miércoles, diciembre 03, 2014

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Durante los días de la feria Ricardo Palma recibí varias últimas publicaciones de autores peruanos. En realidad, siempre recibo libros, y más de la cuenta, en épocas de feria. 
Pues bien, a diferencia de otras ocasiones, ahora debo decir que el asunto me ha estimulado más de lo que pensaba, porque estoy en condiciones de decir que estamos terminando muy bien este 2014, un año que deberíamos cuidar, atesorar e intentar que se prolongue su calidad literaria el próximo año. 
Salvo algunas excepciones, cada día me muestro más reticente a creer lo que dicen los críticos de libros y periodistas culturales en los medios tradicionales. Me basta con leer las dos primeras oraciones de sus reseñas y notas para preguntarme cuánto ha costado el lonchecito de rigor, el almuerzo en el restaurante de moda. No digo una novedad, es algo que se sabe, lo sabe hasta el más desapercibido de los escritores locales, que guardan muy bien su verdadera opinión sobre la labor de los críticos y periodistas culturales, porque no quieren chocar y poner en riesgo una posible reseña o nota de su propia publicación. 
Por eso tenemos hombres y mujeres que cuidan muy bien sus palabras, a los que todo les parece fabuloso. El escritor peruano hace tiempo dejó de ser una persona de combate, ahora el escritor peruano es un relacionista público. 
Un ejemplo lo tenemos en los Premios Luces del diario El Comercio. Obviamente, hay que ser muy frívolo y vacío de mente para otorgar credibilidad a un premio signado por la jugada bajo la mesa, un concurso dirigido, por decir algo. 
No, no es que La pena máxima me parezca una mala novela. De Roncagliolo sé que siempre tendré una historia amena, divertida, que me enganchará desde su primera página. Vaya novedad. El pata sabe escribir y tiene un talento natural para contar historias. El problema, que he sentido en absolutamente todos sus títulos, es su discurso vacío, esa suerte de olvido permanente que me depara su poética ni bien cierro cualquiera de sus títulos. Terminar un libro de Roncagliolo me recuerda a los episodios de la serie ochentera Los magníficos. O sea, no te acuerdas de nada relevante. 
La culpa no es del autor. 
Pero sorprende que ningún escritor, que antes de escritor se supone que es un lector, no haya ejercido una opinión contra la logística de la gente encargada de armar los bloques de los Premios Luces. 
Es que no lo dicen, no lo dirán, porque esperan algún día ser parte de esa fiesta. Cada quien tiene su estrategia, y respeto esas estrategias que vuelven rastrero a cualquiera, pero sería bueno que digan, ajá, que al menos lo sugieran, que literariamente Austin, Texas 1979 y El enigma del convento son novelas superiores, que esa logística del concurso está más que cantada y que todo es un mero trámite. 
Pero no lo harán. Cuando de propaganda se trata, no pocos letraheridos del país se convierten en unos arrastrados, en unas cucarachas en busca de la migaja de pan que olvida picar la paloma. 
Como decía, durante la última feria recibí varios libros, que aún no termino de leer, pero por lo avanzado, tengo la sensación de que serán lecturas muy provechosas, sensación que afianza lo dicho en el segundo párrafo del post. 
Los libros que me vienen gustando y que aún no acabo: Cincuenta microrrelatos de la Generación del 50, la antología de Óscar Gallegos, Infiernos mínimos de Jorge Valenzuela, Saber matar, saber morir de Augusto Higa, Tu mitad animal de Pedro Novoa y Kymper de Miguel Gutiérrez. Este último título, a lo mejor la novela más lograda e intensa del 2014. 

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Pareciera que no solo el LUCES, sino en general, todos los concursos literarios, tienen sus fantasmas. Mejor sería no concursar para que nadie dude de la legitimidad del premio.

6:31 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Obvio que Austin Texas es mejor, el detalle es que este concurso no premia a la obra de mayor calidad, sino a la más popular como dices. Igual es interesante ver que tras cada voto hay un lector, o en la posibilidad de que así sea, porque lo de los votos de los amigos no me parece suficiente ya que en una convocatoria como la que lanza una web como la de el diario El Comercio, el universo posible de votantes es muchísimo mayor al de un blog, por ejemplo como este.

6:40 p.m.  

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