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En unas horas estaremos de regreso en
Lima y nos esperan horas de mucho ajetreo en vistas de la próxima FIL.
Si bien es cierto que los días en esta
ciudad no han sido del todo ideales, porque entraron a tallar temas políticos
de coyuntura local, como también una falta de seriedad en la logística de la
feria, debo decir que sí la pasé bien. Conocí buenos lectores, como lectores de
este blog, escritores que había leído y a los que jamás había dirigido una
palabra, tal el caso de Óscar Malca, y encontrarme con personas que no veía en
años y conversar con estas como si nada hubiera pasado, como Carlos Yushimito.
Obvio, si uno está en Arequipa, no
puedes irte de la ciudad sin antes comer bien, porque en esta ciudad hay muy
buenos motivos para hacerlo y todo gusto es más que justificado, pienso pues en
el chupe de camarones de La Típica, al que llegamos luego de averiguar que La nueva
Palomino no atiende los martes, que sirvió de pretexto para caminar por las
empedradas calles de Yanahuara y contemplar la ciudad desde la vista que
ofrecen sus hermosos arcos.
Cuando me disponía a regresar al hotel
para descansar porque mi vuelo sale a las 5 y 40 de la mañana, me llama una
señorita de Avianca, que me pide escanear y adjuntar el voucher por el
sobreprecio que debimos pagar por el adelanto del vuelo de regreso. Bien
comido, bien fumado y bien bebido, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano,
contra toda la pesadez física y el sueño incesantes, me levanté a buscar una
cabina, que encontré pero no que tenía escáner, y en esa búsqueda estuve cerca
de media hora, hasta que di con una que me permitió enviar el dato visual que
requería la gente de Avianca.
Ahora sí en el hotel, analizo lo que
haré, no con la librería, sino en los textos que debo presentar y que por
alguna razón se me han juntado y a los que no he podido dar el punto final.
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