'Clockers'
Noches atrás entré a un
huequito de libros. El encargado era un macizo cachinero que sabía lo que
exhibía en sus estantes. No puedo aseverar si era un lector que vende libros o
sencillamente un vendedor de libros. Veía los anaqueles y llegué a una sección
en donde había muchos best sellers. Grisham, Harris, Váquez-Figueroa, Gordon,
Cornwell, Le Carré, Perry, etc. A muchos ya los conocía, pero igual seguí mirando.
La empresa no fue un fracaso, como en un primer momento supuse, ya que vi el
lomo de Clockers (1992), novelita de
633 páginas del narrador gringo Richard Price.
Compré el libro con la
sensación de que pude pagar menos. Tenía que leerla, pues. Algo sabía de ella
pero más de su autor, a quien debemos asociar como el responsable en el guión
de los mejores y más recordados episodios de The Wire. Leí la novela en una semana, creyendo más de una vez que
estaba viendo la versión literaria de The
Wire. De la nada aparecían los personajes de la serie, las mismas calles,
las jergas en clave, la brutal violencia verbal. Una delicia sucia de lo que
debería ser un policial de a pie.
Me puse a averiguar más
sobre Clockers. Y supe que tenía una
adaptación cinematográfica de Sipke Lee. Llamé a César de Mondo Trasho para
saber si la tenía. Y él me contestó lo siguiente:
−Compadre, ¿qué pasa?,
¿te has vuelto amnésico? Yo te vendí un nuevo paquete de 20 películas policiales
en enero. Allí está la que me pides.
Efectivamente, César me
había vendido el referido paquete y del mismo solo me acerqué a no más de 4.
Busqué Clockers o Las calles del crack (1995). Y aproveché
la tarde del domingo para verla, bajo pretexto de previa al partido de Alianza
Lima con el Gálvez.
Spike Lee es un
director al que le tengo ciertos reparos, muy personales por cierto. No he
visto toda su filmografía, aunque siempre he reconocido su valía. Más de una
vez he percibido que su propuesta se infesta de un mensaje moral, adoleciendo
de un excesivo espíritu de denuncia y lo que me es inadmisible: parece que
estuviera viendo documentales y no ficción.
Puse Clockers en el cd player.
Y después de casi 2
horas, faltó poco para pararme y aplaudir. Ni siquiera me interesó ver el
partido de Alianza con Gálvez. Me quedé pensando en la capacidad de Lee para
mostrarnos, ahora sin moralina, la fidelidad de una determinada comunidad negra
(traficantes de poca monta) de Brooklyn; admiré el trabajado minimalismo de
Price (y Lee) en el guión y una vez más destilé fervor por Harvey Keitel, uno
de mis actores favoritos.
Lo único que le pido a
las adaptaciones cinematográficas de novelas es que respeten el espíritu
troncal de estas. Y sé también que es un despropósito intentar compararlas.
Para mí son cosas distintas. Clockers
como novela es una obra maestra del policial. Y como película es una muy buena
película, en la que tenemos a Rodley (Delroy Lindo), un trajinado traficante que
tiene a un grupo jóvenes negros que trabajan para él en el parque de un
complejo habitacional. Rodley descubre que otro traficante, Darryl, le está
jugando sucio. Entonces le pide a Ronald “Strike” (Mekhi Fifer), su discípulo y
natural sucesor, que lo mate. Pero “Strike” no ha pasado más allá de coordinar
ventas y dárselas de pendenciero. Nervioso y con miedo, se reúne con su hermano
Victor. Este le dice que no se preocupe, que las cosas estarán bien, puesto que
el “trabajito” lo hará “My Man”.
Darryl es asesinado y a
la escena del crimen llegan dos descompuestos detectives de homicidios, Rocco
Klein (Harvey Keitel) y Larry Mazzili (John Turturo, quizá en el rol más flojo
de su carrera). A primera impresión el asunto no pasa de un asesinato entre
negros. Es decir, algo sin importancia. A las horas reciben la información de
que alguien ha confesado ser el autor de asesinato. Rocco y Larry tienen que
cumplir con la diligencia: entrevistar al asesino. En la entrevista Rocco
encuentra muchos vacíos en el discurso de Victor. Los lazos esenciales de lo
que dice son muy flojos, como si estuviera escondiendo algo o protegiendo a
alguien. Rocco sospecha. No queda conforme con lo que escucha y decide, contra
las recomendaciones de Larry, investigar.
Spike Lee elabora
varias sociedades que se contraponen. De ellas sobresalen las de “Strike” con
Rodney, la de Rocco (el policía bueno) con Larry (el policía malo) y la de
Rocco con Victor. ¿Cómo es posible que alguien como Victor, hombre trabajador, ejemplar, casado, con 2 hijos y con tantas
ganas de abandonar el barrio, se haya arruinado la vida matando a un tipo que
absolutamente nada le había hecho?, es la pregunta que atormenta a Rocco.
A diferencia de la
novela, el desenlace es lo que menos importa. Lo que se impone es la oscura
relación, a manera de cofradía, que hay entre los implicados. Uno llega a
valorar la lealtad, el silencio cómplice, la atmósfera carroñera, de hastío y
desesperación que nos presenta Lee en cada escena de Clockers.
1 Comentarios:
Hola, he leido algo de David Simons y Homicidio, de alli escuche de R. Price, y llegue aqui, ando buscando el libro Clockers, lo tienes en pdf? o en fisico?, alguna idea de donde lo puedo encontrar?
Gracias.
C.
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