Un cinépata suelto en Netflix
En la pasada edición de la revista de naderías y boberías llamada Somos, apareció un artículo de Marco Chumpitaz sobre Netflix, "la empresa de suscripción por Internet más grande del mundo", que ya llegó a nuestro país.
El texto como tal es bastante explicativo, pero solo en parte, en lo que conviene vender. Pues bien, Netflix también está en Chile y al respecto se pronuncia el cineasta y escritor Alberto Fuguet. Vía Qué Pasa.
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Para: Reed Hastings, gerente general de Netflix
De: Alberto Fuguet, revista Qué Pasa
Estimado Sr. Hastings.
No tuve la oportunidad de conocerlo cuando vino por -creo- 24 horas hace una semanas atrás en su gira por América Latina. Creo que su periplo fue, por decirlo así, entre presidencial y rockero: muy rápido, eficaz.
Vino para anunciar que llegaba Netflix, aunque en rigor acá no están. Chile tiene mucho en común con sus vecinos, pero son esas pequeñas cosas que nos diferencian las que forman eso que llaman identidad, y a veces este Netflix versión chilena parece más bien mexicano. Lo que es más enervante es que parece que ustedes creen que en América Latina la única diferencia es que cada país tiene un código telefónico distinto que parte con 5. Entiendo que es más fácil hacer un solo sitio para "toda la región", pero hay detalles que exasperan y que enumeraré para usted como alguien que ve y quiere mucho el cine.
Ok. He estado usando Netflix por unos diez días. Me suscribí. Gratis. Gracias. Un mes de prueba. Buena idea. Pero esto es una prueba, no un regalo. En unos días más deberé elegir si sigo o no.
Algunas notas que he tomado:
-¿Por qué tanta película doblada al español? Es increíble volver a ver Cuerpos invadidos de Cronenberg o Videodrome, pero sin Deborah Harry hablando como Florinda Meza.
-Quizás las cintas infantiles deban doblarse, pero no todas las "familiares": es algo insultante que este Netflix ofrezca tesoros enlodados. Cliente muerto no paga, una cumbre de la parodia, con Steve Martin codeándose con la crema del cine negro de los 40, no puede estar hablada en castellano. Me gusta la idea de "cine en su casa", pero que no sea como el Cine en su Casa de los 80.
-Una porción no menor de películas, incluyendo aquellas "raras" están o totalmente en inglés o totalmente mal dobladas. No todos hablan inglés. Y con todos los subtítulos circulando por la red, da rabia que uno no los pueda aprovechar. Netflix es una lotería: The Warriors, de Walter Hill, prohibida durante la dictadura, está en inglés con subtítulos. Bien. Annie Hall es todo inglés o todo castellano. Mal. Series notables, como Mad Men o Friday Night Lights, están tan dobladas que terminan por partirse.
-No me molesta que no tengan estrenos de los últimos seis meses. El cine nuevo está en los cines y en VOD y, para los más tecnológicos, en la red. El problema es que el Netflix latinoamericano tampoco está pensado en cinéfilos, aunque uno pensaría que ese público sería clave. Todo lo fascinante del Netflix antiguo gringo (básicamente, acceder a todas las cintas de arte, todo el catálogo de Criterion, por ejemplo) brilla por su ausencia. Sí, en cambio, aparecen cintas que nunca se dieron en Chile o que pasaron menos de una semana por las carteleras de cines como el Cervantes, Windsor o Astor. Filmes que fueron acumulando polvo en VHS y que nunca engancharon. Netflix tiene títulos bizarros, exóticos o simplemente raros pero, no nos engañemos, son una suerte de lista B o, dicho de otra manera, nos ofrecen grandes fracasos o cintas que no tuvieron oportunidad.
-También hay hallazgos extraños. Está Nashville, la cumbre de Robert Altman, que nunca se exhibió acá "por gringa", pero en inglés con subtítulos en portugués. Cutter and Bone, el extraviado filme de Ivan Passer, con Jeff Bridges, sorprende que esté y bienvenido. Lo mismo que un par de cintas lésbicas como Lianna, del cineasta independiente John Sayles, y Go Fish, que en su momento quizás hubiera sido un escándalo. Buena parte del movimiento Mumblecore (jóvenes neoyorquinos, sexo explícito pero poco erótico, mucha improvisación) está disponible y con subtítulos. Cintas como Kissing on the Mouth, LOL y Nights and Weekends sorprenden porque son nuevas e incluso difíciles de conseguir en torrent. Pero esas cintas son la excepción. Hay una moral VHS pero sin la ironía o el cariño o la distancia. Netflix, por momentos, parece un videoclub de regiones donde falta lo importante y sobra lo innecesario y, entre las pilas de videos, uno se topa con cosas que jamás pensó ver: la entrañable Harold and Maude; la primera versión, con Charles Bronson, de El especialista o Auto Focus de Paul Schrader. Pero insisto, lo que más hay son cintas medianas que no triunfaron en su momento y que, más allá de sus estrellas, da la impresión que son baratas.
-El motor de búsqueda es, por decirlo de una manera, caprichoso. Uno ingresa Debra Winger (lo único que hay de ella es La fuerza del cariño) y entiende que todas las cintas donde ha actuado una tal Debra o alguien apellidado Winger debe aparecer. Aparte, las categorías de Netflix son francamente divertidas: "comedias romáticas ingeniosas", "reconfortantes", "amores prohibidos" (Top Gun) o, mi favorita, "películas sombrías" (Siete años en el Tíbet).
-Última recomendación o queja: el cine latinoamericano. Aquí hay una gran oportunidad. Netflix partió con un error garrafal: tenía La Nana de Sebastián Silva, y en vez de Catalina Saavedra aparecía una mala cinta de los 80 con Jacqueline Bisset y Martin Sheen. Netflix se apuró. Pudo invitar cineasta locales. Dicen que estará todo lo de Nicolás López; genial. Pero ¿qué pasa con el cine brasileño o las obras de Lucrecia Martel? El cine uruguayo está perfecto para lucirse aquí, y nada. Casi todo el cine latinoamericano es mexicano y lo que está es mal cine industrial como Amar te duele. Está, eso sí, Amores perros. De Chile no hay casi nada: ni comedias vulgares ni cine de autor. ¿Dónde están Navidad, Huacho o Turistas? Sería ideal tener La batalla de Chile o, al menos, algunas de Raúl Ruiz. Uno le puede perdonar a Netflix no tener más cintas de Woody Allen, pero al menos que su catálogo de cine local sea local. Capaz que piensen lo contrario: que a nadie le interesa. Si es así, mayor razón para no suscribirme. Creo que al final ésa va a ser la vara con que los voy a medir. Me gusta la idea que exista un sitio legal, pero también que pueda competir con los que ya existen. El stock es todo. Pónganse las pilas y entiendan no sólo la región sino el país.
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