adaptaciones cinematográficas? ¿Cuál de entre tus otras novelas o relatos te gustaría ver en un futuro en la gran pantalla?
No, porque cuando he tenido ocasión de serlo no he aceptado. Está escrito en otro lenguaje que no domino. Por otro lado, cuando te llega esa oportunidad casi siempre estoy en otra cosa y no me compensa dejar lo que estoy haciendo en ese momento. Hay muchos cuentos y relatos que podrían hilarse al estilo de la película. Con Vidas cruzadas, basada en los cuentos de Carver, podría hacerse una película. De hecho Gonzalo Suárez estuvo a punto de hacerlo, pero me quedé con las ganas.
En tu producción literaria destacan los cuentos y son varias las ocasiones en las que has mencionado a Jorge Luis Borges como gran maestro del género. ¿Te has planteado explorar otros géneros, quizás más cultivados al otro lado del océano, como el de la mini-ficción o los microcuentos que tanto popularizara Augusto Monterroso?
Me pasa todo lo contrario, me resulta muy difícil acabar los relatos porque se me alargan aunque no lo suficiente para que considere que ahí hay una novela. Necesito explorar más a los personajes, me siento cómodo entre las 10 y las 20 páginas. Nunca llegué a hacer un microrelato porque no los disfruto como lector, muchos de ellos me parecen chistes, aforismos, gracietas u ocurrencias. No le he encontrado a ese formato la gracia como lector.
¿Vives del cuento?
Fundamentalmente vivo del cuento de ser periodista, del cuento a secas no.
Has traducido a autores como Coetzee, Conrad o Housman. ¿Qué autor te planteó más problemas a la hora de traducirlo?
Nunca he traducido a Conrad. Una vez le puse un prólogo a una novela de Conrad, Tifón, de Ediciones B. Como no aparecía el traductor en los derechos que adquirieron pusieron al prologuista como traductor. A Coetzee sí y a Housman y el Libro de los gatos sensatos de la vieja zarigüeya de T.S. Eliot. El que más problemas me planteó fue Coetzee porque lo hice por dinero y no por placer, por el sudafricano y porque me pusieron fecha de entrega. Los poemas de Eliot los traduje porque me gustaban mucho y me permitían hacer malabarismos por las rimas y los de Housman también, por lo que eran trabajos de disfruté. Era casi descanso en mi trabajo cotidiano.
Coetzee era matemático y en tus Partes de guerra señalas la íntima relación entre poesía y ecuaciones, ¿de qué naturaleza es esta relación?
Me parece que tienen mucho que ver porque las matemáticas y la poesía en el fondo tratan de decir lo indecible, lo invisible, lo que sabemos que está pero no se puede expresar de otra manera, y alcanzar a decir eso con una formulación lo más económica posible.
De alguna manera es una definición que vale de la misma manera para la poesía como para las matemáticas. “Las vidas son los ríos que van a dar a la mar” es una cosa tan definitiva como la famosa ecuación de Einstein. Están dichas así y no se pueden decir de otra manera, y por eso me gusta esa relación entre dos lenguajes que a priori parece que no tienen nada en común.
Georges Perec pertenecía al grupo francés Oulipo, grupo de autores que experimentaban con ciertos aspectos formales de la escritura. En Italia tienen la enigmística, disciplina en la que se juega con las palabras. Piegiorgio Oddifreddi desvela los juegos matemáticos ocultos en la literatura en su último libro publicado en nuestro país. ¿Por qué en España huimos de las matemáticas?
La respuesta es muy sencilla, porque el escritor nacional durante 40 años fue Camilo José Cela. En un país donde el escritor nacional es Camilo José Cela ya está casi todo dicho. En España todo lo que ha tenido que ver con el juego, la investigación de la literatura hacia otros campos, ha sido siempre tachado de ocio de gente “tal”. Es que tenemos a uno de los más grandes escritores del siglo XX, el más inventivo, de los más rabiosamente humorísticos que es Ramón Gómez de la Serna, y aquí en España es un escritor menor. Ramón fue uno de los grandes del siglo XX en España. Dice mucho de nosotros que mientras en Italia uno de los grandes haya sido Italo Calvino, aquí en España haya sido Camilo José Cela.

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Caramba, Por qué siempre tienes que copiar TODO el artículo o TODA la entrevista que te refieres?

6:59 a.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

El lector decide: o entra al enlace en azul o se queda en el blog.
G

11:45 a.m.  

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