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Durante los días de la feria Ricardo
Palma recibí varias últimas publicaciones de autores peruanos. En realidad,
siempre recibo libros, y más de la cuenta, en épocas de feria.
Pues bien, a diferencia de otras
ocasiones, ahora debo decir que el asunto me ha estimulado más de lo que
pensaba, porque estoy en condiciones de decir que estamos terminando muy bien
este 2014, un año que deberíamos cuidar, atesorar e intentar que se prolongue
su calidad literaria el próximo año.
*
Salvo algunas excepciones, cada día me
muestro más reticente a creer lo que dicen los críticos de libros y periodistas
culturales en los medios tradicionales. Me basta con leer las dos primeras
oraciones de sus reseñas y notas para preguntarme cuánto ha costado el
lonchecito de rigor, el almuerzo en el restaurante de moda. No digo una
novedad, es algo que se sabe, lo sabe hasta el más desapercibido de los
escritores locales, que guardan muy bien su verdadera opinión sobre la labor de
los críticos y periodistas culturales, porque no quieren chocar y poner en
riesgo una posible reseña o nota de su propia publicación.
Por eso tenemos hombres y mujeres que
cuidan muy bien sus palabras, a los que todo les parece fabuloso. El escritor
peruano hace tiempo dejó de ser una persona de combate, ahora el escritor
peruano es un relacionista público.
Un ejemplo lo tenemos en los Premios
Luces del diario El Comercio. Obviamente, hay que ser muy frívolo y vacío de
mente para otorgar credibilidad a un premio signado por la jugada bajo la mesa,
un concurso dirigido, por decir algo.
No, no es que La pena máxima me parezca una mala novela. De Roncagliolo sé que
siempre tendré una historia amena, divertida, que me enganchará desde su
primera página. Vaya novedad. El pata sabe escribir y tiene un talento natural
para contar historias. El problema, que he sentido en absolutamente todos sus
títulos, es su discurso vacío, esa suerte de olvido permanente que me depara su
poética ni bien cierro cualquiera de sus títulos. Terminar un libro de Roncagliolo
me recuerda a los episodios de la serie ochentera Los magníficos. O sea, no te
acuerdas de nada relevante.
La culpa no es del autor.
Pero sorprende que ningún escritor, que
antes de escritor se supone que es un lector, no haya ejercido una opinión
contra la logística de la gente encargada de armar los bloques de los Premios
Luces.
Es que no lo dicen, no lo dirán, porque
esperan algún día ser parte de esa fiesta. Cada quien tiene su estrategia, y
respeto esas estrategias que vuelven rastrero a cualquiera, pero sería bueno
que digan, ajá, que al menos lo sugieran, que literariamente Austin, Texas 1979 y El enigma del convento son novelas
superiores, que esa logística del concurso está más que cantada y que todo es
un mero trámite.
Pero no lo harán. Cuando de propaganda
se trata, no pocos letraheridos del país se convierten en unos arrastrados, en
unas cucarachas en busca de la migaja de pan que olvida picar la paloma.
*
Como decía, durante la última feria
recibí varios libros, que aún no termino de leer, pero por lo avanzado, tengo
la sensación de que serán lecturas muy provechosas, sensación que afianza lo
dicho en el segundo párrafo del post.
Los libros que me vienen gustando y que
aún no acabo: Cincuenta microrrelatos
de la Generación del 50, la antología
de Óscar Gallegos, Infiernos mínimos de Jorge Valenzuela, Saber matar, saber
morir de Augusto Higa, Tu mitad
animal de Pedro Novoa y Kymper de
Miguel Gutiérrez. Este último título, a lo mejor la novela más lograda e
intensa del 2014.
2 Comentarios:
Pareciera que no solo el LUCES, sino en general, todos los concursos literarios, tienen sus fantasmas. Mejor sería no concursar para que nadie dude de la legitimidad del premio.
Obvio que Austin Texas es mejor, el detalle es que este concurso no premia a la obra de mayor calidad, sino a la más popular como dices. Igual es interesante ver que tras cada voto hay un lector, o en la posibilidad de que así sea, porque lo de los votos de los amigos no me parece suficiente ya que en una convocatoria como la que lanza una web como la de el diario El Comercio, el universo posible de votantes es muchísimo mayor al de un blog, por ejemplo como este.
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