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Atravieso días bastante ajetreados en
Quilca, pero ello, el cansancio tan característico del verano, no medra en las
ganas de querer hacer las cosas bien. Al menos, mi idea siempre ha sido la
siguiente, la misma que trato de respetar: si vas a perder, pierde bien. No me
gusta hacer las cosas a medias, o lo das todo o simplemente no das nada.
Como quiero cuidar mi mente del mal
gusto y de las malas vibras, no leo los periódicos, solo los junto para
enterarme de las noticias después de sucedidas, de paso, afino mi percepción de
la realidad, ya que me he dado cuenta de que soy muy malo, pésimo, para
analizarla. La inmediatez me traiciona y ya he tenido más de un problema al
respecto, además, debo aceptar que tengo una admiración por los opinantes de la
inmediatez. Muchas veces me pregunto en dónde guardan el secreto, cómo se
refuerza el secreto opinativo, qué motiva a estas mentes a convertirse en
salvajes lectores de la realidad.
Lo que sí leo de los periódicos son
algunas columnas, como las deportivas de El Bocón, las del Búho, de quien ya sé
su nombre completo, aunque la verdad es que lo intuía desde hace un tiempo, pero
guardaré el secreto, no le diré a nadie cómo se llama el columnista que leen
cientos de miles de peruanos. A veces, solo a veces, resulta conveniente decir
las cosas desde el disfraz, pero solo cuando quien escribe se ubica en el
terreno de la legitimidad.
Hubo un tiempo, no muy lejano, en que un
escritor intentó hacer crítica literaria usando un seudónimo. Quincenalmente
escribía reseñas en un portal muy leído y por lo que le leí, puedo decir que se
trataba de un tipo muy leído, pero a quien los sentimientos menores lo desbordaban.
Ese era su problema, sus reseñas no se leían como tales, más de uno se lanzaba
a ellas tras los ataques y mensajes que podían encontrarse entre líneas. Por
otra parte, no había que hacer mucho esfuerzo para constatar que buscaba
asentar su referencialidad como narrador, al punto que a la fuerza buscaba su
canonización.
No le guardo rencor alguno. Más bien le
agradezco por el tiempo que me dedicó en una reseña y en un recuento. Ocurre
que las críticas negativas me resbalan, y desde siempre. Pero lo que sí me
apena es que descubrí tardíamente quién era, pese a que muchos, entre ellos
amigos suyos, me habían dicho de quién se trataba. No será ni la primera ni la
última vez que un escritor quiera hacer justicia literaria. No veo nada de malo
en esta actitud, siempre y cuando se haga mostrando la carita. Pero si en caso
no sea así, hay que ser irónico e intentar ser objetivo, como lo es El Búho. Pero
no, todo escritor de verdad es presa de una maldición, por más que intentes
disfrazarte, serás víctima de tu marca de agua, tu estilo.
3 Comentarios:
Primicia, chocherita... ya sabes el nombre del búho. Pero si esa es más vieja. Es Víctor Patiño. Te falta harta calle, hijo.
Lalo, no seas babooooso. ¿No entiendes la ironía?
Leo Aguirre (en terra), Paco Ángeles (fantomas), Faverón+Salas (del el gran combo), Marcel Velázquez muerdenucas (La Vaca Profana) y la mancha de la cloaca de Puertoelhueco deberían juntarse para hacer una antología de aquellos posts memorables 2005-2009, para que los calichines que recién empiezan en el reseñismo y periodismo cultural sepan qué tipo de mierda se escribía entonces y no intenten caer hoy en cosas inmundas, aparte de que bien podría servir a algún escritorzuelo para hacer esa gran novela de la posería literaria limeña post bronca andinos y criollos (2005). Saludos, Gabriel.
Jorge
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